El Principio Antrópico ©
El bordado de Dios.
Cuando yo era pequeño me gustaba sentarme a los pies de mi madre y mirar cómo bordaba. Un día, le dije que no comprendía su costura, llena de hilos de colores que aparecían mezclados de modo desordenado. Entonces me invitó a sentarme en su regazo y de este modo quedé sorprendido y emocionado al ver una hermosa flor en el bordado.
Mi madre me dijo: «Hijo, es verdad que desde abajo todo se ve confuso y desordenado, pero era porque no te dabas cuenta de que arriba se realizaba un plan.»
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al cielo y he dicho: «Padre, ¿qué estás haciendo?». Y Él me responde: «Estoy bordando tu vida. Un día te traeré al cielo, te sentaré a mi lado y verás el plan desde aquí. Entonces comprenderás.» (Anónimo)
Hay en Chile un singularísimo desierto, de Atacama se llama, a altura impresionante que le proporciona una sequedad atmósferica de utilidad única en el mundo para escrutar en sus noches el más fantástico muestrario del Firmamento. (Firmamento, sí; así llamado por referir en su nombre la firma del Creador). San Pedro de Atacama está situado a unos 1700 kilómetros al norte de Santiago, a una altura de 1650 msnm. Después de Antofagasta es el último destino, de hoteles al 100%, de los viajes organizados hasta una meseta a unos 2000 msnm donde pasar la noche entera extasiados por su belleza e inmensidad. Chile tiene sus bosques tupidos, su inmensa cordillera, sus glaciares, sus "refugios" para ballenas... y este regalo muy poco conocido.
Ante tal anchura y profundidad de cielo estrellado es imposible no preguntarse el porqué de tal alarde creador.
El llamado "principio antrópico"
Desde hace unos pocos años, la familia científica está revuelta con el Principio Antrópico, en el que algunos astrofísicos pretenden esconder la creación y, otros, la mayoría, todo lo contrario.
Arranca de esta propuesta: "El mundo es necesariamente como es porque hay seres que se preguntan por qué es así." Es prácticamente la misma tesis que ya en 1973 apuntó el físico teórico Brandon Carter. No me entretendré en dar nombres que mi lector puede conocer con cualquier buen buscador de Internet. Su meollo es que, desde el Big-Bang hasta nuestros días, dentro de un intervalo de unos 13.700 millones de años, la inmensidad del cosmos con sus agujeros negros, neutrinos y masa oscura, más sus millones de galaxias repletas de estrellas y planetas, fue destinada como cuna y hogar que dar a la raza humana, tal cual demuestra un conjunto de felices coincidencias reunidas en el planeta Tierra.
De repente -si hablar así se admite en Astronomía-, la Astrofísica parece haber descubierto que el Universo se justifica en darnos a los hombres la ocasión de vivir, ser y estar. Es decir, que no es que estemos aquí por un azar que colocara al tuntún los elementos en favor de nuestra existencia, sino por proyecto deliberado de Dios para que, como creía San Agustín, llenáramos el vacío de gloria que dejó la expulsión de los ángeles soberbios.
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El Pricipio Antrópico para profanos
Para profanos como yo, debo decir. Aunque ya es norma que en asuntos como este, a más saber más se agranda la necesidad; así que tengan cuidado los epicúreos tan de moda en el presente. Seguidamente reuniré lo más oportuno para un lector apresurado.
En verdad que parece de una soberbia descomunal imaginar que todo el Universo sea para darle al hombre un hogar cósmico. El hombre, esa minúscula criatura, con la más débil naturaleza… pero inteligente. El indefenso hombre capacitado para pensar y amar, crear y descubrir relaciones y utilidades y, así, dominar la tierra como mandato divino. Pues, aun con esto, sigue pareciendo demasiado decir que toda la creación, que todo ese espectáculo de dimensiones inalcanzables se justifique en nosotros. ¡Claro, hombre! Qué otra cosa puede salir de este microscópico ramo de hematíes. Pero, ¿es que a Dios le cuesta trabajo hacer algo muy grande? ¿Con nuestros baremos vamos a medir lo que es "demasiado" para Dios…?
No deja de ser chocante .
Así, por ejemplo, cuando oimos que es desproporcionada tan gran creación para una sola humanidad. Por supuesto, sí, claro... Pero, ¿sería más razonable una humanidad para cada mil galaxias...? Vergüenza da pensarlo, pues que o el Universo se justifica con una única humanidad o no se justificaría ni aunque hubiera mil humanidades.
Desde hace unas décadas buen número de científicos, en todo el mundo -no digo filósofos, tampoco curas ni teólogos, sino astrofísicos, físicos, matemáticos, astrónomos- aceptan la teoría de que el Universo se ideó y se hizo para que existiéramos nosotros: el hombre, la especie humana. Según he leído, desde hace unos sesenta años «muchos científicos se preguntaron qué ocurriría si en el primer estado del Universo, es decir, en el Big-Bang, se hubiera producido una pequeña variación, bien en la cantidad de materia o en la fuerza de cada una de las cuatro interacciones que rigen el proceder de la materia.» Mas, al realizar los cálculos, repetidos y revisados, siempre resultó que no podría existir vida inteligente, concluyéndose, por tanto, que desde su primer instante el Universo fue -y está- ajustado con una precisión formidable, en algún caso de hasta cincuenta decimales. Y que de no ser así, con esa precisión, la vida inteligente no sería posible en la Tierra.
El Principio Antrópico nos enriquece de sentido la vida. Nos ensalza en la facultad de preguntarnos el porqué de tal alarde creador que, bien entendido, nos da, en cuanto que criaturas, un caché o precio excepcional. No sólo por ser sus usufructuarios sino porque somos las únicas entidades corpóreas, no angélicas, capaces de contemplarlo, admirarlo y anonadarse... Ahora, por la novedad de estos rezonamientos, las más agradecidas a Dios que nunca antes. Lo que me recuerda, de allá por los años cincuenta, esto es, unos veinte antes que el citado Brandon Carter, la poesía "Salmo de la Tierra y del Hombre", de José María Valverde. Un extremeño que no era astrofísico pero sí, supongo, teólogo. Su salmo me impactó hasta el punto de recitarlo, como una oración, cuántas noches en alguna ladera de Guadarrama, Gredos o Pirineos. Razón de que a tantos años todavía recuerde algunas de sus estrofas:
(...)
Donde muera la nieve sin la huella del hombre,
donde el viento no sepa lo que es un cuerpo en pie,
donde llueva la luna sin ojos que la beban
(...)
y el aire aun no se sepa hecho para la voz,
¿presentirán las cosas que existimos nosotros
por un íntimo hueco de angustia y de orfandad?
Solamente en nosotros pueden justificarse
Solamente en nosotros pueden saber qué son;
(...)
En estatura de hombre medía (Dios) las montañas.
Según nuestras espaldas dio a la tierra sus formas,
segun nosotros hizo el lomo del caballo,
la carne de la fruta y la distancia del sol.
(...)
Los ocasos se quemarían en inútil derroche
ante un campo sin nadie que sustituyera al Sol.
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Sí, señores, desde la hipótesis del principio antrópico los seres humanos, carcasa física prodigiosa para un alma que nos hace inmortales, pasamos a tener un valor tan inmenso como todo el universo que lo respalda. Es más, repito, sólo nosotros, exceptuadas las criaturas del reino espiritual, podemos contemplarlo encogido el corazón ante tal derroche de poder. Por cierto, tanto o más asombroso en sus dimensiones galácticas como, también, en las subpartículas atómicas.
Pero esta novedad tiene bellas sombras: que no es tanta novedad. Este principio antrópico ya fue anticipado hace dos mil años por un ser privilegiado llamado Pablo. El mayor heraldo de Cristo. Desde la cárcel escribió una carta a la iglesia de Éfeso, que es más himno que carta, y en cuyo comienzo dice:
(...) Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia. (Ef 1,3).
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"Elegidos antes de la creación del mundo..."
La Ciencia parece pescadilla que se muerde la cola en la Fe.