Renunciar para ser más humanos

Renunciar no significa desperdiciar,
sino aumentar
nuestra riqueza interior
tomando una opción alternativa.

Renunciar a poseer sin medida
no implica rebajar la calidad de vida,
sino elegir sentirnos más libres
para poder respirar mejor.

Renunciar a consumir más
no debe producirnos angustia,
sino la serenidad
de saber que estamos
construyendo un mundo
más habitable.

Renunciar a gastar sin control
no sólo es un esfuerzo
por la austeridad,
sino un acto de justicia
para con los empobrecidos.

Renunciar al egoísmo narcisista
no es dejar de mimarnos
lo indispensable,
sino alcanzar el verdadero amor
que nos debemos a nosotros mismos.

Renunciar al inmovilismo,
a la apatía
no es tomarnos
un descanso sabático,
sino entrar jubilosos
en la permanente
y necesaria novedad
del cambio para mejorar.

Renunciar al poder
del que disponemos
no significa el abandono
del esfuerzo,
sino empezar a vivir
con sencillez la vida,
junto a los sencillos, los pequeños,
los vencidos
a los que Dios revela al oído
los secretos
de una nueva sociedad
anhelada y construida
desde un modo de ser diferente:

más espiritual, cuidadoso,
comprometido,
natural, simple, gozoso,
terreno, cercano,
trascendente, comunitario, feliz.
Más humano.
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