Al andar se hace camino
«Caminante, no hay camino, se hace camino al andar» (Antonio Machado)
Dice el magnífico escritor Eduardo Galeano, defensor de las pequeñas causas que no salen en los libros de historia, de los olvidados de todas las edades, en un texto que se ha hecho célebre:
«La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar».
Para recorrer el sendero de la vida es necesario detenerse de vez en cuando para respirar, para descansar durante unos instantes y recobrar el aliento, para contemplar el entorno que nos rodea y seguir caminando con las fuerzas renovadas.
Cualquier camino siempre nos lleva hacia algún destino. Dicen quienes recorren el Camino de Santiago que lo importante no es llegar al final del recorrido, sino que lo importante es el camino mismo, quienes te acompañan, los paisajes que vas descubriendo, las dificultades que has logrado superar... Durante buena parte del recorrido se va mirando al suelo, para saber por dónde se pisa, para no tropezar. Pero conviene levantar de vez en cuando la mirada para fijarla en el horizonte, y no perder así de vista el destino de nuestro peregrinaje, aunque el momento a momento lo marque el sendero.
El camino se hace mucho más llevadero si lo recorremos junto a otros, si nos ayudamos a ir solucionando los problemas que vayan surgiendo, si nos animamos mutuamente cuando nos alcance el desánimo.
Como dice también Antonio Machado: «Caminante no hay camino, sino estelas en la mar». Estelas, rastros, señales, huellas… que nos han dejado marcadas tantas personas que han recorrido el mismo sendero antes que nosotros. Ningún hecho de la historia nos debe resultar ajeno, aprendiendo de algunos para no repetirlos, bebiendo de otros sucesos para recrearlos en las circunstancias actuales que estamos viviendo. Hay miles de hombres y mujeres que nos han dejado testimonios maravillosos, que pueden ayudarnos a valorar la cotidianidad, a entregarnos con gratuidad a los demás, a hacer todo lo posible por construir nuevos caminos que lleven a un futuro mejor para la humanidad y para la naturaleza de nuestra tierra en su conjunto.
En el camino de la vida lo más sorprendente son los encuentros fortuitos, inesperados, que nos deslumbran y nos ayudan a creer en el género humano. Hombres y mujeres, que no deben resbalar por nuestra existencia, sino que su testimonio y honestidad nos deben ayudar a dejarnos empapar por ellos e intentar seguir su ejemplo. En esto podemos servirnos de lo que descubrimos en las distintas redes sociales, aunque no hay nada que se le pueda comparar a una conversación tranquila, sosegada, preguntando, dejándose cuestionar, gozando de la presencia física, cercana del otro.
Sabiendo además que los mejores paisajes, los encuentros más fascinantes, las experiencias inolvidables, son las que acontecen en nuestro interior, en la reelaboración posterior, en la decantación del néctar más genuino, de la miel más pura, de la savia más vivificante. No hay viaje más embriagador que el que realizamos al hondón más íntimo de nuestro corazón.
«Felices a quienes el camino les parece siempre nuevo, cuando lo miran con los ojos curiosos del niño que llevan dentro».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)