Anhelos de salvación, vampiros adolescentes y Adviento
ADVIENTO quiere decir esperar al que ha de venir a salvarnos, al Enmanuel, el Dios-con-Nosotros. Nos cuesta sintonziar con los jóvenes porque no sabemos leer los signos de anhelos de salvación que se dan en sus gustos y búsquedas. Ese sentido tien esta carta, que he publicado en el Boletín Salesiano de diciembre. La dejo aquí por si a alguien le sirve...
De vampiros adolescentes
Queridos Vanessa y Jonathan:
Se escucha con frecuencia
que los adolescentes de hoy
ya no soléis leer nada,
que los libros y vosotros
tenéis poco que ver.
Sin embargo, semanas atrás,
tú, Vanessa, llevabas en la mochila
unos libros bien gordos,
que has devorado en pocos días.
Incluso alguna vez en clase
te han llamado la atención
por leerlos y no prestar a atención
a las explicaciones de las asignaturas.
Escritos entre 2005 y 2008,
llevaban títulos curiosos:
Crepúsculo, Luna Nueva,
Eclipse, Amanecer.
De los tres primeros hay películas.
Me contasteis que salían
vampiros, hombres-lobo
y amores de adolescentes
del típico instituto norteamericano.
¡Menuda mezcla!, pensé yo.
Y hasta vi alguna de las películas
para averiguar por qué esos libros
os han enganchado tanto.
Luego resultaba que no eran de miedo,
sino más bien románticas,
y de amores imposibles
entre una chica humana
y un vampiro “objetor de conciencia”,
ya que ni mordía ni mataba,
aunque, eso sí, su esfuerzo le costaba.
Por si fuera poco, hay otro enamorado de la chica, y éste,
para variar, es hombre-lobo.
¿Por qué tanto interés vuestro
en esta complicada historia?
Puede ser que por lo romántico
del amor imposible,
por la extraña mezcla
del bien y del mal,
del amor y del miedo.
Creo que también hay cierta dosis
de la fascinación por los vampiros,
por el vivir para siempre
aunque sea convertido
en una especie de monstruo.
Hace unos años,
a la gente de vuestra edad
le impresionaba oír cantar
a Freddy Mercury, del grupo Queen,
una letra que decía
Who wants to live for ever
(“¿Quién quiere vivir para siempre?”),
cuando todos sabían que le quedaban
pocos meses de vida a causa del SIDA,
entonces (era 1991) mucho más mortal.
Os fascina que Bella, la protagonista,
esté dispuesta a convertirse
en vampiresa
con tal de permanecer
con su vampiro-enamorado
para siempre.
Al final, no es tan extraño
que os lleguen estas cosas, porque son
los temas eternos del ser humano:
los límites entre el bien y el mal,
el deseo de amar,
sobre todo el amor,
romántico e imposible,
la capacidad de sacrificio,
el deseo de eternidad,
el deseo de trascender esta vida,
de acceder a lo maravilloso
y fascinante,
aunque sea lo fascinante-terrible.
Está visto que esas teclas de siempre
están también en vosotros.
A lo mejor la escritora de vampiros,
la tal Stephenie Meyer,
nos podía dar a educadores
y agentes de pastoral
unas pocas lecciones
de lenguaje adolescente…
De vampiros adolescentes
Queridos Vanessa y Jonathan:
que los adolescentes de hoy
ya no soléis leer nada,
que los libros y vosotros
tenéis poco que ver.
Sin embargo, semanas atrás,
tú, Vanessa, llevabas en la mochila
unos libros bien gordos,
que has devorado en pocos días.
Incluso alguna vez en clase
te han llamado la atención
por leerlos y no prestar a atención
a las explicaciones de las asignaturas.
Escritos entre 2005 y 2008,
llevaban títulos curiosos:
Crepúsculo, Luna Nueva,
Eclipse, Amanecer.
De los tres primeros hay películas.
Me contasteis que salían
vampiros, hombres-lobo
y amores de adolescentes
del típico instituto norteamericano.
¡Menuda mezcla!, pensé yo.
Y hasta vi alguna de las películas
para averiguar por qué esos libros
os han enganchado tanto.
Luego resultaba que no eran de miedo,
sino más bien románticas,
y de amores imposibles
entre una chica humana
y un vampiro “objetor de conciencia”,
ya que ni mordía ni mataba,
aunque, eso sí, su esfuerzo le costaba.
Por si fuera poco, hay otro enamorado de la chica, y éste,
para variar, es hombre-lobo.
¿Por qué tanto interés vuestro
en esta complicada historia?
Puede ser que por lo romántico
del amor imposible,
por la extraña mezcla
del bien y del mal,
del amor y del miedo.
Creo que también hay cierta dosis
de la fascinación por los vampiros,
por el vivir para siempre
aunque sea convertido
en una especie de monstruo.
Hace unos años,
a la gente de vuestra edad
le impresionaba oír cantar
a Freddy Mercury, del grupo Queen,
una letra que decía
Who wants to live for ever
(“¿Quién quiere vivir para siempre?”),
cuando todos sabían que le quedaban
pocos meses de vida a causa del SIDA,
entonces (era 1991) mucho más mortal.
Os fascina que Bella, la protagonista,
esté dispuesta a convertirse
en vampiresa
con tal de permanecer
con su vampiro-enamorado
para siempre.
Al final, no es tan extraño
que os lleguen estas cosas, porque son
los temas eternos del ser humano:
los límites entre el bien y el mal,
el deseo de amar,
sobre todo el amor,
romántico e imposible,
la capacidad de sacrificio,
el deseo de eternidad,
el deseo de trascender esta vida,
de acceder a lo maravilloso
y fascinante,
aunque sea lo fascinante-terrible.
Está visto que esas teclas de siempre
están también en vosotros.
A lo mejor la escritora de vampiros,
la tal Stephenie Meyer,
nos podía dar a educadores
y agentes de pastoral
unas pocas lecciones
de lenguaje adolescente…