Sobre la división en la Iglesia: adivinanza

Los primeros cristianos, según Hechos de los Apóstoles, evangelizaban a base de decir: "Ven y verás". Y los que iban decían: "Mirad, cómo se aman..."

Aunque entonces no todo fue tan color de rosa, los que trabajan en la pastoral con jóvenes saben que la dificultad más seria de los grupos juveniles cristianos es el paso o integración en la comunidad cristiana adulta, normalmente la parroquia. Muchos jóvenes cristianos quedan sorprendidos de lo que ven y terminan comentando: "Mirad qué poco se aman", "mirad qué divididos", "mirad qué modelos más opuestos..."

Todo cambiaría si se cumplieran estos deseos escritos hace siete años por... ¿quién? ¿Podrían adivinar los lectores qué famoso teólogo esperaba y deseaba un clima eclesial de más caridad, más radicalidad evangélica en nombre de Jesús, más participación y corresponsabilidad, más amistad y comunicación, más servicialidad, más estima y acogida, más colaboracion cordial, más valoracion de las legítimas dievrsidades..., en definitiva, más comunión? He aqui sus palabras textuales, pueden leerlas y ¡adivinen de quién son!:

"Las Iglesias particulares:

- cultiven un clima de caridad fraterna, vivida con radicalidad evangélica en el nombre de Jesús y de su amor;
- desarrollen un ambiente de relaciones de amistad, de comunicación, corresponsabilidad, participación, conciencia misionera, disponibilidad y servicialidad;
- estén animadas por actitudes recíprocas de estima, acogida y corrección (cf. Rm 12, 10; 15, 7-14), de servicio y ayuda (cf. Ga 5, 13; 6, 2), de perdón mutuo (cf. Col 3, 13) y edificación de unos con otros (cf. 1 Ts 5, 11);
- se esfuercen en realizar una pastoral que, valorando todas las diversidades legítimas, fomente una colaboración cordial entre todos los fieles y sus asociaciones;
- promuevan los organismos de participación como instrumentos preciosos de comunión para una acción misionera armónica, impulsando la presencia de agentes de pastoral adecuadamente preparados y cualificados.

De este modo, las Iglesias mismas, animadas por la comunión, que es manifestación del amor de Dios, fundamento y razón de la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5, 5), serán un reflejo más brillante de la Trinidad, además de un signo que interpela e invita a creer (cf. Jn 17, 21)".
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