Chulos, toros, majas y chisperos. ®
Repasando las tradiciones madrileñas, justo en el dia de San Isidro se me ocurrió escribir algo en referencia al adjetivo "chulo", que toma actualidad, popular y simpática, desde la Basílica de San Isidro hasta la iglesita de la Paloma, pasando por la Bombilla y San Antonio de la Florida. Un tema que me parece ideal para que me salga un artículo "bastante chulo". Aunque todavía no sé lo que parirá mi caletre.
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«Más chulo que un ocho».
Chulo es un adjetivo que tiene varios orígenes con disparejos sentidos. El más conocido es el relativo al tipismo madrileño, algo que se exagera con cierto marchamo de autenticidad de origen. No tan segura pues que en ella se prohijan muchos llegados de provincias.
Los chulos del Madrid del siglo XIX, el de mis abuelos, eran de la clase más popular, incluso barriobajera. Y, según parece por lo leido, la representatividad del casticismo madrileño no se les reconoció hasta bien entrado el siglo, pues que más lo merecían los manolos de los barrios aledaños a Lavapiés. En cierto grado han sido así descritos en obras costumbristas mostrando a hombres y mujeres con cierta fanfarronería de fácil pendencia. Aunque muy estilizados, se hicieron famosos los personajes de zarzuelas como La Verbena de la Paloma, música maravillosa de Bretón, o La Revoltosa, de Chapí.
Derivado de esta caracterísica, cuando algún ‘chulo’ o ‘chulapón’ se extremaba en sus expresiones se decía de él que era “más chulo que un ocho”. Algo así como el Premio Nobel de lo chulesco. Y es que 'ser lo más chulo que se pudiera imaginar' se expresaba comparándose con el tranvía número ocho que, en fiestas de San Isidro, de La Paloma o de San Antonio de la Florida, multiplicaba sus servicios a los barrios verbeneros cargado hasta los topes, literalmente, de chulos vestidos de chulos, haciendo y diciendo chulerías.
Hablando de madrileñismo debería subrayarse que la más fiel tipificación no le pertenece al chulo sino a las majas y a los chisperos del barrio de Maravillas. La diferencia de estos con los chulapones de la "Bombi" o la pradera isidril, ya nos la marca otra gran obra típica, que distingue a los madrileños. Se trata de Doña Francisquita, que Amadeo Vives, dicen, la escribió en una semana.
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El 'chulo' es también un personaje de la tauromaquia
Estamos en esa plenitud de primavera madrileña en que llegan las ferias del libro, las fiestas patronales y las corridas de toros de San Isidro. Incluida ésta de hoy, de la Prensa, con un Talavante que se llevó las dos orejas y mereció también el rabo. (No sé qué proeza debe producirse para que un matador sea premiado con el rabo en la Monumental. Tal vez matando al presidente con la misma estocada...)
Siguiendo con el adjetivo chulo, en la historia del toreo ya no es tanto un calificativo cuanto un término taurino. Los chulos , según Pepe Hillo y su Tauromaquia, eran los auxiliares de los picadores de los toros, los varilargueros que manejaban con gran, mucha, destreza las picas. Es decir, que lo que hoy tenemos como picar al toro a caballo, se hacía a hombros del chulo. (Poniéndole mucha intención al símil.) Este chulo le llevaba hacia el toro y tenía, añadida a su fuerza para cargar con el 'varilarguero', la habilidad de burlar a la fiera y ayudar a picarla. Ese portor se llamaba chulo. (1)
Estos chulos eran así llamados en los principios del toreo y, aun antes, cuando en las maestranzas sosegaban el toro facilitando al jinete los lances de rejoneo, en lo que fue diestro excepcional nuestro Emperador Carlos, I de España y V de Alemania, o el mismísimo Hernán Cortés a su vuelta de Indias. Como ven ustedes, no es cosa de ayer la fiesta española de los toros, pero de ello ya trataremos en otra oportunidad.
Y se me ocurre añadir que de esta servicial, y noble, disposición a portar a hombros al varilarguero derive la de sacar de la plaza a hombros al matador triunfante en sus faenas.
Y aquí se acabó mi ciencia sobre el adjetivo chulo.
Pido al lector me perdone escamotear otros usos que él mismo sabrá analizar.
NOTA
(1) La única ilustración encontrada no muestra claramente las figuras. El chulo con su varilarguero a hombros se distingue abajo a la derecha.
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«Más chulo que un ocho».
Chulo es un adjetivo que tiene varios orígenes con disparejos sentidos. El más conocido es el relativo al tipismo madrileño, algo que se exagera con cierto marchamo de autenticidad de origen. No tan segura pues que en ella se prohijan muchos llegados de provincias.
Derivado de esta caracterísica, cuando algún ‘chulo’ o ‘chulapón’ se extremaba en sus expresiones se decía de él que era “más chulo que un ocho”. Algo así como el Premio Nobel de lo chulesco. Y es que 'ser lo más chulo que se pudiera imaginar' se expresaba comparándose con el tranvía número ocho que, en fiestas de San Isidro, de La Paloma o de San Antonio de la Florida, multiplicaba sus servicios a los barrios verbeneros cargado hasta los topes, literalmente, de chulos vestidos de chulos, haciendo y diciendo chulerías.
Hablando de madrileñismo debería subrayarse que la más fiel tipificación no le pertenece al chulo sino a las majas y a los chisperos del barrio de Maravillas. La diferencia de estos con los chulapones de la "Bombi" o la pradera isidril, ya nos la marca otra gran obra típica, que distingue a los madrileños. Se trata de Doña Francisquita, que Amadeo Vives, dicen, la escribió en una semana.
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El 'chulo' es también un personaje de la tauromaquia
Estamos en esa plenitud de primavera madrileña en que llegan las ferias del libro, las fiestas patronales y las corridas de toros de San Isidro. Incluida ésta de hoy, de la Prensa, con un Talavante que se llevó las dos orejas y mereció también el rabo. (No sé qué proeza debe producirse para que un matador sea premiado con el rabo en la Monumental. Tal vez matando al presidente con la misma estocada...)
Estos chulos eran así llamados en los principios del toreo y, aun antes, cuando en las maestranzas sosegaban el toro facilitando al jinete los lances de rejoneo, en lo que fue diestro excepcional nuestro Emperador Carlos, I de España y V de Alemania, o el mismísimo Hernán Cortés a su vuelta de Indias. Como ven ustedes, no es cosa de ayer la fiesta española de los toros, pero de ello ya trataremos en otra oportunidad.
Y se me ocurre añadir que de esta servicial, y noble, disposición a portar a hombros al varilarguero derive la de sacar de la plaza a hombros al matador triunfante en sus faenas.
Y aquí se acabó mi ciencia sobre el adjetivo chulo.
Pido al lector me perdone escamotear otros usos que él mismo sabrá analizar.
NOTA
(1) La única ilustración encontrada no muestra claramente las figuras. El chulo con su varilarguero a hombros se distingue abajo a la derecha.