¿UN JESÚS SIN DIOS? EL CARTEL DE “EL DISCÍPULO”
Reconozco que no he visto aún la película El discípulo. Espero verla para juzgar con conocimiento de causa, que es lo mínimo que se debe hacer en estos casos. Ahora bien, para lo que me propongo, me basta con analizar la única frase del cartel publicitario: “El hombre que nunca fue Dios”. ¡Vaya! De entrada, ¡qué afirmación prudente y llena de matices! El director de la película ya sabe que Jesús nunca fue Dios. “Never, never, never”, que decía un presidente de un equipo de fútbol sobre un fichaje.
En realidad, poco hay nuevo bajo el sol en este caso. Eso de pensar un Jesús sin Dios ya lo hizo, por ejemplo, el filósofo Ernst Bloch en 1968, en su libro El ateísmo en el cristianismo. Lo que pasa es que el escrito del pensador alemán parecía algo más serio y que dio más frutos, también para la teología del tiempo, que el argumento de la película en cuestión, según los resúmenes que he podido leer, al menos desde mi punto de vista.
La base del guión de la película es muy sencilla, y es un lugar común desde hace ya dos siglos y medio. Parte de la distinción excluyente (en lo de excluyente está el problema y la trampa) entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Permítanme explicarlo vulgarmente: Cojo los evangelios, le resto todo lo que suene a confesión de fe cristiana (Cristo de la fe), y obtengo cómo fue Jesús de verdad (Jesús histórico). Suena sencillo y claro. Pero no es del todo cierto.
Yo me quedo con la distinción mucho más honesta de un experto en el tema mundialmente muy respetado, el estadounidense John P. Meier. Meier distingue tres conceptos en vez de dos: el Jesús real, Jesús histórico y Cristo de la fe. El Cristo de la fe es el confesado en los evangelios; el Jesús histórico es el retrato que hacen los historiadores prescindiendo de la confesión de fe. Pero ese no es el Jesús que existió de verdad. A este tercer Jesús, el que existió de verdad, Meier le llama Jesús real. ¿Por qué iba a ser más cercano al real el Jesús de Emilio Ruiz Barrachina que el de los cuatro evangelios? En realidad, la frase “El hombre que nunca fue Dios” no es científica, sino, a su vez, otra confesión de fe. Es decir, el director de la película tiene certeza, o al menos cree que cree, como diría el filósofo italiano Gianni Vattimo, que Jesús nunca fue Dios. Bien, está en su derecho, como lo estamos millones de cristianos al creer el núcleo central del testimonio de los cuatro evangelistas. La gran trampa de ciertas películas y novelas recientes sobre Jesús es que nos vendan que ellos tienen MÁS argumentos científicos. No es verdad. Y que conste que creo que ese rastreo histórico es una labor intelectualmente imprescindible y honesta, con tal que luego no nos den gato por liebre en los resultados. Y llamo dar gato por liebre a afirmar sin matices y con rotundidad pretendidamente científica una frase como la del cartel: “Jesús: el hombre que nunca fue Dios”.
Permítanme explicarme con un ejemplo no exento de humor. Voy a escribir una historia del fútbol en el siglo XX en España, pero sin nombrar al Real Madrid, que le tengo mucha manía y me suena poco creíble históricamente, y más si soy –pongamos- anticentralista o cosas similares. Es verdad que los seguidores del Real Madrid a veces somos muy pesados y hemos exagerado las conquistas y éxitos de nuestro equipo. Pero eso no quiere decir que la historia del fútbol español contada tachando el nombre de Real Madrid sea más verdadera. No, más bien todo lo contrario. Habrá más objetividad si hablo de todos los equipos que han ganado más títulos en el siglo XX (Real Madrid, Barcelona, Bilbao, Atlético de Madrid, Valencia, en fin, todos los que sean). Pero no excluyo ninguno de entrada. Pues, de modo similar, no es más científico, sino menos, excluir de entrada todo lo que dicen los evangelios sobre Jesús. Por supuesto que hay que hacer una crítica histórica sobre ellos, reconocer las tradiciones orales que subyacen en los textos, etc. Pero ese camino ya fue asumido (aunque costase no poco esfuerzo) en la constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II.
Esta postura equilibrada al valorar los elementos históricos del evangelio y las fuentes extracristianas no es nueva. Ya la tenía Ernst Käsemann el 20 de octubre de 1953, cuando dictó su famosa conferencia titulada "Nueva pregunta sobre el Jesús histórico". Según Käsemann, en los evangelios hay un núcleo razonablemente suficiente sobre cómo fue Jesús de verdad. Son relatos creyentes y de confesión de fe. ¡Pues claro! Pero el ser no creyente tampoco me da ni un ápice de ventaja científica para acercarme más a la verdad objetiva. ¿O sí? ¿No transmiten algunos esa sensación? Como si ser del Jerez o del Rayo Vallecano me garantizara escribir una historia más objetiva que si soy madridista. No, ni una cosa ni otra.
Dejo el fútbol y pongo otro ejemplo: De José se sabe poco. Es cierto, pero ¿por eso precisamente tengo que aceptar que murió luchando a espada con los romanos? ¡Caramba! Esa no era la lógica que aprendí en las clases de filosofía.
En realidad, vuelve a acertar plenamente John P. Meier al afirmar: “No existe una Suiza neutral en la investigación sobre Jesús”. De acuerdo. Por eso no me gusta que me vendan como “país neutral” lo que no lo es.
Me permito acabar este post, ya excesivamente largo, citando a alguien que desde el punto de vista creyente explicaba bien, hace cerca de treinta años, lo que creemos los cristianos sobre la relación entre Jesús y Dios. Se trata del teólogo dominico Claude Geffré, que no es precisamente un teólogo conservador:
“Si nos limitáramos a sustituir el teísmo de la antigua teología por un Jesucentrismo desembocaríamos en un callejón sin salida en lo que respecta al futuro del cristianismo […]. El sí a Jesús y el no a Dios, de moda en ciertos cristianos, compromete la universalidad del cristianismo. Hace todavía más difícil el diálogo con las grandes religiones y desanima a todos los agnósticos que buscan a Dios. En contra de lo que se escribe en algunas ocasiones, no es Dios mismo quien crea dificultades a muchos creyentes de hoy, sino el carácter escandalosamente histórico del cristianismo, el hecho de que Dios haya ligado su suerte a la de un judío del siglo I. Hay que rechazar al Dios-ídolo del pensamiento conceptual. Pero sustituir a Dios por Jesús es hacer del mismo Jesús un ídolo. Tenemos que ser fieles al Nuevo Testamento, en el que constatamos que es imposible conocer a Jesús al margen de su relación con el Padre, de la misma manera que es imposible conocer a Dios fuera de Jesús” (C. GEFFRÉ, El cristianismo ante el riesgo de la interpretación, p. 157.)
“Desde que Dios se hizo hombre en Jesucristo, Dios y la realidad están misteriosamente unidos pero no identificados en el ser de Cristo. Responder a Dios sin responder de lo real sería alienación, pues es imposible responder de lo real en profundidad sin responder a Dios” (p. 159).