EL AHORA INFINITO
Cuando yo entre mis manos te sostengo
cada mañana al abrirse el día
y pronuncio esa palabra que no es mía
para hacerte venir, no te retengo,
ni siento mi poder, pues no intervengo
en ese prodigio del pan, tu eucaristía.
Es como si desapareciera en la sinfonía
de un canto universal del que provengo,
y, perdido mi yo, me disolviera
en el fuego inicial de esa mirada
con que el mundo exterior se hizo visible,
y tal tromba de luz me convirtiera,
abrazado al vacío de mi nada,
en un “ahora” infinito e inasible.
Pedro Miguel Lamet