El muchacho generoso
La multiplicación de los panes y de los peces es uno de los pasajes que aparecen en los cuatro evangelios. Es significativa, por lo tanto, la importancia que dieron los evangelistas al mensaje que querían transmitir a sus comunidades.
Sabemos que en los evangelios sinópticos pero, sobre todo en Juan,los denominados milagros significan signos del Reino. Es decir, no son hechos mágicos, extraordinarios, sobrenaturales, sino la prueba y verificación de que un tiempo nuevo ha llegado, en el que lo esencial es sanar a quien está herido, liberar a quien está oprimido, dar luz a quienes caminan en tinieblas, reintegrar a la sociedad a quienes se ha marginado, ofrecer dignidad a quien ha sido privado de ella, o alimentar a quien carece de pan para poder sobrevivir.
En este caso nos viene a decir Juan que lo importante no es el milagro de que hubieran comido cinco mil hombres (sin contar las mujeres y los niños…), sino el milagro de la solidaridad, pues cuando se comparte lo que uno es y tiene, hay para todo el mundo e incluso sobra en cantidad, en este caso, doce canastos llenos.
Pero en el pasaje de la multiplicación en Juan (6,1-15) hay un personaje que, normalmente, queda oculto, ignorado y al margen de los comentarios habituales a esta lectura. Se trata del muchacho propietario de los cinco panes de cebada y los dos peces (v. 9). Y en realidad es el protagonista de la escena.
Porque si no hubiera ofrecido lo que tenía para comer él y sus familiares, no se podría haber producido la multiplicación fraterna. Es decir, la donación desde la propia pobreza y vulnerabilidad, desde lo poco que se posee, pero que se ofrece desinteresadamente, de forma generosa, es la solidaridad más humana y auténtica, lo que da de verdad el valor a la persona.
Muchas veces pensamos que lo poco que hacemos cada día por los demás, en nuestro trabajo, en los distintos ambientes en que nos movemos, en la familia, con los amigos o en nuestro compromiso solidario, no sirve para casi nada, pues no cambia las estructuras, las grandes injusticas, las guerras, el hambre… “Pero, ¿qué es esto para tantos?”, dijo Andrés (v. 9).
Solo con la lucha y el trabajo diario, desde nuestra propia vulnerabilidad y realizado de forma sincera, generosa, gozosa, lo poco se transforma en mucho. Y lo más importante es que produce a nuestro alrededor felicidad, alegría, entusiasmo. Y esperanza de la buena.