Mi comentario al film del momento "Cónclave": una parábola sobre el poder
Con un excelente guion, el film se sirve de un acontecimiento eclesial no exento de morbosidad, por su misterio y secretismo, para filmar una parábola sobre el poder político
El cónclave aparece como un laboratorio para conocer los recovecos del corazón humano en una situación límite
Lo consigue mediante la aplicación del lenguaje propio de thriller conspiranoico, centrado en los excelentes diálogos y la extraordinaria interpretación del actor inglés Ralph Fernes
Es cierto que el espectador no se tragaría algunos golpes de efecto inverosímiles, sin el interés con que es conducido, la fuerza de sus diálogos, los planos intimistas, su mesura y suavidad eclesiástica que se mantiene en la primera parte del film
Lo consigue mediante la aplicación del lenguaje propio de thriller conspiranoico, centrado en los excelentes diálogos y la extraordinaria interpretación del actor inglés Ralph Fernes
Es cierto que el espectador no se tragaría algunos golpes de efecto inverosímiles, sin el interés con que es conducido, la fuerza de sus diálogos, los planos intimistas, su mesura y suavidad eclesiástica que se mantiene en la primera parte del film
| Pedro Miguel Lamet
Conseguir que el espectador quede atrapado por las intrigas de un grupo de ancianos cardenales que conversan entre sí, encerrados en cónclave, no era tarea fácil. Pero es el desafío al que se enfrenta el realizador alemán Edward Berger en Cónclave, un film coproducido por Estados Unidos y Reino Unido que está levantado polémica y al mismo tiempo un importante taquillazo.
Es cierto que los fastos y ritos vaticanos siempre han fascinado al cine, especialmente a grandes producciones de Hollywood, por su vistosidad y misterio. Pero aquí nos encontramos con varios factores que hacían arriesgada esta producción: la Iglesia católica está en una época de crisis en la opinión pública en la actualidad, y el tema, la vida interna de un cónclave para elegir papa, sin salir de él, era un reto difícil para un público habituado al cine de impactos visuales.
¿Qué ha hecho Berger? Con un excelente guion, servirse de un acontecimiento eclesial no exento de morbosidad, por su misterio y secretismo, para filmar una parábola sobre el poder político con sus ambiciones, intrigas, debilidades y también idealismo por cambiar el mundo. Un cónclave, si prescindimos de la dimensión espiritual, es, como un matraz cerrado, una coctelera de intenciones y sentimientos, un laboratorio para conocer los recovecos del corazón humano en una situación límite.
Lo consigue mediante la aplicación del lenguaje propio de thriller conspiranoico, centrado en los excelentes diálogos y la extraordinaria interpretación del actor inglés Ralph Fernes, que encarna el papel del cardenal Lawrence y que, como diácono responsable del cónclave, lleva sobre sus hombros el peso del film y, por tanto, el eje por él que rota toda la trama, muy bien secundado por Stanley Tucci e Isabella Rossellini, entre otros.
En un tono de sombras y medias voces, la película arranca con los rituales misteriosos de la muerte del papa y se desarrolla en el transcurso de las cinco votaciones necesarias para conseguir la elección del nuevo pontífice. La trama sostiene su interés a través de la revelación de secretos, confidencias y diálogos que plantean, entre algunas motivaciones religiosas, intereses y juegos de poder típicamente humanos en toda competencia por alcanzar presidir un gobierno.
Se sirve el director de una planificación detallista, gracias a un estudio exhaustivo de la complicada escenificación del ritual vaticano, primeros planos psicológicos y un ritmo casi policiaco. Aunque Cónclave no es una película religiosa, sí plantea de algún modo, aunque sea de soslayo, temas como la fe, la moral sexual, el papel de la mujer, la guerra, el terrorismo y el tercer mundo.
La presencia del efectismo, en algunos momentos arriesgado, propios del thriller, no impide que también sea un film de tesis, donde no están ausentes las cuestiones sobre sexualidad controvertidas en la Iglesia. Lo que no aparece explícitamente en ningún momento es la creencia en el Espíritu Santo, aunque sí en la autenticidad y la honradez de vida.
Es cierto que el espectador no se tragaría algunos golpes de efecto, si el resto del guion no se distinguiera por haberle conducido atrapado por el interés de la trama, por la fuerza de sus diálogos, los planos intimistas, su mesura y suavidad "eclesiástica", que se mantienen en la primera parte del film. Gracias a ello se nos prepara para aceptar recursos un tanto rocambolescos e inverosímiles, que, sin embargo, dejan en el aire interrogantes, que interpelan sobre cuestiones de nuestro tiempo. No me extrañaría que este film, por sus habilidades cinematográficas, fuera candidato al Óscar, aunque en todo caso recibirá el premio de una masiva aceptación de espectadores en busca de emociones envueltas en intriga y apariencias de film de tesis.