No hay nada como el sedante de la cándida ignorancia,
que te guarece bajo la sombra protectora de la amnesia,
te ofrece las gafas oscuras que eclipsan la realidad
y te acuna en la placentera hamaca de la indiferencia.
El silencio, la insensibilidad y la apatía
son incompatibles con los sueños,
la cercanía de los corazones y su ternura,
el encuentro y la acogida.
Porque, aunque no te lo creas,
el futuro de otro mundo más fraterno y sororal
se hace presente en el trabajo que realicemos juntos.
Está en tus manos, en nuestras manos.