"Un intento de arrancar de entre las astillas de la memoria colectiva pegada a la tierra las profundidades espirituales" Mandianes: "El Camino fue el cordón umbilical de la Europa de los pueblos (...). Hoy es un país sin límites"
"El Camino de Santiago, consagración de un camino que viene desde los orígenes de los países indoeuropeos, es la puesta en practica del Tratado de Roma. El camino no es más que un intento de arrancar de entre las astillas de la memoria colectiva pegada a la tierra las profundidades espirituales, y el recuperar el sentido de las cosas"
"El Camino es el documento de la fundación de Europa escrito sobre la geografía, historia espacializada, una marcha hacia lo desconocido para descubrirlo; es la polinización entre gentes, antaño de Europa, hoy de todo el mundo"
El Codex Calixtino, historia de la cristianización de un camino de peregrinación, es la Constitución fundacional de Europa. El “Tratado de Roma” de 1957, que puso a andar la Unión Europea no es, en el fondo, más que la modernización del Codex Calixtino, y viceversa: el Codex Calixtino es metafóricamente el primer Tratado de la Comunidad Europea. El Camino de Santiago, consagración de un camino que viene desde los orígenes de los países indoeuropeos, es la puesta en practica del Tratado de Roma. El camino no es más que un intento de arrancar de entre las astillas de la memoria colectiva pegada a la tierra las profundidades espirituales, y el recuperar el sentido de las cosas.
El Camino fue el cordón umbilical de la Europa de los pueblos. La cultura híbrida busca las identidades en la libertad lejos de las identidades adscritas e inertes, disfrutando de licencia para desafiar e ignorar los marcadores culturales, las etiquetas y los estigmas que circunscriben y limitan los movimientos y las decisiones del resto de los mortales ligados a un lugar. Hoy el camino se convierte en el escenario de las necesidades interiores del peregrino, un país sin límites, un río de ideas, de culturas, de costumbres que atraviesa los pueblos, el documento. El Camino es el documento de la fundación de Europa escrito sobre la geografía, historia espacializada, una marcha hacia lo desconocido para descubrirlo; es la polinización entre gentes, antaño de Europa, hoy de todo el mundo. Todo lo demás, historias, anécdotas, fechas, milagros, son accidentes que enriquecen lo esencial. El Camino de Santiago es una metáfora del hombre moderno, un ser en camino. Los peregrinos traen y llevan innovación. Los verdaderos motores del Camino fueron siempre la curiosidad y la fe. La vida son momentos diferentes entre el nacimiento y la muerte, es camino.
Cruzar la puerta de entrada de un templo es realizar un trayecto simbólico de lo profano a lo espiritual. La puerta nos lleva a un mundo de aventuras interiores. Al franquearla, el peregrino se abre un camino misterioso que va hacia dentro y puede sentir como un impulso a dejarse abrazar por lo desconocido, por lo sagrado, por el misterio o por la sensación de estar entrando en un terreno prohibido. La puerta es un límite detrás del cual algo emerge que permite llegar a la presencia o a la ausencia de lo que se busca. El misterio es el sentido de lo que aún no hemos descubierto. Lo divino, lo espiritual, lo sagrado, puede ser un momento de la vida incrementado por el dolor o por la alegría de algún acontecimiento.
Mi yo es algo que llega a ser en cada momento, acontece; un ser en perpetua creatividad porque es espontáneo. Dios y la relación de la persona con él es un acto de fe, de amor, existencial que puede llegar a traducirse en conocimiento. El yo del hombre de hoy, especialmente de la juventud, quiere ser una individualidad plena, absoluta. La persona se siente objeto radical de la mirada de Dios y solo ella puede interpretarla, dirigirla. Quiere ser el hacedor de su yo que no es una sustancia o una esencia, algo fijo sino algo dinámico; dueño y señor de su cuándo, dónde, qué y para qué hacer con su vida diaria. Cada peregrino es el templo de sí mismo, su santuario interior. La verdad y el descubrimiento de cada uno reposa en el sentido que cada uno da a su encuentro con Santiago. La persona se siente objeto radical de la mirada de Dios y solo ella puede interpretarla, dirigirla.
La mayoría de peregrinos busca una experiencia existencial, aportar su granito de arena a la construcción del mundo, quiere ser el hacedor de su yo, busca ser el mismo, ser dueño y señor de su cuándo, dónde, qué y para qué hacer con su vida diaria; quiere ser responsable de su ser-yo-mismo. El peregrino de hoy busca un Dios que pueda ser experimentado de manera personal, cada uno tiene que experimentar la gracia y la creencia en Dios, La fe se ha convertido en una experiencia existencial. El peregrino no busca conocimientos sino experiencias que prescinden de ritos, de conocimientos, de templos. La peregrinación, fruto de una necesidad de sagrado, de la búsqueda de otra cosa, es un viaje contra el anquilosamiento, contra el inmovilismo físico y espiritual, un intento de profundizar el conocimiento del otro, de lo otro y de sí mismo, de conocer y conocerse. El peregrinaje es una conversación del peregrino con los otros peregrinos y consigo mismo, un diálogo entre el peregrino y el mundo, entre el peregrino y Dios. El peregrinaje es una especie de vida a trozos, a la intemperie. A veces la peregrinación introduce orden en el caos y a veces introduce un poco de caos en el orden que asfixiaba al peregrino. Peregrinar es, esencialmente, estar a la espera de lo que le vaya a llegar. El peregrino no busca conocimientos sino experiencias que prescinden de ritos, de conocimientos, de templos.
La religión pasó a ser una experiencia existencial. Esta posibilidad de iniciar y hacer camino a cada instante es lo que capacita a la persona para introducir su granito de arena en la totalidad y lo que le hace correr constantemente el peligro de la alienación haciéndose masa. La espontaneidad, el cambio no se lleva bien con el dogma, con las instituciones que imponen su manera de pensar y de ver el mundo, que le dicen como tiene que ser y lo que ha de hacer. Cada peregrino es el templo de sí mismo, su santuario interior. La espiritualidad de muchos actualmente ni busca ni necesita lugares especiales ni separación espacial, ni asistir a actos masivos, colectivos ni lugares especiales ni separación espacial ni ceremonias porque su santuario es interior, el mismo. Por eso las iglesias vacías no son un símbolo de ateísmo o increencia sino de una espiritualidad diferente. Tal vez se pueda decir que las iglesias, las sinagogas, los templos vacíos sean un símbolo de la decadencia de las religiones tradicionales, pero no de la religiosidad ni de la espiritualidad.
El éxito arrollador, las multitudes que hacen el Camino no están motivadas por la publicidad religiosa ni política sino por un espíritu de busca. Las autoridades religiosas, políticas u otras pueden mejorar o dejar a su suerte al peregrino o protegerlo, ayudar mientras hace el camino y acogerlo cuando llega. La ciencia es utilísima para muchas cosas, pero deja de serlo cuando los hilos internos de la existencia flaquean cuando el desencanto campea y se adueña de la existencia. La espontaneidad, el cambio no se lleva bien con el dogma, con las instituciones que imponen su manera de pensar y de ver el mundo, que le dicen cómo tiene que ser y lo que ha de hacer. La masa nadie es si mismo, sino que cada uno es como el otro.
La libertad es poder comenzar a cada momento, poder cambiar; estamos inmersos en el mundo pero somos libres para comenzar. Ser libre es nacer en cada momento, iniciar, comenzar de nuevo a cada instante.
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