Rezos frente a la 'pertinaz sequía' ¡Que llueva... la Virgen de la Cueva!
En la liturgia española fue y sigue estando de actualidad, la oración “ad petendam pluviam”, con los ecos esperanzadores populares traducidos al castellano del “¡ que llueva, que llueva ¡”, no solo porque rime con la advocación mariana “de la Cueva”, sino por historias y tradiciones populares bien constatadas
“¡Que llueva, que llueva…,la Virgen de la Cueva…!”. A la milagrosa Virgen de la Cueva, en plena comarca del Maestrazgo castellonense, acaban de robarle la canción, la voz y el patronazgo pluvial, sintetizado con devoción tradicional y campesina en la citada súplica del “¡ que llueva, que llueva…¡”
Y en el “impiadoso” despojo ha intervenido nada menos que el obispo de Ávila, por lo que, en clave de devoto humor, no es de extrañar que los diocesanos levantinos y muchos más del resto de España, mártires todos de la “pertinaz sequía”, pongan el grito en el cielo al enterarse de tamaño desacato religioso, con protestas “ante quien, o quienes, corresponda”, es decir, la competente autoridad eclesiástica.
En la liturgia española fue y sigue estando de actualidad, la oración “ad petendam pluviam”, con los ecos esperanzadores populares traducidos al castellano del “¡ que llueva, que llueva ¡”, no solo porque rime con la advocación mariana “de la Cueva”, sino por historias y tradiciones populares bien constatadas, referentes al hecho “prodigioso” de que los pechos fecundas de las nubes se abrieran con generosidad ante las súplicas reiteradas de devotas y devotos…
Fuerza de la oración
Teniendo en cuenta estos datos, el citado obispo de Ávila, con solemnidad, adoctrinamientos, conocimientos agrícola- ganaderas por su procedencia extremeña de la comarca de “La Serena” – “siembra o senara”-, y devoción mariana, acaba de adscribirle el patronazgo ricamente acuífero, y bien merecido, haciéndolo pasar de la “Cueva” a “Sonsoles”, santuario cercano a la ciudad de santa Teresa y de San Juan de la Cruz, ambos con sus santas alforjas, místicas y ascéticas, pletóricas de poesías pastoriles, de pan de pobrezas, de naturaleza y de aguas fecundas limpiadoras de impurezas, gracias a su fuerza sacramental en la aplicación en el santo bautismo.
(Es de rigor suponer que, por la infinita misericordia de Dios, por mediación de la Virgen, que tanto el obispo, como el resto de los abulenses con sus representantes oficiales, crean y esperen de verdad que su río Adaja y sus re-afluente, por la izquierda, con la bendición de san Segundo, y sin atragantar los puentes de las carreteras y caminos vecinales, después de haber regado cariñosamente los campos, y haber saciado la infinita sed de sus sempiternas frustradas esperanzas castellanas tan desertizadas en algunas comarcas, entreguen lo sobrante al padre Duero)
A algunos, abulenses o no, podrán servirles de orientación, sugerencias como estas:
Los patronazgos de las Vírgenes, por muchos “Soles” que luzcan sus advocaciones y por profunda y misteriosa que sea la “Cueva” en la que se ubique su santuario, todos son por igual, dignos de devoción y respeto religioso.
Dios, Creador y re- Creador del universo, dicto e impuso sus leyes –las de la naturaleza- y le confió a los seres humanos el privilegio y la responsabilidad de su administración en beneficio de todos y como “santo y seña” de la adoración que a él se le debe.
Responsabilidades tales, no se sitúan sobre las nubes, sino mucho más abajo…Es decir, a ras del suelo de cada día, de cada necesidad y de cada pan.
Los rezos, procesiones, imploraciones, reconocimiento humilde de las limitaciones humanas y de sus correspondientes efectividades, servirán de ayuda “ad petendam pluviam” a los obispos y a los diocesanos…
Pero les servirán aún más el trabajo, las gestiones que podrían y deberían hacer, o haber hecho, ante los organismos competentes –ayuntamientos, provincias, autonomías y Estado-, para que, distribuidos inteligentemente los medios de producción, sea la justicia la que iguale a unos y a otros en conformidad con el plan de Dios.
Otra concepción teológica de la vida, distinta, y que siga dependiendo en exclusiva, o fundamentalmente, de las preces, rezos, procesiones e invocaciones y aún del confrontamiento de los patronazgos, no sería teología y menos, cristiana…
A los responsables, diocesanas y parroquiales, de la educación en la fe, con cofradías o sin ellas, en relación con el agua, -sequías, desbordamientos y embalses, se les reservan capítulos relevantes e formación- información religiosas, en consonancia con los tiempos renovadamente conciliares, borrando antes de los mapas penitenciales el recuerdo sangrante de los flagelantes, al dictado reiterativo del “¡Perdona a tu pueblo, perdónalo, Señor¡”