Acotaciones a Dom Hilari Raguer. Los curas vascos del empate. ®

(Cuatro minutos y medio)

"En el bando rebelde también se mataba a sacerdotes."

Primero veamos si esta afirmación es justa no ya en ese delirio contable del "también" sino por el hecho en sí mismo. Afrontemos este asunto con un mirar desapasionado y para ello recurramos al más elemental sentido común. Pues que una observación honrada enseguida destacará que matar sin proceso, en la retaguardia y dentro del orden civil, para represión de los sacerdotes que rechazaban el independentismo y se resistían a la marxistización de la pastoral, no es lo mismo que morir por episodios de provocación o en línea de fuego.

Y que no se producían por respuesta al Alzamiento militar, ya que curas muertos como ratas sólo por ser curas los hubo, y muchos, dos años antes de la Guerra en el levantamiento armado de Asturias. Tampoco por las razones que se inventaban, p.ej., esa demagogia de "estar del lado de la explotación del obrero..." (Bachillerato gratuito en cientos de ‘seminarios menores’, talleres de formación profesional, promoción de fincas abandonadas, casas de salud cuando se desconocía el Seguro de Enfermedad...) Después de desbrozar y supervisar las lecturas de historiadores partidarios como, v. gr., Joseph Perez, Angel Viñas, Paul Preston, Johnny Salomon, e, inclusive, el mismo Padre Raguer, la observación desde la atalaya de la edad y la independencia facilitan mucho el análisis de los hechos.

Ya desde antes del 18 de julio, entre los enfrentados los conceptos eran nítidos y definidos: así en la Baskonia antiespañola primaba la Revolución y las acciones eran revolucionarias, en copia de las checas soviéticas o del París de Robespierre.

Hay mucho escrito y poco, poquísimo, que esté limpio de apasionamiento e imprecisiones. En ambos lados, pero sobre todo en el perdedor de la guerra necesitado de cambiar la realidad, de lo que el lector verá alguna muestra. Como ya recojo al final de mi post sobre los mártires de Via Celi (Cóbreces) el supuesto de los 16 sacerdotes vascos asesinados no resultó suficientemente probado para una tesis doctoral. Tampoco fuente segura la lista de sus nombres.

Un arquetipo serían el párroco y el coadjutor de Rentería en la campaña de Guipúzcoa dirigida por el general Mola. Veamos el informe que el comandante de la Guardia Civil de dicho pueblo pasó al Gobernador militar de Guipúzcoa:

“Tengo el honor de poner en conocimiento de V.E. que, por denuncias recibidas en esta Comandancia, se ha detenido en esta villa a los sacerdotes de la misma D. Gervasio Albizu Vidaur y D. Martín Lecuona, acusados de ser nacionalistas exaltados; el primero, fundador del Partido en ésta, y que siempre ha manifestado públicamente su desprecio a todo lo español, no ocultando sus simpatías por el Frente Popular, resaltando el hecho de que en octubre del 34, cuando el movimiento catalán, se vanagloriaba de este levantamiento y manifestaba sus deseos de que lo imitasen los vascos. Ha sido el brazo derecho y consejero de un tal Loidi, último teniente-alcalde y presidente de la Comisión de Abastos y Finanzas del Frente Popular de Rentería.” (Faro) *


Los citados señores protagonizaron otro episodio de doblez con unos soldados del requeté que, habiendo muerto un compañero, pidieron una misa para la que se convino la hora de las diez de la mañana. Albizu y Lecuona informaron a los gudaris y con ellos recibieron a tiros a los componentes de la patrulla. (Faro) De estos detalles poco se guarda hoy en la memoria histórica vasca.

Parecidos cargos se registran contra otros sacerdotes, entre ellos un tal Iturricastillo responsable del espionaje para interceptar acciones del ejército requeté, o de Celestino Onaindía e Ignacio Peñagalicano. Todos con las mismas actividades de proyección política, tan beligerantes como en el frente.

No parecerán menores estos documentos, retales de los archivos, si el lector conoce el suelto publicado por Euzkadi, el 5 de agosto de 1938:

“¿De qué se acusa a los sacerdotes vascos detenidos? [Vea el lector que no son llamados sacerdotes 'de la Iglesia', o simplemente 'católicos'.] De nada. Sencillamente, son perseguidos porque profesaban de corazón la ley de Dios.” (Faro)


Desde los despachos de la propaganda separatista se envió a la prensa extranjera una hermosa historia acerca del fusilamiento del sacerdote – 'vasco' – Dr. José de Aristimuño, facilitada, según dijeron, por un requeté componente del pelotón de su fusilamiento. Pero en nada se parece al relato de su asistente espiritual en los últimos momentos, el P.Jesús Urriza, S.J. Trataré de estractar fielmente su informe:

“Que lo golpearon se dijo [...] Por eso tuve empeño en preguntárselo yo mismo al Dr. Aristimuño (...) Como sacerdote se portó muy bien. Pero estaba persuadido de que moriría, y trataba las cosas con seriedad, con la gravedad que el momento requería. Le pregunté, expresamente: - ¿Le han pegado a usted en el interrogatorio? – No – me contestó rotundamente; - pero me han tratado muy mal. No había en él ninguna señal de golpes. El mal trato debió ser moral. Esta es la verdad, aunque no la creerán. Hablamos al jefe de prisión para que le pusieran una colchoneta (no había bastantes) y se le puso una cama. Yo, la última vez que le visité, le invité a que se sentara en ella; no quiso. Recé junto con él la oración de la aceptación de la muerte. Nunca habló de política. Rezaba en castellano. Lo de que murió gritando “¡Gora Euzkadi!” es absolutamente falso. A la hora de morir fue cristiano digno; fue más: fue sacerdote. [...] Tampoco es cierto que no pudiera tenerse en pie: de pie recibía en su celda, grave, serio, pensativo. No revelaba ningún dolor físico. Dijo: - Lo que en estos momentos le duele a uno es haber ofendido al Señor.” (Faro)


El final de este informe del P. Urriza es, para mí, lo más importante. Tal vez, así quiero creerlo, el dolor del equivocado que sirvió causas que no eran las del verdadero Señor, Jesús. Es decir, las disfrazadas de redenciones pequeñas que poco a poco le hacen incompatible.

Asombra la balanza de ciertos historiadores que al sacerdote abertzal protegen con la fe de los fieles de la Iglesia, la que ellos no tienen o ya perdieron, mientras que a los otros miles que fueron verdaderamente asesinados antes de la guerra y durante ella, parece que lo merecieran por crímenes retóricos o invisibles. Quizás tal ironía se justifique con esta declaración de Aguirre, jefe del Gobierno Vasco:

“El carácter religioso no podrá eximir de las responsabilidades derivadas de actuaciones políticas contrarias a la ley.” (Discurso radiado el 22 de diciembre de 1936)


Es obvio que esta regla se aplicó para los 47 sacerdotes muertos en Vizcaya por negarse, del modo que fuera, a poner su ministerio religioso al servicio de los intereses secesionistas.

Después de las ejecuciones de Guipúzcoa, y ya tomada Bilbao, no se volvió a realizar ninguna y se permutaron todas las sentencias de muerte. Franco cuidó que se cumpliera la palabra dada al Cardenal Primado. (Archivo Gomá)

De las operaciones en el País Vasco lo primero que se observa es que la actuación de los requetés, en Guipúzcoa, fue totalmente distinta de las tropas que liberaron Bilbao. En el primer caso “con los aceros recién desenvainados y las almas en ebullición”, mientras que en Vizcaya se actuó con el orden “de quien camina seguro y, por ello, calmoso”. (Faro) Y en descargo del general Mola debe recordarse que inició la campaña con solamente 257 hombres y casi sin municiones. (cfr. J. I. Escobar, Ásí empezó, G. del Toro, Madrid)

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Faro y las agencias Fabra y Febus se encargaron de la información desde los frentes activos y para la zona nacional. En enero de 1939 se fusionaron en una sola que en su nombre unió las iniciales que las recordaban. El primer director de la Agencia EFE fue José Antonio Giménez Arnau.

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