Cartas sobre la mesa - II ¿Y de dónde el creer que Dios existe? ©
No tengo duda de que Dios existe, si bien entender los atributos de Dios no es una opción adecuada para quienes sólo somos criaturas. Afirmar la no existencia de Dios exige una fe muchísimo más grande que para proclamar que sí existe. Para el dislate de que no, tendríamos antes que eliminar la razón, el universo y aun la misma vida. Pero, ahí está, resulta que estamos viviendo y, si no hay Dios, sin saber por qué pues sin Dios todas las teorías se derrumban. Resulta que hay un universo de cuya dimensión ni sabemos todavía, como tampoco de su edad -¿13.700 millones de años...?- ni de su esperanza de duración, etc. ¿y hemos de aceptar lo más difícil de que surgió por autogeneración? Es absurdo refugiarse en la idea de que desde la no existencia, de la nada absoluta, pueda originarse algo.
Por otra parte, la eternidad de Dios no estorba al entendimiento de que existe desde sí mismo. El cómo que no sabemos descifrar no impide entender la realidad de su poder originador: "Principio y fin de todas las cosas".
.
Dios es "necesario".
De estas evidencias se desprende todo. Por ejemplo, el misterio del vivir, que es mucho más grande e inquietante que el de morir. De modo que la doctrina que explique el porqué del nacer señalará nuestro destino después de la muerte.
Dios nos es necesario en cuanto que Él es "el que es", el que da el ser y el que lo quita, y si nos empeñamos en eliminarle de nuestra mira nos caemos con todo el equipo.
Es evidente que Dios nos ha dado una naturaleza distinta a la de todas sus criaturas, capacitándonos para buscarle, aceptarle y desearle. Por tanto, es decir, consecuentemente que Él es el fín último que nos justifica. Nos dio la inteligencia como principal instrumento, la experiencia compartida y su transmisión generacional. La inteligencia y el poder de usarla, potenciarla y acrecentarla. Hagámoslo, pues. Esforcémonos. Todo gran tesoro merece esfuerzo y Dios, puestos a dar precio, es lo más de lo más.
La teología (estudio de los atributos de Dios) no basta para enriquecer nuestro pensamiento, ni menos todavía para aliviar nuestra soledad. Pero sí para darle a Dios una personalidad deducida de sus señales. Idea de un Dios cercano y amable pues que solamente Él acompaña nuestra persona; sin Él en nuestro espíritu personal e intransferible, nos desharemos en la peor de las orfandades. Y es que ni siquiera la esposa, amada y amante, ni el esposo amante y amado, ni la más grande amistad y confidencia puede entrar en nuestro ser como sólo Dios lo llena. Se comprende aquí aquél suspiro del profesor de Milán, San Agustín: "Nos hiciste Señor para Tí y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Tí".
Todas las religiones anteriores al cristianismo eran elucubraciones surgidas de nuestra vivencia, de abajo a arriba. Pero con el cristianismo este conocimiento nos vino de arriba a abajo. El conocimiento de Dios y de "su Reino" se recibe directamente de Él en JesuCristo que se nos declara Dios. La esclavitud de los placeres, adorar ídolos y estatuas, entre ellas la del César, no era religión digna de los hombres. Por eso el gran Osio, de Córdoba (s. IV), pudo convertir y bautizar a Constantino y, antes, el apologista Arístides inquietar a Adriano.
La filosofía es la disciplina del pensamiento más útil para adentrarnos en el maravilloso entresijo del alma. Y en mucho depende de la edad y de que hayamos notado la necesidad de pensar... tantas veces aplazándola como suicidas. Percibir esta necesidad es una suerte que tienen pocos. Es sin duda un misterio el porqué unos la sienten y otros no. Tal vez porque los que abandonaron su propio interior, los inicios de sus primeras inquietudes, escogieron pasar por la vida con menos sentido que un gato.
Finalmente, y para no cansarle, le diré que para mí el cristianismo es la mayor y más fundada doctrina de la que extraer conclusiones definitivas. Por supuesto, distinguiendo entre los defectos humanos de los gobernantes de la Iglesia y la enseñanza guardada desde los Apóstoles y primeros apologistas. Le aconsejo leer y adoptar costumbres de acercamiento a la idea de Dios. Eso solo, ya proporciona mucha vida verdaderamente humana.
Creo que le podría ayudar algún libro de buenos autores. Tal vez Julián Marias (el conocido discípulo de Ortega tiene escrito bastante sobre el cristianismo); o Filosofía del saber, de Leopoldo Eulogio Palacios, magnífico doctor de cátedra; o quizás, previos a ellos, La vida intelectual, de A. D. Sertillanges, y La incógnita del hombre, de Alexis Carrel. No sé si los encontrará en las bibliotecas pues que en general no se reeditan. Pasa con ellos como nos contó Bradbury en su terrible Farenheit 451.
Si busca en Internet, es probable que los ofrezca alguna web de libros usados.
Tal vez he sido muy osado en mi respuesta. Me imagino que usted es hombre de edad y que habrá tenido influencias de toda clase, en especial si de nombres más o menos famosos y, peor, si orgullosos de su predicamiento social. Pero sabido que la edad es una gran impulsora para la revisión de muchas cosas... pues ¡adelante!
Confío haberle ayudado, lo deseo de todo corazón.
Un saludo cordial,