Felices quienes descubren que en medio de las calles, de los edificios, de los atascos y del asfalto, también se hace diáfano el Misterio.
Felices quienes oran y contemplan en medio de la contaminación y el ruido del tráfico.
Felices quienes no se meten en su casa y se olvidan de los demás, sino que hablan y se preocupan por sus vecinos y los problemas de su barrio.
Felices quienes trabajan por mejorar las condiciones de su ciudad, quienes plantan árboles, quienes viajan en transporte público.
Felices quienes salen por las noches para disfrutar de las estrellas de la amistad, del cine o del teatro, del paseo por el parque, de la alegría de compartir al estar juntos.
Felices quienes trabajan por humanizar la ciudad, por convertirla en un lugar habitable, por repartir cercanía y ahuyentar tanta soledad.
Felices quienes descubren la historia de su localidad, se preocupan de mejorarla, de hacerla más habitable y asisten a los distintos eventos culturales y deportivos.
Felices quienes disfrutan de su ciudad, se preocupan por sus carencias, y cantan por sus calles cuando van o vuelven cansados y felices del trabajo diario.