LOS DIEZ LEPROSOS Y EL MUS
El primer nivel de explicación, el más superficial, es el que se suele escuchar habitualmente en las homilías al uso. Bastaría darse hoy una vuelta por cuatro o cinco iglesias, y lo constataríamos. Jesús cura a diez leprosos y sólo uno vuelve a dar gracias. ¡Hay que ver! ¡Qué desagradecidos! Y desde aquí podemos extendernos en meditaciones más o menos piadosas sobre la necesidad (¡muy cierta!) de dar gracias Dios.
Pero Lucas nos sugiere muchas más cosas en un segundo nivel de lectura. El problema de los 9 leprosos desagradecidos es que, en terminología del mus, son jugadores que sólo van “a por la chica”. Es decir: son curados por Jesús de la lepra, que era una enfermedad socialmente muy estigmatizada. Les apartaba del resto de la sociedad, que debían abandonar, por un terrible miedo al contagio. Los 9 leprosos van a presentarse a los sacerdotes para que éstos ratificaran su curación y se reintegraran en la sociedad. Lo único que quieren es recuperar una vida normal. Por eso digo que son jugadores que van “a por la chica”, no van “a por todas”, no quieren ganar la partida, sólo regatear un poco con Dios con para ser “normales”. Por eso no tienen tanto que agradecer a Jesús.
El décimo leproso, que encima es samaritano, es el único que aprecia con lucidez de qué va la partida. Cae en la cuenta de que curarse de la lepra es sólo un pequeño aperitivo de lo que Jesús puede ofrecerle. Ahí está el centro del asunto: el agradecido lo es porque se descubre a sí mismo como AGRACIADO. Intuye que Jesús puede darle no sólo un poco de felicidad (la curación corporal), sino la FELICIDAD PLENA. Y vuelve a por más. Vuelve para apostar todo a una carta, para ganar. Ya no es un jugador que va sólo a la chica, sino que va a por el órdago, va a por todas, va a por el exceso de salvación que ofrece Jesús.
Muchas veces narramos un evangelio de "jugadores de chica": lo mínimo para salvarte, lo mínimo para ir tirando, lo mínimo para no caer en pecado mortal... Pero Jesús nos predica el evangelio de los excesos, del que va “a por la grande”: convierte el agua en vino del mejor (no en un vino medianillo para cumplir); la red desborda de peces aunque se rompa, no unos cuantos pececillos para ir tirando (sólo los que quepan en la despensa); multiplica el pan para 5000 y sobra a montones, no ajusta los recursos. Es un verdadero despilfarrador… Por eso sólo los que apuestan a la grande, van a por todas, quieren todo y no sólo un poco de Jesús, encuentran la FELICIDAD PLENA a su lado. Sólo ellos son verdaderamente AGRACIADOS y saben ser AGRADECIDOS.
Y es que, con el evangelio, sucede lo que con el mus:
“Jugador de chica, perdedor de mus” = “Cristiano prudente y sin deseo de exceso de salvación,… (complételo Ud mismo)”