Un tiempo nuevo
Vuelve un año más el Adviento, hablándonos al corazón de caminos que debemos allanar, sentimientos que tenemos que alentar, brasas que avivar de nuevo, silencios para escuchar mejor, atención para conmovernos ante el dolor y el sufrimiento y, por supuesto, también para celebrar los gozos y las alegrías que, gracias a Dios, también las hay en nuestro mundo y en nuestra realidad diaria…
Es un tiempo que nos invita a la reconciliación, dejando a un lado los sentimientos de culpa que nos paralizan, para dar énfasis a reconciliarnos con nosotros mismos, con la comunidad, con la familia y la sociedad en que vivimos, con la Madre Tierra...
Pero esta reconciliación será imposible sin cercanía, sin dirigirnos con emoción al encuentro del otro. Pedro Casaldáliga lo definía, como lo hacía siempre, de una forma sencilla, profunda, motivadora: “Humanizar la humanidad, practicando la proximidad”.
Por eso deberíamos suavizar los caminos hacia los demás, hacia nuestro entorno vital, buscando los nuevos senderos que conducen hacia otra vida más plena, libre, justa y fraterna.
De momento no vemos con optimismo el futuro, pero debemos alimentar la esperanza y labrarla a cada paso, principalmente desde las cosas más pequeñas, contemplando las semillas, los brotes que vemos que van surgiendo a nuestro alrededor, creando así algo nuevo, más cálido, diferente.
El Adviento no pretende mantener las estructuras antiguas y caducas del mundo que hemos vivido, y que aún estamos viviendo. Por el contrario, nos impulsa a trabajar por un orden nuevo (“a vino nuevo, odres nuevos”, diría Jesús), en el que se inviertan los valores e intereses de la sociedad actual.
Para ello el paradigma del cuidado se tiene que transformar en el corazón de la vida política y social de nuestro país: el cuidado hacia las personas más vulnerables, hacia las mujeres discriminadas y violentadas, hacia los ancianos olvidados, hacia la juventud sin futuro, hacia los enfermos sin recursos, hacia las personas en paro y desahuciadas, hacia los inmigrantes que buscan entre nosotros un futuro digno…
De cada uno de nosotros y nosotras, y de nuestro trabajo conjunto, depende que el tiempo por venir sea diferente, otro, mejor que el que estamos viviendo hoy día. Decía José Saramago hace años: “Existen dos superpotencias en el mundo; una es Estados Unidos, la otra lo eres tú”.
Por eso no debemos esperar que ningún salvador nos saque del abismo de la indiferencia e insensibilidad en la que estamos sumidos. Lo buscamos afanosamente aquí y allá, para que lo solucione todo por nosotros, aunque sin nosotros. Y sin saberlo ese Salvador está desde siempre en nuestro interior, invitando y alentándonos para que salgamos de nuestra comodidad y nos dirijamos al encuentro de las personas heridas, como fraternos y afectuosos samaritanos.
Pero solo nacerá de verdad en nosotros y nosotras, si cuidamos y fortalecemos nuestra vida interior para, en la medida de nuestras posibilidades, ir cambiando y haciendo nuestra su buena nueva de liberación, de dignidad y cuidado, bondad y ternura hacia todos los seres humanos y la naturaleza que nos rodea.
Siempre es tiempo de Adviento. Ve y acércate. Da tú el primer paso y contagia de esperanza y alegría a quienes tienes a tu alrededor, anunciando una gran noticia: siempre está a punto de volver a nacer el niño o la niña que aún habita en tu interior…