¿TODO VA BIEN?
Cuando un inocente muere,
cuando a alguien se le arranca de la vida
sin haberlo merecido
-¿es que alguien lo merece…?-
nos parece que se abre una brecha
que por un momento hace añicos
nuestra consolidada confianza
en que “todo va bien”.
El sistema en que vivimos
es garantía de lo bueno.
Lo de la muerte de Jesús
fue cosa de aquellos tiempos.
Hoy somos civilizados,
y sólo el que se sale de los cauces
-¡él se lo ha buscado!-
puede llegar a morir.
Si muere un delincuente
a la vuelta de cualquier esquina,
o en el patio de una cárcel,
aunque tenga sólo 18 años…
¡él se lo ha buscado!
Si muere aquel drogadicto
tirado en la calle,
que nunca encontró a nadie,
que siempre estuvo solo…
¡él se lo ha buscado!
Si muere ese cristiano
en El Salvador o en Paskistán,
que eligió no callar,
que no pactó con la prudencia…
¡él se lo ha buscado!
Y en el fondo pensamos
que de modo parecido Jesús,
que no fue diplomático,
y no aprobó el sistema que “iba bien”…
¡también Él se lo buscó!