El desierto espiritual: difcultad y oportunidad

Recojo unas reflexiones que me suscitó la homilía del Papa en la apertura del Año de la Fe. han sido publicadas en el Boletín Salesiano de enero de 2013.

Desde octubre de 2012 estamos celebrando un Año de la Fe. Se nos invita a hacer un camino. Lo mejor que podemos hacer a la hora de ponernos en marcha es escuchar al que nos ha invitado a hacer este viaje. ¿Por qué se le ha ocurrido? ¿Cómo quiere que lo hagamos? Nos referimos, por supuesto, al Papa Benedicto XVI, y él mismo nos ha proporcionado una interesante explicación de la necesidad de revitalizar la Fe Cristiana en su Homilía de Apertura del Año de la Fe, pronunciada el 11 de octubre de 2012. Escuchemos sus palabras (van en cursiva y entrecomilladas).

1.- “Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos”.

El Papa comienza reconociendo una necesidad. Nos viene bien reconocer los problemas y no esconder la cabeza, como hace el avestruz. Y también nos viene bien aprender de los creyentes que se han enfrentado a problemas similares, como hizo el Concilio Vaticano II.

2.- “En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío”.

Me llama la atención la metáfora elegida el Papa. Hoy tenemos miedo al desierto, porque es la ausencia de vida. Los grupos ecologistas nos hablan del aumento, año a año, en millones de kilómetros cuadrados, de loas zonas de desierto. Una auténtica tragedia. Pero el desierto espiritual, dice el Papa, equivale al vacío. A mí me ha recordado aquella película (antes, novela), La Historia Interminable: el vacío y el desierto se iban comiendo a toda velocidad el mundo. Un joven, Atreyu, luchaba contra el avance del desierto. ¿Qué hago yo para conservar el agua fresca de la fe en medio del desierto de nuestro mundo, en mí mismo y en los demás? ¿Soy de los que resecan o de los que riegan?

3.- “Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa”.

Me parece muy interesante que el Papa sepa descubrir en esta situación de crisis también una oportunidad. Algunos equipos sólo se ponen las pilas, como se dice hoy, cuando van perdiendo, y son capaces de remontar. El Papa nos invita a ser como ellos. Dicen los beduinos que sólo el que habita en el desierto sabe el valor del agua, porque se ha acostumbrado a no desperdiciarla y aprovecharla como un tesoro. Muchos personajes de la Biblia descubren a Dios precisamente en zonas de desierto: Moisés y el pueblo que él guiaba, profetas como Amós y Oseas, Juan el Bautista, y el propio Jesús al comienzo de su misión. También nosotros, cristianos del siglo XXI, estamos llamados a buscar lo esencial en los desiertos espirituales que habitamos.

4.- “En el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino”.

Cada Adviento leemos textos del profeta Isaías que nos invitan a tener esa esperanza y optimismo del que hablaba aquí Benedicto XVI: “En en el desierto trazaré un camino” (Is 43,19); “en el desierto despejad el camino de Yahvé” (Is 40,3); “el desierto se engalanará y la estepa extenderá una alfombra tupida de flores bajo los pies del cortejo triunfal, y exultará de júbilo al contemplar la gloria de nuestro Dios” (Is 35,1-2). Ojalá aprovechemos este año para dejarnos llenar de esa Vida Nueva que menciona el Papa. Ya sabes: no te quejes del desierto espiritual; riégalo y llénalo de vida con tu testimonio vivo y esperanzado de fe.

5.- Y para acabar, nada mejor que las palabras del Papa:

"Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión”
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