FSSPX-I: Sobre la respuesta al preámbulo propuesto por Roma ©

El próximo domingo, día 15, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) debe haber dado respuesta al Cardenal William Levada sobre el preámbulo de su incorporación plena a Roma. Como Religión Digital me pide un comentario a tan importante asunto de ello trato seguidamente.

De Roma se dieron pasos generosos, aunque necesarios, en respuesta a los que ya dieran de acercamiento los lefebvrianos, católicos sinceros hasta el riesgo y por encima de toda etiqueta. Lo más natural y razonable es la humilde y filial adhesión de la FSSPX a los deseos del Sumo Pontífice. Algo que el imperio arruinado de los progresistas preferiría no se produjera. Contra Lefebvre viven mucho mejor.

En muchos aspectos los pasos dados por el Papa en la rehabilitación de la FFSPX, el levantamiento de las malhadadas excomuniones y el salvar la misa tridentina de la arbitrariedad progresista, pueden compararse con la caída del Muro de Berlín. No es éste un parangón descabellado después de que en su reciente visita a México DF y a La Habana destacó la obsolescencia del comunismo.

Pero ahora yo quisiera recordar para mis lectores a aquellas cuatrocientas personas, entre sacerdotes y religiosos de la FSSPX, con sus obispos, atravesando la Plaza de San Pedro, en el Jubileo del año 2000. Y el espectáculo, más tarde, de su desfile hacia Santa María la Mayor acompañados de cerca de treinta mil seguidores recibidos con todas las campanas al vuelo, la basílica iluminada como en las grandes fiestas y la celebración de la misa antigua, en latín. (El latín, esa denostada lengua muerta que protege de traducciones traidoras - bufonas, herejes - la fe inviolable de la Iglesia.)

Cuando me lo contaron comprendí sin vacilación que los fieles de la FSSPX pertenecen a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Como no pequeña prueba tomemos que en las oraciones del Canon de la misa, ruegan por el Papa y sus obispos. Lo cual, por supuesto, no obliga a ocultar, y menos secundar, los graves desvíos supuestamente amparados por el último concilio ecuménico. Hemos de obedecer – todos - antes a Dios que a los hombres (Hch 5, 29; Lc 2, 46).

50 años

La Iglesia, me refiero a la universal y no a un puñado de purpurados, lleva más de 50 años entre el modernismo y la apostasía silenciosa. Nos hemos tragado 50 años sin catequesis en las parroquias, porque los ‘párrocos del materialismo histórico no estaban por la labor’. Hemos tardado en editar un catecismo manual ¡cincuenta años! Fue el clero oficial de la Iglesia el que predicó una nueva moral como la promiscuidad, el preservativo gratuito en los despachos parroquiales, ‘si no te puedes casar vive con tu pareja...’ Y de esos vanguardismos salió la confesión colectiva, la comunión en la mano, la Eucaristía arrinconada, la insolencia con los fieles estupefactos. Y un abandono pastoral subordinado al falso humanismo sin referencia a Dios, que eso es lo que se nos castiga.

Y ahora hay quien se sorprende de que los flujos de dinero se hayan reducido... Íbamos a la Iglesia por pan y nos daban piedras, pedíamos un huevo y nos daban una serpiente. (Lc 11, 11) Con ese marketing no hay comercio que dure.

Y puesto que hemos pasado 50 años olvidados de que “sin Él nada podemos hacer” los templos de España – y del mundo - están semivacíos o se llenan de ancianos. O se cierran casi la semana entera por falta de fieles. Las JMJ vienen y van pero nada queda excepto lo que se busca en ellas: tapar con los mass media el fracaso real.

Aquí es donde deberíamos buscar el marchamo del supuesto cisma, tan deseado por los que de él se beneficiarían. Por duro que sea de admitir éste fue que el Concilio expulsó del cuerpo eclesial a los curas anticuados, amados del pueblo, por los curas listos, de vuelta de todo; la doctrina milenaria para subordinarse, en los hechos, a la guía de los protestantes de Taizé, a la teología de Concilium, a las circulares de I-DOC elaboradas por el KGB y su oficina cercana a la Basílica de San Pedro. Y más todavía en sus textos, como el de la Gaudium et Spes bajo la deleznable influencia del señor Maritain, al que Pablo VI llamó su maestro y le regaló la edición príncipe.

Preguntémonos si dispondríamos hoy de una referencia, una sola, que nos ligara con la Iglesia de nuestros padres de no haber existido la FSSPX. O, también, si podría sospecharse siquiera que la Misa es sacrificio incruento de Cristo en un altar católico, y no el anodino "memorial de una cena” en una mesa protestante.

Qué va a pasar

No soy adivino.
No sé si los obispos y sacerdotes de la Hermandad aceptarán el preámbulo. Posiblemente sí - todo es posible -, con reservas hacia la Libertad Religiosa y el Ecumenismo, documentos conciliares que piden, como el Papa dijo en diversas ocasiones, reinterpretarse a la luz de la tradición. Excepciones se les ha concedido a los anglicanos y a los neocatecumenales.

En todo caso algo podemos prever de algunas declaraciones recientes.

Monseñor Franz Schmidberger, primer sucesor de Monseñor Lefebvre, reconoció ha pocos días que existen «fundadas esperanzas» de llegar a un acuerdo. Supone que la reconciliación final llegará a buen puerto, de lo cual, «todas las fuerzas de la tradición de la Iglesia se reforzarían notablemente; en caso contrario, se debilitarían.» Y termina con esta alentadora sentencia: «No está en primer lugar el beneficio de nuestra Fraternidad, sino el bien de toda la Iglesia»

A su vez, el obispo de origen español don Alfonso de Galarreta nos advertía no hace mucho que era más trascendente el poco bien que se pudiera hacer dentro de la Iglesia que el mucho bien que se hiciese fuera.

Ante esto, cobra hoy nuevo valor la carta que Monseñor Lefebvre dirigió al Cardenal Gagnon. De ella son estas palabras: «Queremos aportar nuestra colaboración a la restauración de la Iglesia siendo reconocidos tal como somos. Jamás hemos querido romper.»

Con estos datos nos quedamos a la espera de lo que Dios quiera. Mi impresión, la mía particular y libre, es que por ambas partes, la FSSPX y el Papa, se desea dar fin a este largo contencioso. Esperemos.

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