El problema persiste dentro y fuera de la Iglesia 'El caso' religioso: Curas, obispos, monjes y monjas
"No es justo que se deje pasar el tiempo y, tal y como arguyen algunos prelados, de que ellos no son responsables de los casos que se descubrieron y se hicieron públicos antes o después de haber sido nombrados ellos como los máximos responsables del gobierno de sus respectivas diócesis"
En la historia del periodismo español de los penúltimos tiempos, la de “El Caso” es de significativa y singular importancia. Este semanario, especializado en noticias de sucesos, que viera la luz en año 1952, y que “pasara a mejor vida” en 1987, era esperado anhelantemente todos los viernes en los quioscos de prensa y asimilados, de los pueblos rurales y las ciudades de España.
El número de tirada de ejemplares, el de sus lectores de “segunda mano” y su influencia social, hicieron de “El Caso” una autoridad “legendaria”, igual y aún superior a la de los periódicos matutinos y vespertinos de información general. En tal valoración hay que contar con las limitaciones impuestas por el cupo de papel-prensa, por la censura y otros “recortes” informativos, como el de no superar en cada ejemplar un número de crímenes determinado y oficialmente establecido, por la Dirección General de Prensa.
La confección a cinco columnas y los colores negro y rojo sangrante de la tinta empleada, y las dos pesetas del precio, le conferían a “El Caso” características muy especiales que a sus lectores les daba la impresión hasta física de que, después de su lectura, sus manos les quedaban manchadas de sangre. Hay que reconocer, no obstante, que este semanario se distinguió por ser el pionero del periodismo de investigación, que posteriormente tanta prestancia y reconocimiento le ha supuesto, y la supone, a la prensa española en general, en la presentación y documentación de tantas corrupciones en la variedad de sus respectivas secciones.
Y, explicada ya una parte del título de estas reflexiones, la otra –la de los curas y obispos- salta a la vista, solo con que hagamos uso de la variedad de medios, métodos y procedimientos que se nos suministran con datos y detalles, con abundancia, y hasta la saciedad, convirtiéndolos, por definición y aplauso de muchos y muchas, en otras tantas y sucesivas reediciones de un nuevo “El Caso”.
Ministros y servidores de la verdad, aunque esta duela, manche y ensucie los oídos, la vista y las manos, de vergüenza, de asco y de sangre, resulta fácil -¡facilísimo¡- recopilar, sin esfuerzo especial, algunos de los titulares informativos que los medios de comunicación nos hacen llegar en relación con las innobles, indecentes, asquerosos y repugnantes casos de pederastas y abusos en los territorios de las “sexualerías” pastorales y ministeriales “por esos mundos de Dios”, antecedidos de las durísimas y humildes palabras del papa Francisco dirigidas, nada menos, que a la Curia Romana “¡Convertíos y entregaros a la justicia humana y preparaos para la justicia divina¡”:
“ Se hacen públicos los nombres de casi cuatrocientos curas pertenecientes a las diócesis de Texas, en los Estados Unidos, que abusaron de niños “; “El cardenal Ricardo Ezzati será investigado por encubrimiento de abusos clericales en Chile”; “El cardenal Blázquez, arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, minimiza el drama de la pederastia clerical, manifestando que los acusados de ella significan sólo el tres por ciento del número de los sacerdotes de España”; “De catástrofe general califican el comportamiento de estos curas, varias asociaciones de laicos”; “ Betania, primera asociación para acompañar a las víctimas de la pederastia y abusos clericales”. “Dos abusos de monjas cometidos por otros tantos sacerdotes”; ”En algunas Congregaciones de Religiosas, los abusos -también el del poder- son tabú”
”La Iglesia italiana admite 89 casos de abusos , con 68 pederastas entre 2020 y 2021”. “Más de un centenar de curas abusaron de 600 menores en Maryland, según la Fiscalía del Estado”. “Buscan, sin éxito, un cura desaparecido en Solsona”; “Ocho salesianos de Deusto denuncian a “Don Cheni” por abusos, malos tratos físicos, tocamientos y violaciones, refiriendo del mismo que es un neurópata, depredador y encantador de sedientos”; pedófilos”; “Otros cinco ex –alumnos del Opus denuncian haber sufrido abusos de un ex –cura”; “Una tercera víctima acusa de abusos a un monje de Monserrat, y el abad, en solemne ceremonia litúrgica, pide perdón”, “El obispo de Astorga manda investigar a un cura por haber abusado de niños en dos colegios”. “El cardenal Scola lamenta la tragedia de los abusos en la Iglesia”
“En Chile se suicida un sacerdote y deja carta que investiga la Fiscalía”; “El cardenal Dalán contribuye a que también se abran las puertas a las demandas por los abusos prescritos”; “La plaga de abusos en Chile salpica al Opus Dei”; “El sacerdote colombiano Alexander Cifuentes es dimitido por la Santa Sede, por inmoral”; “Juicio a un fraile franciscano en el Camino de Santiago”; “El Gobierno pide a la fiscalía información sobre acerca de los casos abiertos de pederastia en la Iglesia”; “El papa Francisco denuncia y condena los abusos cometidos por curas y obispos con religiosas y monjas”. “Intervención de “Cáritas Internationalis”. “Omella, otro cardenal que les cierra las puertas de la Iglesia a las mujeres”.
El rosario de misterios dolorosos en la relación clero-pederastia y otros abusos, así como el vergonzoso y hasta delictivo silencio rigurosamente observado por cardenales y obispos, es clamoroso y merecedor de condenas eclesiásticas y penales. Tal y como se están conociendo-“y lo que te rondaré- los casos de víctimas y “victimadores “ de este mundo inmundo de los abusos sexuales, y de otra calaña, urge que sean publicados los nombres de los obispos en cuyas diócesis, y durante el tiempo en el que estuvieron en sus sedes, se cometieron, que a lo sumo fueron “curados” o premiados con el traslado a otros lugares o actividades “pastorales”. No es justo que se deje pasar el tiempo y, tal y como arguyen algunos prelados, de que ellos no son responsables de los casos que se descubrieron y se hicieron públicos antes o después de haber sido nombrados ellos como los máximos responsables del gobierno de sus respectivas diócesis.
”El Caso” de los múltiples casos de los sacerdotes y obispos aquí apuntados, vuelve a hacerse presente en informaciones y comentarios familiares, sociales y, por supuesto, religiosos, con ciertas dosis de exageraciones anticlericales para algunos, aunque para otros, los más, con respeto excesivo y hasta con hipócrita “temor de Dios”. Pero el problema persiste dentro y fuera de la Iglesia, por lo que benditas sean las intenciones pontificias que, por fin, decidieron ponerle el punto y aparte a tan lúgubres y luctuosas felonías cometidas con fórmulas y predicamentos “religiosos”.