Marketing poco serio

Choca bastante que con las requetecarísimas escuelas de negocios, y de empresa, que hay en España, se mantengan algunas campañas de publicidad o captación de nivel tan bajo. Veamos algunos botones de muestra.

El primero podría ser un Banco proponiendo a cada nuevo cliente un premio de tres euros por cada gol que meta su equipo en el Campeonato de Liga de fútbol. Hasta le da una tarjeta ¿de crédito? Teniendo en cuenta el registro de goles habitual, que no suele pasar de cinco y en muchos casos se dan empates a un gol o a cero goles, el cliente podría conseguir una jugosa renta mensual de entre 9 y 27 euros. Supongo que se estarán bloqueando las agencias con colas kilométricas de nuevos clientes.

Parecida es la oferta de que si llevas tu coche viejo -de un máximo de diez años- a la casa Mercedes, puedes aprovecharte de su oferta de otro, ocasión, modelo Coupé CLS 350 CDI, por lo que, además, te darán 2000,00 euros. ¡Ah! Su precio es de €42,900,00, con facilidades de pago a las que, por supuesto, se añadirán los gastos financieros.

Y qué decir de ese otro en el que una voz advierte al amigo, sorprendido in fraganti en el delito de comer patatas fritas - “¡Me has pillado!” –, que le provocarán un subidón de colesterol. Razón por la que le recomienda un producto de parafarmacia… sin control facultativo. Ahí tenemos la deontología publicista por los suelos. ¿Y qué hacen las marcas de patatas fritas…? ¿No demandan a esos publicistas?

Uno de los anuncios más originales es el de una empresa que limpia y guarda alfombras y que sobre la eficacia de su oficio, supuesta en su veteranía, añaden que, además, sus empleados "son muy amables". ¿Es que la competencia es maleducada y grosera? ¿En qué consiste esa abundancia de amabilidad? ¿Le dicen a su cliente “qué voz tan bonita tiene usted, señora”? Y si es un nueve de noviembre, incluso le llevan un ramito de violetas…

Otro nuevo negocio, muy publicitado con elegantes ronquidos del cliente, es el de agenciar los alquileres de los pisos descargando a sus propietarios del, por lo visto, tan engorroso negocio de buscar inquilino. Con el añadido, que es su oferta estrella, de garantizar que para el caso de que alguno no pagara sus mensualidades la agencia se responsabilizaría de cubrir esos pagos. Uno se pregunta qué pasará cuando la agencia acumule de un propietario un monto importante de mensualidades. Se supone que el arrendador responderá con el valor de la vivienda. Y aquí surge la pregunta de si el piso se demorase mucho en volverse a alquilar, ¿cómo se resarcirá la agencia de los dineros adelantados? ¿Demandando al propietario? ¿Tendrá que hipotecar el piso?

Otro asunto a considerar es los elogios a sus servicios que las mismas empresas que los prestan piden que certifiquen sus clientes. Por ejemplo en

algunos hospitales privados.

Estos nos presentan bien visibles en mostradores unos cuadernos titulados “Felicitaciones”. Para que en sus páginas en blanco digamos que el médico es casi un taumaturgo en cuyas manos hemos encontrado la salud perdida; o que el personal de habitaciones es eficiente en grado superlativo, y las enfermeras educadas y guapísimas, y los servicios de limpieza el-no-va-más. Pero esto ¿por qué? ¿Quizás para que en caso de un pleito por desidia, que puede haberla en el mejor, el Hospital se defienda con el libro de felicitaciones?

Pero, no. Lo más razonable es que los clientes puedan ejercer reclamaciones informando a la Dirección de los errores y defectos sufridos. La felicitación ya la lleva dentro de sí el propio profesional, el empleado auxiliar, el administrativo. Tanto como, también, la propia institución. Porque presentar esos libros de felicitaciones obliga, y esto se oculta, a informar de que existen Hojas Oficiales de Reclamación disponibles para quien las solicite.

Porque no hay mejor libro de felicitaciones que la fidelidad y aumento de los clientes que de modo espontáneo elogian y recomiendan en sus ambientes a la institución, por la eficiencia de sus servicios. Por el contrario, el Libro de Felicitaciones es una presión casi inmoral -o desde luego, sin deontología- hacia quien ha pagado esos servicios y confía ser remunerado con la obligada competencia del hospital. Por otra parte, hasta el novio de la enfermera o el hijo del médico pueden falsificar cualquier felicitación.

Movistar y servicios

Lo arriba dicho vale también para empresas de servicios como Movistar, que puede ser otro ejemplo. Cito a la antigua Compañía Telefónica, creada en la Dictadura de Primo de Rivera y favorecida por todos los gobiernos del Reino de España con unas infraestructuras que, hasta hoy, la han salvado de la competencia extranjera. No tiene entidad comparable esa costumbre de que el empleado que nos atiende por teléfono termine pidiéndonos el favor de que le califiquemos bien, en un requerimiento que se nos hará en grabación. ¿Es que estos empleados no tienen jefes de grupo o sección, inspectores, instructores? Muchas veces nos agobia el presentimiento de que, si no le calificamos con un nueve, el empleado perderá su empleo. ¿Qué valor tiene para los superiores -y para los jueces- una calificación así presionada?

Seguiria con más ejemplos, pero...
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