A propósito de la expulsión de Enzo Bianchi de Bose La vida comunitaria en los monasterios: lo que sólo enseña el dolor
"Mientras el ministerio sea visto como una jerarquía (poder sagrado) no escapa al clericalismo"
"¿Cómo puede la vida de la comunidad cristiana ser una parábola de un posible nuevo mundo si no puede superar sus conflictos sin ir a la exclusión?"
| Marcelo Barros
Leí en la UIH las noticias "El Papa mantiene a Enzo Bianchi alejado de la comunidad de Bose" y también "Esperanza en el juicio - Nota de la comunidad de Bose" (UIH - 27/ 05/ 2020). Esta nota se refiere a "serias preocupaciones que llegaron de muchas partes a la Santa Sede, que señalaron una situación tensa y problemática en nuestra Comunidad, en relación con el ejercicio de la autoridad del Fundador, la gestión del gobierno y el clima fraternal...".
Por supuesto, los que leen entienden que hay divisiones y éstas se refieren al problema del poder y la relación entre las personas. Más que eso, la nota no aclara. Un amigo italiano me envió una nota de La Stampa el martes 27 de mayo de 2020, con la declaración de Enzo Bianchi que revelaba que se iba sin saber exactamente las causas. Además de él, la fundadora de la comunidad, la hermana Antonella Casiraghi, responsable de la fraternidad femenina y dos hermanos, Lino Breda, secretario de la comunidad y Goffredo Boselli, responsable de la liturgia, también se vieron obligados a dejar a Bose.
Ciertamente, hay diferentes maneras de leer esta noticia. Hay quienes lo leen por mera curiosidad de conocer los últimos chismes de los monasterios y conventos. En Italia y en el mundo, esta noticia no tendría tanta repercusión si Enzo Bianchi no fuera un teólogo y respetado espiritualmente, con muchos libros escritos, columnas semanales en los periódicos y programas en la televisión italiana.
De hecho, los monasterios y las comunidades monásticas son bienes de la Iglesia y de la humanidad. Por lo tanto, lo que sucede en ellos es de interés para todos. Es una lástima que la gente que discute el tema en uno u otro lado apenas haga nada para ayudar a la comunidad en conflicto concretamente. Puedo decir esto porque he visto personalmente una comunidad, unida y sana, en poco tiempo, destruirse a sí misma, sin que nadie de fuera haya sido mediador de la paz y la reconstrucción de la unidad.
Conozco el monasterio de Bose desde hace treinta años o más y he estado allí algunas veces. Aunque no somos amigos, conozco a Enzo Bianchi y me gustan muchos de sus escritos. También conozco a otros hermanos de la comunidad, como Lino, Luciano (el actual prior) y el Padre Giancarlo Bruni.
Personalmente, veo el problema en dos niveles: personal, ligado a las personas y a la fragilidad humana. La otra es estructural y está ligada al modelo de vida consagrada que tenemos hoy en día. Aunque estoy fuera y no sé nada de lo que pasó allí, conozco suficientes monasterios y conventos para concluir que una enfermedad que afecta a todo el modelo actual de vida monástica es la cuestión del poder jerárquico.
De hecho, la tradición monástica, cristiana y otras tradiciones espirituales enseñan que la gracia de ser monje (o monja) se recibe de un padre o madre espiritual. Así, el abad o el prior ejerce una función muy importante. No sólo es el administrador o coordinador de la casa o la provincia. Es alguien que guía a la gente hacia el interior. Tiene un papel similar al de una partera del Espíritu, que acompaña el nacimiento y el crecimiento espiritual de cada uno de los que se le confían. Es diferente de lo que antes se llamaba "director espiritual". Esta paternidad o maternidad espiritual sólo se produce realmente si, desde el principio, la persona orientada puede ser libre. Si no hay libertad como hijo o hija de Dios, no hay un camino espiritual cristiano. La autoridad espiritual es el carisma. No puede ser sólo una posición institucional.
En la actualidad, el Papa Francisco ha repetido que el clericalismo es una plaga e incluso un cáncer. Queda por decir que mientras el ministerio sea visto como una jerarquía (poder sagrado) no escapa al clericalismo. En el modelo jerárquico, tanto los que ejercen el poder como los que tienen que someterse son víctimas de un modelo que ha enfermado y enferma a todos, a los que mandan y a los que se someten.
En el caso del monasterio de Bose, el fundador Enzo Bianchi no es un sacerdote o clérigo. También ciertas madres superiores que concentran el poder en algunos conventos no son clérigos. Pero ejercen el mismo poder jerárquico. En uno de sus libros, el Padre José Comblin incluso afirma que la libertad es lo que caracteriza absolutamente la vocación cristiana. Sin avanzar hacia la libertad interior, no hay forma de ser cristiano.
El modelo tradicional de vida religiosa en la Iglesia Católica no nos ha educado para esto. En el modelo actual de congregaciones y órdenes, incluso en grupos considerados abiertos y socialmente avanzados, la dimensión jurídica parece más importante que la espiritualidad.
En cualquier familia humana hay conflictos y a veces los conflictos parecen irresolubles. En realidad no, la solución es excluir a los niños o a los hermanos. Sin entrar en otros méritos, por principio lamento la intervención del Vaticano y la solución que se dio para excluir a las personas, especialmente a los hermanos y hermanas que construyeron la comunidad y vivieron allí durante más de 50 años. Espero que en la preparación del sínodo sobre la sinodalidad, quede claro que este modelo de Iglesia es uno de cristianismo y ha hecho suficiente daño en el mundo.
Sé por experiencia personal que cuando una comunidad abre la puerta a la exclusión, entonces es muy difícil cerrarla. Ahora, esto era todo. Mañana, serán otros y quién sabe, quién con el hierro duele... Creo que la Iglesia del Sínodo debe ser diferente de eso. ¿Cómo puede la vida de la comunidad cristiana ser una parábola de un posible nuevo mundo si no puede superar sus conflictos sin ir a la exclusión? Prefiero el evangelio de Jesús que dice: perdona a tu hermano setenta veces siete.