Se trata de una obra de gran trascendencia ¿Qué pasará con 'La verdad los hará libres' en Argentina?
El año 2023 tuvo en ámbito eclesial y extra eclesial en Argentina, un acontecimiento editorial de gran importancia. A principios de febrero, aparecía el primer tomo de la obra titulada “La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983”, editada por Planeta, en su sección sobre estudios de los 70’: “Espejo de la Argentina”
Será bueno pensar en un libro de “divulgación”, bien escrito, ágil (no más de 200 páginas), con textos documentales seleccionados de manera inteligente, sin aparato crítico, con “vínculos” a los capítulos de la obra, fundamentado con los materiales que ofrecen las 2300 páginas, con sus casi 5000 notas, que incluye una completísima y valiosa bibliografía que componen los tres tomos
El año 2023 tuvo en ámbito eclesial y extra eclesial en Argentina, un acontecimiento editorial de gran importancia. A principios de febrero, aparecía el primer tomo de la obra titulada “La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983”, editada por Planeta, en su sección sobre estudios de los 70’: “Espejo de la Argentina”.
A principios de marzo, ya estaba en las librerías el segundo tomo: “La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983”, también editado por Planeta. La “trilogía” se completaría recién a mediados de noviembre de 2023, con el tomo titulado: “La verdad los hará Libres. Interpretaciones sobre la Iglesia en la Argentina 1966-1983”. La trascendencia de la obra impide presentarla en un par de líneas; lo que intentamos ahora es plantear una pregunta incómoda por las posibles respuestas que de ella puedan desprenderse. Pero empecemos por lo aspectos positivos. Sin intención de realizar un relato detallado sobre las dificultades que presenta su lectura y los posibles accesos para los lectores/as interesados, a lo cual nos hemos referido en un artículo (Cf. R.M. Mauti, “Aproximación a la lectura de ‘La verdad los hará Libres’, desde algunos de sus principales núcleos temáticos”, Revista Teología T. LX, 141 (2023), pp. 127-158), digamos algo sobre su aparición.
La obra representa una toma de posición respecto de la relación entre Iglesia y Estado en los años más difíciles y sangrientos de la historia argentina, una época a la que se quiso calificar con una expresión tomada del obispo brasileño Dom Helder Câmara, “la espiral de violencia”. Más allá de las múltiples publicaciones sobre el tema aparecidas con la vuelta a la democracia, particularmente sobre la relación “Iglesia y dictadura”, esta es la primera vez que la “cúpula episcopal” -siempre en el ojo de la mira para las críticas más virulentas-, tomó la decisión, “luego de un largo proceso de discernimiento” que incluyó a la entera Conferencia Episcopal Argentina, de encomendar a un equipo de investigadores la ardua tarea de abordar con el mayor rigor científico los hechos sucedidos.
La tarea fue encomendada a la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, que con un equipo de coordinadores (teólogos e historiadores), convocaron a más de 40 autoras y autores de diversas disciplinas (ciencias sociales, filosofía, historia y teología). Muchos de los que colaboraron en los tres tomos, bien podrían considerarse “expertos” en la materia, sea por las tesis doctorales o artículos científicos que los acreditaban. Como es de imaginar los cuatro años que demandó la obra no fueron fáciles; la metodología utilizada de trabajo individual o por grupos implicó múltiples encuentros, debate de los textos, con aportes y contrapuntos, hasta lograr textos de cierto consenso. Aunque se trabajó con la máxima reserva, dada la sensibilidad que revestía el tema de investigación y su posible manipulación mediática, no faltaron voces dentro de la Iglesia que se hicieron escuchar, antes, durante y después de la publicación de la obra. Algunas muy comprensibles, ¿por qué fueron convocados a colaborar estos y no aquellos? Otras incomprensibles, ¿qué culpas pretende expiar la Iglesia con esta obra?
Sea como fuere, la obra posee el mérito de haber puesto en “movimiento” un estudio científicamente serio, hasta el momento nunca hecho, particularmente el realizado sobre los Archivos eclesiásticos. En efecto, el tomo 2 en su integridad es fruto de la “desclasificación” de documentos que sobre el período del Terrorismo de Estado (1976-1983), se hizo en los Archivos de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), la Nunciatura Apostólica y la Secretaría de Estado del Vaticano. Estas fuentes y muchas otras testimoniales, tanto en la voz de obispos, religiosos/as, sacerdotes, laicos y laicas, ayudan a configurar un importante mosaico de lo que ha sido el accionar de la Iglesia en los años “del terror, el drama y las culpas”. La obra se acredita por la seriedad y rigor metodológico de sus textos, que armonizan pero también contrastan en tantos puntos, al igual que por la cantidad de documentos, diarios, y testimonios relevados.
Primera recepción y expectativas abiertas
A lo largo del 2023, he seguido con atención en cuanto me ha sido posible, las distintas presentaciones “oficiales” de la obra. Algunas particularmente destacadas como las que se llevaron a cabo en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Católica Argentina en el mes de julio, o la más formal en la sede de la Academia Nacional de la Historia, en el antiguo edificio del Senado de la Nación en el mes de agosto.
Hubo también en el mes de junio una presentación en la TV pública, con presencia de Luis Liberti y Eloy Mealla. Más informal pero no menos profunda, fue la entrevista a Federico Tavelli (uno de los editores de la obra) realizada por el historiador y divulgador Felipe Piña en el programa “Haciendo Buena Letra” (Grupo Planeta). También el tomo 3, tuvo su presentación en el Auditorio “Octavio N. Derisi” de la UCA, con presencia de Marcela Mazzini, Fabricio Forcat, Carlos Galli, y Nieves Tapia en noviembre pasado. Todas estas presentaciones para quienes lo deseen pueden ser encontradas en YouTube.
El libro fue presentado también en diferentes diócesis del país con mayor o menor éxito de público. Gracias a las gestiones de Carlos Galli, decano de la Facultad de Teología, hubo presentaciones de los dos primeros tomos en Roma, en un programa de Radio Vaticana. La calidad de la investigación y la importancia del tema, ha llevado a pensar en la viable posibilidad de traducción a otras lenguas (italiano y alemán), lo cual habla no sólo de una obra que es “unica en su género”, sino que la misma trasciende fronteras y puede estimular a otras iglesias e investigadores, en temas delicados y afines.
De las presentaciones mencionadas recuerdo en particular las palabras de Juan Guillermo Durán, uno de los editores de la obra, en el living de presentación oficial, cuando señalaba dos cosas: “la obra llega tarde” y “a partir de ahora la obra debe estimular a seminarios, tesis de licenciatura, y doctorado, talleres de formación laical…” (Cf. R. Mauti, “¿Quién es la Iglesia durante el terrorismo de Estado?, en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, “La verdad los hará libres. Interpretaciones sobre la Iglesia en la Argentina 1966-1983, T. 3, Buenos Aires, Planeta, 2023, p. 497 n. 44).
Las expectativas abiertas por la difusión han sido estimulantes. Pero ahora debe empezar a recorrerse un camino que bien puede ser considerado “tan arduo” como el que implicó la investigación y redacción de la obra. ¿Por qué? La obra debería ser estímulo para continuar el trabajo iniciado, revalorizando el “dato duro” que ofrecen las fuentes archivísticas y testimoniales, además de avivar el debate serio que genera “redescubrir” figuras que han sido marginadas, acalladas o desvirtuadas. Sobre muchas de estas figuras (individuales y colectivas), algunas resonantes otras desconocidas, puede volver a descubrirse el rostro de una Iglesia fiel al Evangelio del reino que predicó Jesús, o la de una lamentable caricatura de su mensaje, intrumentalizado para justificar el odio, la persecución y el asesinato del que opinaba “distinto”.
La obra en las bases de la Iglesia
Todo lo anterior no es más que el marco formal que justifica la pregunta del artículo: ¿Qué pasará con “La verdad los hará Libres” en Argentina? Tengo la impresión y lo he manifestado a algunos de los editores y autores/as, que lo “monumental” de la obra puede ser uno de los mayores obstáculos para una difusión, si no popular -sería exagerado pensarlo- sí más masiva, tanto dentro como fuera de la Iglesia. En particular, me preocupan aquellos que son denomimados “agentes pastorales”, y tomo la expresión en un sentido amplio; no sólo profesores/as de enseñanza religiosa, catequistas, seminaristas, diáconos permanentes, sino también, presbíteros y “obispos”. ¡Sí, los obispos tambien! pues han sido ellos los que “pidieron” la obra.
Puede suponerse con bastante probabilidad, que muchos obispos argentinos no sólo no la han leído, sino que además no les interesará leerla, aunque les fue obsequiada como regalo en sus tres volúmenes. Me consta que varios “generosamente” los han donado a las bibliotecas de sus seminarios. En la mejor de las interpretaciones, puede uno suponer, que este “gesto” es para que “profesores, seminaristas, laicos y laicas, religiosas”, conozcan lo que se ha escrito sobre el tema, y con empeño emprendan el desafío de su lectura.
Hay varias generaciones que han nacido después del 83’, y que de aquellos años trágicos, o no conocen nada o solo han recibido un relato sesgado. Consecuencias varias se infieren de lo dicho. La obra, “académica” por donde se la mire, tiene un valor en sí misma; pero necesita de “muchas mediaciones” para alcanzar a un público en su inmensa mayoría “ignorante” cuando no “prejuicioso” sobre tantísimos temas allí abordados. La ignorancia es legítima y puede ser vencida, allí están los libros, hay que leerlos y estudiarlos. El prejuicio es algo más complejo. Es una cierta “forma mental” heredada y fraguada en el espíritu, que impide muchas veces “ver” y “buscar” la verdad en otra dirección. La cuestión que aquí se plantea no es inofensiva. El tema y el período estudiado en la obra: “la Iglesia católica en Argentina desde el 66 al 83”, es por varias razones, el “más importante” en toda la historia de la Iglesia Argentina. Algunas de estas razones pueden ser resumidas; se inicia la “recepción” del Vaticano II y se va “configurando” desde Medellín y el documento de San Miguel, un “modelo” de ser Iglesia en Argentina.
A la par, puesto que lo que se “recibe” del Concilio es una Iglesia “en” el mundo y no “frente” a él, comienzan los “movimientos sacerdotales”, la “vida religiosa inserta”, aparece una constelación del laicado organizado que intenta leer el evangelio desde un “compromiso social” desde la Iglesia de los pobres. La pereza para descubrir esta riqueza, o el “acomodamiento” a un modelo de Iglesia “triunfalista”, hizo que gran parte de sus miembros (en particular algunos de la jerarquía episcopal), hicieran opciones de alinearse con el poder, particularmente el militar, que en nombre de la defensa de los “valores patrios, occidentales y cristianos”, persiguió toda lo que “olía a pueblo” y lo hizo en nombre de un mandato “divino” y “eclesial” (La verdad…t.1, p. 494). Dice José Pablo Martín, que en una oportunidad siendo Quarracino, arzobispo de la Plata, visitó a Videla en el Penal de Magdalena, donde estaban presos los excomandantes; cuando entró en la celda, este le dijo “Aquí estamos Monseñor, por hacer lo que ustedes nos enseñaron” (Cf. J.P. Martín, “Ruptura ideológica del catolicismo argentino. 36 entrevistas entre 1988 y 1992”, Buenos Aires, UNGS, 2013, p. 15).
Figura “muy espiritual” en su diócesis como Tortolo, que talló profundamente en el seminario de Paraná (entre 1962 y 1983), llegó a calificar a Videla como “un católico extraordinariamente sincero y leal, y con quien coincide en sus principios […] al igual que los míos, los principios que rigen la conducta del general Videla son los de la moral cristiana”
La formación espiritual y moral de las Fuerzas Armadas ha estado en manos del vicariato castrense, un obispado singular por su territorio. Los vicarios castrenses durante el período estudiado, en particular Caggiano y Tortolo, que ocuparon puestos de presidencia en la Conferencia Episcopal, pero también Medina y Bonamín, se ubican en una teología tradicionalista-integrista, entre el grupo de obispos conservadores. Figura “muy espiritual” en su diócesis como Tortolo, que talló profundamente en el seminario de Paraná (entre 1962 y 1983), llegó a calificar a Videla como “un católico extraordinariamente sincero y leal, y con quien coincide en sus principios […] al igual que los míos, los principios que rigen la conducta del general Videla son los de la moral cristiana” (Tortolo, La verdad…,t.2, pp. 236-237).
Con “semejante nivel” de perspicacia para conocer a este personaje, tal vez, de los más nefastos de la historia argentina (t.1, p. 401), puede uno imaginar hasta dónde pudieron llegar los enredos entre miembros de la jerarquía católica con los genocidas (“Boletín Vicariato Castrense 49 [1975], pp- 1-2; t. 1, p. 494). La cuestión era combatir a curas, obispos, religiosas y laicos, “comprometidos con los pobres”, a los que se calificaba de “tercermundistas”, “comunistas y marxistas”. Este slogan “berreta”, pero que tuvo una enorme “recepción” (t.1, p. 498), es repetido a lo largo de la obra por boca de varios personajes de las FF.AA, obispos ligados a ellas y obispos críticos de ellas (Junta Militar [Videla, Massera y Agosti, La verdad…,t. 1, pp. 244; t.2, p. 115]; Suárez Mason [t.2, p. 241]; Saint Amant [t.3, p. 181]; Caggiano [t.2, p. 230]; Tortolo [t.2, p. 236; 283]; Medina [t.2, p. 256]; Bonamín [t.2, p. 264]; Menestrina (Capellán Mayor del Ejército, [t.1, p. 497]); Pironio [t.2, p. 121]); Hesayne [t.1, p. 737).
También se lo escuchaba dentro de grupos ultraconservadores (figuras como, los sacerdotes Julio Meinvielle y Alberto Ezcurra Uriburu (profesor desde 1971 en el Seminario de Paraná y luego en San Rafael), o laicos como Carlos Sacheri que reunían “todas” las cualidades, de fervientes “antisemitas”, “antiperonistas”, “anticomunistas” y “antiliberales”; estos, detrás de una “fachada católica” carente de espíritu evangélico, eran incapaces de “comulgar” con la “verdad que quiere hacer libres”, pues “anidan” en moldes forjados en un “paradigma de cristiandad”, que busca siempre la “restauración” del pasado (Cf. La verdad…t.1, p. 289; 442; 480, 482, 489).
Las consecuencias de no haber sabido “ver, juzgar y actuar ” han sido trágicas y las complicidades múltiples. En gran medida la pérdida de credibilidad de la Iglesia argentina como “institución”, se haya ligada a los temas aquí tratados, piénsese que el Episcopado no quiso recibir en 1980 a Adolfo Pérez Esquivel cuando se le entregó el Premio Nobel de la Paz (Hesayne, t.1, p. 376). De allí que la obra se encarga de tirar por tierra algunos “mitos construidos” por el accionar de las FFAA, durante el Terrorismo de Estado, pero que habían sido “plantados” antes del golpe de marzo de 1976, y “silenciados” luego durante décadas por la institución eclesial. Temas como, Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), compromiso evangélico y militancia política, desaparecidos, Movimientos de DD.HH, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, fueron temas “despachados” de manera acrítica en nombre de lo “ideológico”.
No menor es la responsabilidad, a nivel de conciencia e imaginarios eclesiales, del “olvido culpable” de una larga lista de “mártires”, hombres y mujeres, sacerdotes, obispos y religiosos/as que fueron asesinados por ponerse evangélicamente del lado de los pobres y de las víctimas. Es una “deuda” pendiente de la Iglesia argentina reconocer a sus “mártires y confesores”, “canonizados por el pueblo”, las mismas comunidades pobres a las que pertenecieron y que en el ejercicio del “sensus fidelium” supieron leer el paso del Espíritu y la acción de la gracia, antes que sus pastores. Afortunadamente la obra hace justicia y pone a la luz a una nube de testigos (Hb. 12,1): laicos y laicas catequistas, religiosas, sacerdotes que fueron torturados, asesinados, muchos desaparecidos, de los que apenas ofrezco una lista: Mónica Quinteiro, Mónica Mignone, María Carbonell y su esposo Horacio Pérez Weiss, María Marta Vásquez Ocampo y su esposo César Lugones, secuestrados en mayo de 1976 en un operativo coordinado, llevados a la ESMA, de donde nunca volvieron.
Los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, que pasaron su secuestro encadenados de pies y manos y con los ojos vendados. El sacerdote Elías Musee y Adolfo Pérez Esquivel, este último, testigo del horror de las celdas de detención; la catequista Marta Juana González y su esposo Luis “Vitín” Baronetto, detenidos en la parroquia de Villa El Libertador (Córdoba). Marta tuvo a su segundo hijo en la carcel, fue obligada a parir vendada, atada y esposada a la cama. En octubre de 1976, la matan en un fusilamiento colectivo “presentado” luego como enfrentamiento. Los mártires de Bahía Blanca en 1975, del Instituto Juan XXIII, allí fueron asesinados el sacerdote Carlos Dorñak, seguido de los dirigentes Jorge Riganti, Fernando Aldubino, Marisa Mendivil de Ponte. En 1976 fue asesinada la entera comunidad de los Palotinos de la Parroquia San Patricio: los sacerdotes Alfredo Kelly, Pedro Duffau y Alfredo Leaden, junto a los novicios Emilio Barletti y Salvador Barbeiro. Otros sacerdotes como José Tedeschi, Francisco “Pancho” Soares, los “mártires Riojanos” de El Chamical (Carlos de Dios Murias ofm. y Gabriel Longeville) y el laico Wenceslao Pedernera. El padre Carlos Mugica de la villa 31, acribillado a balazos por miembros de la Triple A, frente a la parroquia San Francisco Solano en Villa Luro, que el 11 de mayo se cumplirán 50 años. El obispo y mártir de La Rioja Enrique Angelelli (cuyo asesinato fue “encubierto” por militares y miembros del episcopado) y el obispo de San Nicolás, Ponce de León, cuya causa como asesinato ha sido “recientemente” reabierta. No quiero olvidar a las hermanas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet y otras diez personas de la Iglesia Santa Cruz, secuestradas por un “Grupo de tareas”, el 8 de diciembre de 1977, a la salida de Misa, trasladas a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y allí fueron “desaparecidas” (La verdad…[t.1, pp. 597-598, t.3, pp. 168-176]).
Todos ellos/as y tantos otros/as, configuran una Iglesia creíble, pues como decía un joven teólogo llamado Joseph Ratzinger “el martirio es la única apología del cristianismo”. Y en cuanto al Episcopado que ocupa un lugar importante en la obra, tanto por los “testimonios” ofrecidos, como por los documentos que sacan a luz su actuación, hay que decir que Argentina al igual que América Latina, particularmente desde mediados de los años 60’ hasta mediados de los 80’, contó con un grupo de obispos, que bien pueden ser considerados “Santos Padres” (V. Codina): los nombres salen como en un equipo de fútbol que “gana y no se toca”: Angelelli, De Nevares, Ponce de León, Hesayne, Novak, Devoto, Kemerer, Marcelo Scozzina, Pironio, Zazpe e Iriarte. Estos temas, son los que la Iglesia Argentina debe sin dilaciones “releer”, “estudiar” y “difundir” con “justicia y verdad” histórica, sin la cual, la invitación a la reconciliación y a la fraternidad social suena como a una “tomada de pelo”.
La postura del cristiano/a católico hoy, que en general, esconde una especie de “amnesia individual y colectiva, cómplice con el pasado”, que frente a tanto horror cometido, conocido, desconocido o conocido y ocultado, o simplemente “desinteresado”, opta por mirar para “adelante” con la intención de dejar los temas al “costado”, se hace corresponsable de una hipoteca peligrosa que deben heredar las actuales y futuras generaciones. De allí al “negacionismo” hay pocos pasos. Deberíamos aprender cómo ha operado este “fenómeno” que ha resurgido con fuerza últimamente en “grupos” y “movimientos” europeos de ultraderecha, como el de la actual presidenta del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni en Italia, y Santiago Abascal, líder de Vox en España, que reivindican modelos de gobierno de “identidades cristianas cerradas” frente a la cuestión islámica o la “invasión” de inmigrantes; a la par que defienden un modelo de Iglesia “tradicionalista”, aliado “ideológicamente” con quienes en otro tiempo, en nombre del Evangelio, los “valores eternos” y la “ortodoxia”, discriminaron, persiguieron y asesinaron.
En nuestro país, a este período de la historia argentina y la actuación de la Iglesia, se le debe “hoy” prestar especial atención. En primer lugar, porque no se lo ha hecho antes, y en segundo, porque el momento político con sus “intencionados” acentos en direcciones “oscuras”, basta pensar en el proyecto de la vicepresidenta Victoria Villaruel y su “plan” de desarmar el “Museo Sitio de la Memoria”, la ex ESMA, declarada Patrimonio de la UNESCO, para convertirlo en un lugar “para disfrute de todo el pueblo argentino” (www.lanación.com.ar [acceso: 14 de noviembre de 2023]); así lo exigen. Para ello, la disciplina que debe principalmente “ocuparse” es la “historia de la Iglesia”. Ella tiene una responsabilidad y un compromiso de honestidad intelectual ineludible con la obra, para ello necesita de manera urgente “aggiornarse”, si quiere estar a la altura de los “signos de los tiempos”.
Pero la responsabilidad recae además, en los planes de estudios académicos en todos los niveles y estamentos en los que se mueve la formación en la Iglesia católica: Universidades Católicas, Facultades de Teología e Institutos afiliados, Facultades de Filosofía, Ciencias Políticas y Sociales, Institutos católicos de formación docente, e Institutos catequísticos diocesanos; no dejaría fuera la “Formación permanente del clero” que suele irse muchas veces por las “nubes de Úbeda”. Todos ellos deberían pensar el modo en que la obra “La verdad los hará Libres” puede ofrecer su aporte. Desde múltiples vertientes y cuestiones, documentos y testimonios como itinerarios de aprendizaje, podrían abordarse temas como: “Ética contextual”, “Evangelio y Política”, “Espiritualidad encarnada”, “Modelos de vida religiosa, laicales y sacerdotales”, “Eclesiología comprometida” y tantos otros. Como sea, la cuestión está en asumir con “realismo”, la oportunidad que ofrece el “fruto” de esta investigación y no permitir que se malogre para el “entero” Pueblo de Dios.
Para ello, será bueno pensar en un libro de “divulgación”, bien escrito, ágil (no más de 200 páginas), con textos documentales seleccionados de manera inteligente, sin aparato crítico, con “vínculos” a los capítulos de la obra, fundamentado con los materiales que ofrecen las 2300 páginas, con sus casi 5000 notas, que incluye una completísima y valiosa bibliografía que componen los tres tomos. Este libro “síntesis” de “La verdad los hará Libres”, podría servir como instrumento para la formación de tantas personas deseosas de acceder a este período trágico pero tan actual, y esto, por tres razones: primero, porque la “lucha por el pasado” es el modo como construimos la memoria social; segundo, por las múltiples consecuencias de heridas no sanadas que perduran en la sociedad argentina, y tercero, porque siempre deberá transmitirse la lección del “nunca más” volver a repetir, aquello de lo que “no se debe olvidar”.
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