Semana Santa por dentro (IV): Madrugada del Jueves Santo Estación de penitencia, una parada en el camino
"Nuestra forma de mitigar en lo posible el dolor por no realizar esa estación de penitencia ha sido apurar la cuaresma, saborearla al máximo y buscar en ella el mayor provecho espiritual"
"La práctica de la caridad ha sido otro de los pilares que, junto al culto, han ayudado a las cofradías a sobrellevar la preparatoria cuaresma y fomentar la unión fraterna"
"El crucificado ha permanecido presidiendo el ábside de la Real Colegiata de San Hipólito, mientras que la virgen ha cambiado su sencilla vestidura cuaresmal de hebrea por el majestuoso terno de salida"
"El crucificado ha permanecido presidiendo el ábside de la Real Colegiata de San Hipólito, mientras que la virgen ha cambiado su sencilla vestidura cuaresmal de hebrea por el majestuoso terno de salida"
| Joaquín de Velasco Porras. Hermano mayor de la Hermandad de Nazarenos Congregantes del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires, de Córdoba
La Estación de penitencia no es sino la culminación en la calle de una preparación, que para el cofrade presenta una doble faceta: la interior, personal de cada uno de los hermanos de la corporación, realizada mediante la asistencia a los cultos, vía crucis, meditaciones, etc., y la externa, que se manifiesta en los altares, montajes de pasos, reparto de papeletas, y en la continua convivencia que se genera en torno a la cofradía. Por eso, nuestra forma de mitigar en lo posible el dolor por no realizar esa estación de penitencia ha sido apurar la cuaresma, saborearla al máximo y buscar en ella el mayor provecho espiritual.
Habitualmente el vía crucis cuaresmal se habría celebrado por las calles cercanas al templo, con presencia de un gran número de hermanos y fieles, pero hubo de ser sustituido por el rezo de las catorce estaciones en el interior de la iglesia, con aforo limitado. Las redes sociales acercaron el acto a los hermanos que no pudieron asistir. Sabedores de que la Semana Santa conllevaría la amargura de no poder realizar estación de Penitencia, la hermandad quiso disponer un altar especialmente completo para el quinario, en el que aparecían los dos titulares rodeados de más de doscientas velas. Las normas sanitarias se tornaron algo más llevaderas en esa fecha, por lo que la asistencia de hermanos y fieles fue notable y la oratoria del celebrante resultó cercana y confortadora.
Como si la hermandad fuese a salir, los hermanos han solicitado su papeleta un año más. Esta vez tenía un diseño diferente, más artístico, ya que era una papeleta simbólica y voluntaria, y su recaudación destinada íntegramente a la bolsa de caridad. Y es que precisamente la práctica de la caridad ha sido otro de los pilares que, junto al culto, han ayudado a las cofradías a sobrellevar la preparatoria cuaresma y fomentar la unión fraterna. Por eso también se han organizado marcadillos, ventas de dulces cuaresmales de conventos de clausura, y varias actividades más que tenían por objeto la implicación de los hermanos en el amor al prójimo, en estos tiempos en los que la ayuda es más necesaria que nunca. Y no es virtud concreta de la cofradía que humildemente represento, sino que todas aquellas que conozco se han volcado en ese fin.
La hermandad no ha montado sus pasos como si fuese a salir. Alguna cofradía lo ha hecho, y su decisión merece el mayor respeto, pero no era el criterio de esta. En su lugar, el crucificado ha permanecido presidiendo el ábside de la Real Colegiata de San Hipólito, mientras que la virgen ha cambiado su sencilla vestidura cuaresmal de hebrea por el majestuoso terno de salida, y se ha dispuesto a recibir la veneración de sus hijos en su capilla, adornada con clavel y azahar, aromático símbolo de su pureza.
Un acto de adoración
Pero, aunque tristes por la imposibilidad de culminarla acompañando a nuestros titulares, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires, podemos decir que la hermandad ha realizado estación de penitencia. Estación de penitencia es hacer una parada en el camino. Una reflexión. Un acto de adoración. Y en Córdoba, en un acto modesto pero cargado de emoción y profundidad, las hermandades lo han hecho.
Cada día de la Semana Santa, un reducido grupo de diez hermanos de cada cofradía, representando con el estandarte a la corporación completa, han acudido a adorar a Jesús Sacramentado (o a la Santa Cruz el día que litúrgicamente corresponde), y a tener unos momentos de oración y reflexión. Junto a su pastor el obispo, mostrando su comunión con la iglesia de la que forman parte. Por la tarde la hermandad se ha integrado en las actividades de la comunidad eclesial de su sede, la Real colegiata de San Hipólito, participando de la misa de la Cena del Señor, así como de los oficios del Viernes y la Vigilia pascual de la noche del sábado.
A la hora de salida, las doce de la noche, en la madrugada de luz que hace frontera entre el Jueves y el Viernes Santo, impera el toque de queda, y los templos están cerrados. No obstante, otra vez apoyados en las nuevas tecnologías, los hermanos realizamos, cada uno en su domicilio pero sintiéndose en comunión, lo mismo que cada año que la lluvia u otra circunstancia impidiera la salida. El piadoso ejercicio del vía crucis, en este caso siguiendo la oración subida al canal de youtube de la hermandad.
Obviamente, nada de eso puede ser comparable a una Semana Santa normal, ni a una estación de penitencia completa. Pero nos ha permitido seguir unidos, manteniendo en la medida de lo posible nuestros fines. Dicen que, en el fondo, dentro de cada nazareno serio, vestido de negro ruan, late un hermano de la Esperanza. Quizá por ello no nos resignamos. No perdemos la esperanza en que llegarán nuevas primaveras en las que los cofrades, y la ciudad entera volcada con sus cofradías, vuelva a vivir con toda su intensidad la Semana Santa en sus calles.
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