Educar en la interioridad con canciones actuales (2)
Después de reconocer nuestra riqueza interior, podemos dar el paso de buscar el origen o causa de ella. Los mejores hombres y mujeres de la historia de la espiritualidad humana han sido grandes buscadores. Algunos personajes evangélicos (la samaritana, Nicodemo, el centurión de la crucifixión, Pablo y tantos otros) pueden valernos como textos de contraste con las letras de las siguientes canciones. Hay ciertas búsquedas más superficiales que pueden servir de entrenamiento, como sucede con esta canción de Nelly Furtado, titulada Te busqué (cf. MJ junio 2007):
Estuve bien, estuve mal.
Tuve rabia, tuve paz.
Y todo lo que te di
por un tubo se fue.
En el cielo me sentí
y en el suelo me vi.
Una vida así
no es posible vivir.
Quiero sentirme mejor,
quiero sentirme mejor
Cariño mío, sentirnos mejor
Te busqué debajo de las piedras y no te encontré,
en la mañana fría y en la noche te busqué
hasta enloquecer.
Pero tú llegaste a mi vida como una luz,
sanando las heridas de mi corazón,
haciéndome sentir vivo otra vez.
El mismo título, Te busqué, tiene una canción de Mecano, que figuraba en su L.P. Entre el Cielo y el Suelo. El estribillo parece precisamente escrito por San Agustín: “Te busqué en el corazón y allí estabas…, en silencio oí tu voz”. Nos recuerda también al profeta Elías, que oye la voz de Dios en una brisa suave, no en el fuego y en la tormenta…
Te busqué debajo del colchón
y en el polvo de la habitación.
Te busqué con un ordenador
y con la antena del televisor.
Te busqué por toda la ciudad
y en el pozo de la soledad.
Te busqué en los ojos del dolor
y en los ojos de la diversión.
Te busqué en el corazón
y allí estabas tú en un rincón;
te busqué en el corazón
y en silencio oí tu voz.
Te busqué en el oro y el placer
y en el cuerpo de alguna mujer.
Te busqué en las drogas y el alcohol
y en los vicios y en la corrupción.
Te busqué en los templos de oración
y en los libros que hablan del amor…
Con metáforas más profundas y quizá más difíciles de entender a la primera, otra canción que indaga en la propia interioridad y en que se “habla con el propio corazón”, es Sin llaves, de El Ultimo de la Fila, en que el autor reconoce que está “sin llaves a la puerta del instante”, pero quiere que su alma remonte el vuelo:
La vida que espero y esperaré
a la sombra en el oasis que me inventé,
como sabio en las cumbres del saber,
soy alga en el mar de la calma,
soy tabla de mi propia salvación.
Me quiero y me protejo de mi misma voz.
Llévame, con mi corazón
yo suelo hablar,
donde reina un tibio sol,
a la luz de una espiga
donde calentar
mis pies descalzos o quizá
donde andar.
Quien duda no espera remanso en el agua fiera.
Qué pienso si siento anhelos del sentimiento.
Mi risa, mi tiempo, que entran ansiosos
por enamorar.
Llévame, con mi corazón
yo suelo ir,
al lugar donde nac,í
a buscar caracolas
al fondo del mar
que inunden mi paladar.
Despliego mis velas que hay que partir,
ahora canta el jilguero junto al rosal.
El alma remonta, quiere volar,
hoy es un gavilán en celo.
Candiles de aceite habrá que encender,
pintores holandeses mis manos mancharán.
En este altar antiguo que levanté
a lo alto de mis horas quiero subir,
y como polen nuevo me quiero esparcir
en total abandono.
Candiles de aceite habrá que encender
sin llaves a la puerta del instante estoy.
A propósito de los candiles de aceite que hay que encender para buscar, hay frases evangélicas que nos pueden servir para ser confrontadas con la letra de la canción: “Dijo Jesús: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas" (Juan 8, 12).
Hay que reconocer que hoy en día a veces las búsquedas son superficiales y casi compulsivas, degenerando en un turismo espiritual de lo más exótico, prototipo de la llamada religiosidad silvestre o salvaje (Françoise Champion). Esta irónica canción de Joaquín Sabina –Cómo decirte, cómo contarte- nos puede servir para ver si como buscadores nos identificamos con la protagonista de la canción, y también para vacunarnos de soluciones facilonas pero falsas a la pregunta por la interioridad:
Los chavales que te besaban
nunca se llamaban Alain Delon,
la vida era un pez dormido,
el estribillo insípido de un Rock and Roll.
Así que un buen día dijiste:
“Olvidadme”, y a Madrid haciendo auto stop,
con un proyecto en la piel
y escrita en un papel, mi nueva dirección.
Buscando el tiempo perdido
te has ido acostando con media ciudad
pero el gran amor no deshizo tu cama
y te aburriste de promiscuidad.
Cada noche un rollo nuevo,
ayer el yoga, el tarot, la meditación,
hoy el alcohol y la droga,
mañana el aerobic y la reencarnación.
Cómo decirte que el cielo está en el suelo
que el bien es el espejo del mal,
cómo contarte que al tren del desconsuelo
si subes no es tan fácil bajar.
Cómo decirte que el cuerpo está en el alma,
que Dios le paga un sueldo a Satán.
Cómo contarte que nadie va a ayudarte
Si no te ayudas tú un poco más.
Qué consejos voy a darte yo
que ni siquiera sé cuidar de mí.
Tengo ya tan ocupado el corazón
no queda sitio para ti.
Un amigo me ha contado
que el martes pasado te escuchó gritar
en medio del supermercado:
“¿Quién me vende un poco de autenticidad?”
Mañana te vuelves a casa,
sin pena ni gloria ni príncipe azul
Y contarás tu aventura
como una locura de la juventud.
Pero no te engañes pensando
que el redil de vuelta va a seguir igual,
el alquitrán del camino
embriaga más que el suave vino del hogar.
Cómo decirte…
Para terminar, algunas canciones pueden servir de prolegómenos a la fe, aunque “sólo” hablen de fe o confianza en otra persona. Por si no se ha advertido, ese adverbio "sólo" tiene un matiz irónico, porque creemos que la fe-confianza en padres, familiares, amigos/as, enamorados/as- puede preparar la estructura antropológica básica que permitirá creer-confiar en Dios. Es el caso de esta canción de Luz Casal, titulada Mi confianza (cf. MJ marzo 2000):
Si un día perdiera mi calma y mi paz
no sabría qué hacer y cómo ayudar.
Si perdiera la fe, tendría en ti
algo en lo que creer.
Pongo mi confianza en ti,
tú no me dejarás, nunca me traicionarás,
dos impulsos y un solo ser,
haciéndome pensar que puedo
mantenerme en pie.
Nunca perderé mi confianza en ti.
No, nunca perderé mi confianza en ti.
Tu aliento me llevó al abrigo del mar,
lejos de la traición de tanta falsedad.
El tiempo inútil y gris no inyectará
nunca su veneno mortal.
Pongo mi confianza en ti,
tú no me dejarás y tienes tanto que decir.