SACERDOTES, ESCÁNDALOS RECIENTES Y COHERENCIA

Hace apenas dos semanas participé en una ordenación sacerdotal. Hay un momento del rito en que el nuevo sacerdote recibe de manos del obispo la patena y escucha estas palabras impresionantes y dignas de una pausada meditación:

“Considera lo que realizas
e imita lo que conmemoras,
y conforma tu vida
con el misterio de la cruz del Señor”.

Es terrible pensar en los escándalos que llevan unas semanas en boca de todos, si los ponemos en relación con esas palabras. Qué pena que tantos sacerdotes (no entro a discutir si muchos, bastantes o pocos: en cualquier caso siempre demasiados) no hayan imitado lo que conmemoran ni hayan conformado su vida con la de Cristo, sino todo lo contrario.

También escandalizan ciertas justificaciones de estos actos: "Si el fundador ha pecado gravemente, señal de que lo que ha fundado es obra de Dios". No. Difícilmente se puede construir sobre una piedra angular corrompida. Estas palabras del teólogo jesuita Bernard Sesboüé, escritas hace unso 20 años, nos pueden iluminar en este momento de crisis:

- “La Iglesia no debe olvidarlo nunca: la palabra desmentida por la conducta no tiene eficacia alguna” (B. SESBOÜÉ, Jesucristo, el único mediador, vol. II, p. 258).

- “La orden del Señor: Haced esto en recuerdo mío no puede limitarse a la reiteración de la celebración de la eucaristía. Significa en el fondo: vivid y morid en memoria mía, siguiéndome a mí, lo mismo que yo viví y morí; amaos los unos a los otros en memoria del amor que yo he manifestado por vosotros. Para que podáis hacerlo, repetid los gestos que yo he hecho y por los que seguiré estando con vosotros. La fórmula del Pontifical de las ordenaciones: Imitad lo que practicáis litúrgicamente (Imitamini quod tractatis) vale para toda la Iglesia: tiene que imitar lo que está invitando a celebrar. La celebración eucarística sería inoperante si su existencia no fuera eucarística” (p. 276).

Ahora bien, también es verdad que Sesboüé añade: “Aquí reside la diferencia fundamental entre Cristo y la Iglesia: Cristo era sin pecado, la Iglesia está hecha de pecadores convertidos, o más exactamente, de pecadores en devenir de conversión” (p. 277). Precisamente por eso es tiempo de pedir perdón, de limpiar a fondo, de reconocer la verdad y poner los medios para que no vuelva a pasar lo que ha sucedido. Es tiempo de trabajar para que la conducta de los ministros no desmienta el evangelio predicado y vivido. En esa coherencia recuperada nos va la vida.
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