La Ciencia Ficción y el Pecado Original - Addenda de "El alma y sus misterios" (III) ®
Es casi un milagro que muchas de las fantasías nacidas de la fértil imaginación de escritores como, por ejemplo, Julio Verne o H. G. Wells hayan sido superadas por la realidad. De mi juventud recuerdo novelas de Ciencia Ficción con civilizaciones interestelares y una desbordante imaginación salpicando todos los supuestos. Obras realmente maestras, plenas de hipótesis atrevidísimas sobre “la pluralidad de los mundos habitados”; oportunidad para que sus autores expusieran teorías, no siempre despreciables, acerca de la Creación y su objeto.
Por ejemplo, vienen a mi memoria autores muy celebrados entonces, entre ellos Bradbury, Efrémov, Stapledon, Lovecraft, Plans... de los cuales bebieron arte e ingenio autores como los conversos, C.S. Lewis y John R. R. Tolkien. Y anterior a ellos podemos contar a Jonathan Swift, con su “Viajes de Gulliver”. Otros autores, también muy leídos entonces, interpretaban a su manera misterios arqueológicos especulando con supuestas pruebas de visitantes extraterrestres. Era el realismo fantástico lanzado por nombres como Louis Powels, Eric von Däniken y Daniel Danyans.
La literatura de Ciencia Ficción nos propone un bonito ejercicio intelectual bajo la fascinación del misterio. Con frecuencia una propuesta bien manipulada y, muchas veces, con grandes dosis de poesía, filosofía y teología. Sin embargo, ¡Ay, los sin-embargos!, no todo era tan bueno, especialmente para nuestra santa religión. Mal tufo le queda a la Ciencia Ficción por haber sido tan divulgada desde la URSS de donde salían millones de ejemplares en casi todos los idiomas gracias generosos presupuestos que el Estado soviético les dedicaba; o desde la Cuba castro-estalinista, difundiendo una seudo-religión por bibliotecas públicas y centros culturales; en particular en la América Hispana. Yo mismo conseguí libros entonces muy difíciles en la España de 1960, como “Crónicas Marcianas” que me lo trajeron de La Habana (1972), o la “Nebulosa de Andrómeda“ regalo de un amigo a su vuelta de un viaje a Moscú (1969).
Sus relatos nos muestran un universo autónomo, de generación espontánea. Para el materialismo y su hijo el liberalismo, obvia ventaja de tales teorías, este género es enormemente útil pues a través de sus cuentos se nos inyecta la pérdida de la fe. Una vez huérfanos de referencia estaremos abiertos a acoger el endiosamiento del hombre masificado, en constante recreación, o al Ángel Caído – al que no faltan monumentos - que siempre nos propone ser como dioses, tanto si disfrazado de serpiente o de mil filosofías insostenibles. (Gn 3, 5).
Pensemos que somos herederos de las escrituras judías, en tanto que las asumimos como propias por el aval de la encarnación de Cristo que se anuncia en ellas; y sólo por eso. Pensemos en la antes llamada Historia Sagrada donde se encuentran los mejores relatos de Ciencia Ficción, que ahí no lo son. Justamente, de la expulsión de los ángeles rebeldes podría hacerse una novela “de marcianos”. De ahí que los enemigos de la fe suplanten a Milton o a El Dante con obras como “ET“, o las guerras entre imperios galácticos.
Sólo pasados bastantes años me di yo mismo la respuesta: Tanto Kipling como Bourrougs se adherían a la doctrina liberal de que jamás existió el Pecado Original. Ambos autores se inspiraban en el bonito modelo del Emilio, aquel niño silvestre y embrutecido al que el enciclopedista Rousseau quiso convertir en prueba de la inocencia del hombre... El quid del asunto es que si se conseguía "instruir" - sólo con literatura, claro - sobre la inocencia mítica del paraíso, de ello se podría concluir la inocencia de Adán y Eva. Y, si en ellos no hubo pecado, Cristo jamás habría sido necesario. Por tanto, o nunca existió y es una farsa, o Él mismo fue un farsante. Tacada de carambolas...
Esto es que, mientras que la literatura de anticipación atacaba la existencia de un Creador, los “liberalistas” naturalistas nos quitaban la sumisión a Dios y, de paso, la realidad de Cristo. Nada nuevo bajo el sol, puesto que desmontar la identidad divina de Jesús ha sido y es el afán de todas las herejías. De ahí el bombo y las trompetas para esos autores - algunos incluso inocentes de ellas - , o el respeto reverencial para Freud, o para el “Humanismo integral” con el que Maritain encandiló a nuestros papas conciliares.
Y es que si logramos despojarnos del Pecado Original seremos lo más de lo más. No ya aquella creación generosa colmada de dones preternaturales - que Adán y Eva tiraron a la basura - sino la repanocha total... Para aproximar una dimensión no tenemos más que leer lo que se dice en la nueva teología: "¡El hombre es el verdadero Hijo de Dios!"
A propósito del Pecado Original recojamos una orientación del Obispo de San Sebastián, Monseñor J. I. Munilla, y digamos que es efecto natural de la libertad que se nos concedió, ya en aquella primera hora, para escoger con voluntad propia el bien, arriesgarnos al acercamiento al Padre y amarle sin imposición. Aquel pecado no fue tanto un estigma nuevo sino consecuencia de una condición natural, el honroso regalo de la libertad, parte de nuestra naturaleza que nos distingue de toda otra criatura. Desiguales en la culpabilidad de nuestros primero padres somos pecadores "genéticos" en descubrir que de la libertad sin amor podemos escoger el egoísmo y la rebeldía. No somos víctimas de un Dios que nos castiga el pecado de otros sino que la capacidad de pecar se incluía en nuestros atributos ya desde Adán y Eva... Y cuando unos padres manirrotos, en sus vicios y pecados arruinan su heredad transmiten esa ruina a su descendencia.
***
Eliminados los Habsburgo, a cuyo último emperador se le negó hasta el honor de su tumba, ya no hay monarquías que se acojan a Dios. Son fórmulas intermedias cuya función tiene fecha de caducidad. Eliminada la mínima idea de una causa primera, Dios, la mayoría de votos puede legislar sin presiones "exógenas", e imponer cosas como lo fue, en no muy lejano pasado la eugenesia, en Suecia.
= = = =
Notas.- Los artículos de este blog son originales. Están protegidos por copyright del Autor y de www.periodistadigital.com. Cualquier reproducción debe citar ambas referencias para evitar apariencias de plagio.
Si quiere enviar este artículo a un amigo, haga clic en el icono de correo (un sobre). Para imprimirlo, prepare su impresora y clique en su icono. Ambos símbolos aparecen en gris en el encabezamiento.
También pueden compartir el enlace en sus redes sociales - Twitter, FaceBoook, etc. - a través de las pestañas al final del blog.