En el centenario del nacimiento del sacerdote nicaragüense Las tres conversiones del poeta, místico y revolucionario Ernesto Cardenal (1925-2020)
Hijo de una familia acomodada, pudo estudiar durante mucho tiempo en México y Estados Unidos, además de viajar por Europa. Era a la vez un sediento espiritual y una persona interesada políticamente
Y al final, su Iglesia no le negó el reconocimiento. Aunque fue reprendido públicamente por Juan Pablo II el 4 de marzo de 1983 durante su visita a Nicaragua y suspendido de las funciones sacerdotales «a divinis», el Papa Francisco le permitió volver a ejercer el ministerio el 17 de febrero de 2019
| Mariano Delgado*
Ernesto Cardenal (1925-2020), poeta, místico y revolucionario nicaragüense, fue un hombre con muchas caras, pero con un hilo conductor en todas sus metamorfosis. Éste hilvana sus tres «conversiones».
Hijo de una familia acomodada, pudo estudiar durante mucho tiempo en México y Estados Unidos, además de viajar por Europa. Era a la vez un sediento espiritual y una persona interesada políticamente. En 1954, participó en la Revolución de Abril contra el dictador Anastasio Somoza en su país natal, en la que perdieron la vida varios amigos.
En 1956 tuvo lugar su «primera conversión», que describió como una profunda experiencia mística. Le llevó a la abadía trapense de Gethsemani (Kentucky, EE UU), donde el eminente místico Thomas Merton era maestro de novicios y ejerció una influencia duradera en él. En 1959 abandonó la abadía y estudió teología en Cuernavaca (México), donde vivía Ivan Illich. Tras ordenarse sacerdote en 1965, fundó una comunidad cristiana de pescadores y artistas en la isla de Solentiname, en el lago de Nicaragua.
Los poemas escritos tras su primera conversión (entre ellos «Hora 0», «Gethsemani», «Salmos», «Oración por Marilyn Monroe») y «El Evangelio de Solentiname», fruto de las liturgias y conversaciones bíblicas en la isla, son quizá los mejores textos –literarios y teológicos– que han brotado de su dotada pluma. La interpretación bíblica de la «comunidad popular» de Solentiname es una especie de Teología de la Liberación «avant la lettre», expresión del anhelo de los pobres por una vida buena y digna en este mundo, de acuerdo con los valores mesiánicos del reino de Dios (verdad, libertad, justicia, paz, solidaridad), en contraste con la vida bajo la dictadura somocista.
La visita a Cuba en 1970 desencadenó «la segunda conversión». Visitó la isla con gran simpatía por la revolución, pero también con los ojos abiertos ante algunos déficits (libertad de prensa, etc.). El libro («En Cuba»), que apareció en 1972, no fue por tanto acrítico y no pudo publicarse en Cuba. Pero también se caracterizaba por una glorificación de la revolución como manifestación inmanente del Reino de Dios en la tierra. Se habla del Espíritu Santo soplando sobre Fidel Castro como signo de una nueva epifanía, pero sobre todo de un «Hombre Nuevo» redimido en Cuba, porque allí se educa a los niños en el espíritu del Che Guevara, es decir, del amor al prójimo.
Cardenal decía poder ver muy claramente este tipo de hombre nuevo en la juventud cubana, y concluía que el hombre nuevo en Cuba es el mismo hombre nuevo del que se habla en el Nuevo Testamento
Cardenal decía poder ver muy claramente este tipo de hombre nuevo en la juventud cubana, y concluía que el hombre nuevo en Cuba es el mismo hombre nuevo del que se habla en el Nuevo Testamento. Al compás de esta segunda conversión, Cardenal se convirtió en Ministro de Cultura y poeta de la corte de los sandinistas entre 1979 y 1987. Durante este periodo también escribió importantes poemas épicos («Canto nacional», «Cántico cósmico») y textos político-religiosos («La santidad de la revolución», «Nuevo cielo y nueva tierra»).
En 1994, Cardenal dio la espalda a los sandinistas en torno a Daniel Ortega, que habían traicionado el espíritu de la revolución y se encaminaban hacia una nueva dictadura. Allí encontró las mismas aberraciones que en la Iglesia: «clericalismo, hipocresía, beatería». Este giro puede describirse como su «tercera conversión», que le condujo a una fundamentación ética de la utopía. Pero no dejó de simpatizar con los sandinistas «auténticos» y de soñar con un cielo nuevo y una tierra nueva en este mundo, que ha sido el hilo conductor de su vida.
En términos literarios, la tercera fase se caracteriza más por diversas antologías y recopilaciones de su obra, traducciones a muchos idiomas y giras de lectura como «figura de culto» para los nostálgicos de la revolución con su teología política y su boina estilo «Che Guevara». Recibió doctorados honoris causa e importantes premios literarios (entre ellos el Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán en 1980 y fue propuesto para el Premio Nobel de Literatura en 2005).
Y al final, su Iglesia no le negó el reconocimiento. Aunque fue reprendido públicamente por Juan Pablo II el 4 de marzo de 1983 durante su visita a Nicaragua (la imagen del dedo índice papal amonestando a Ernesto Cardenal arrodillado dio la vuelta al mundo) y suspendido de las funciones sacerdotales «a divinis», el Papa Francisco le permitió volver a ejercer el ministerio el 17 de febrero de 2019.
Al fin y al cabo, no está prohibido, sino al contrario, que los cristianos esperen un cielo nuevo y una tierra nueva y defiendan los valores del Reino de Dios en la política y la economía, la sociedad y la cultura... siempre que lo hagan respetando el principio de que el fin no puede justificar los medios y mantengan los ojos abiertos ante revoluciones y partidos que se convierten en pseudoiglesias e instituciones totalitarias.
*Mariano Delgado es Catedratico de Historia de la Iglesia y Director del Instituto para el estudio de als religiones y el dialogo interreligioso en la Universidad de Friburgo (Suiza) así como Decano de la Clase VII (Religiones) en la Academia Europea de las Ciencias y las Artes (Salzburgo).
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