Nada está perdido
Nada está perdido, si alimento en mi interior la cálida y brillante estrella de la esperanza, que alumbra y desvanece mis propias tinieblas.
Nada está perdido si procuro recorrer sendas de solidaridad, justicia y cuidado, que conducen a crear un mundo más equitativo y cordial.
Nada está perdido si trabajo cada día por la armonía y la reconciliación, para poder apaciguar los ánimos hostiles, en apariencia irreconciliables.
Nada está perdido si busco con decisión el bien común, por encima del lucro y los intereses particulares.
Nada está perdido si la ternura recubre mi piel, mi corazón y mi mirada, y la comparto con cualquier persona que esté abatida, desilusionada.
Nada está perdido si intento comunicar buenas noticias en mi entorno vital, sin negar la dureza de la existencia, para crear un ambiente más afable y gozoso.
Nada está perdido si la lámpara de la amistad da luz a mis pasos y mi vida, me ayuda a sonreír, me ofrece sosiego y me invita a convertir mis sueños en realidad.
Nada está perdido si me continúa asombrando la belleza, si me habita el manantial de la alegría, si el amor me ronda y le permito que cicatrice las heridas del alma.