Los indios de España y los nativos de los Estados Unidos. ©

La adopción del artículo de ABC, firmado por Borja Cardelús suscita nuevas ideas, como arca de donde sacar buenos paños. Un lector me ha comentado fuera del blog que en los Estados Unidos se refieren a los indios llamándoles "nativos", porque (me ilustra) "indios lo son sólo los de la India". Corrección que acepto con el deber de explicarlo.

A los indios o aborígenes americanos -nativos es confuso en español- se les llamó "indios" durante más de 400 años, por inercia de los descubridores castellanos y resto de paises europeos que creyeron se había confirmado un nuevo camino a la India, por el Atlántico. Así siguió después de Américo Vespucio. Además de que a todo el continente se le siguió llamando "Indias Occidentales" por las compañías navieras holandesas e inglesas, sin que fuera desprecio a la cartografía definitiva que iba sentando ser un continente nuevo y no la India que creyó Colón.

A los "nativos", es decir a los aborígenes, se les dejó de llamar indios siguiendo la campaña de los medios de comunicación de los Estados Unidos que durante el mandato de John F. Kennedy se volcó en evitar la denominación por el color de la piel. Ejemplo es, a los negros, afroamericanos y, a los blancos, caucásicos.

El comentarista se salta o desconoce que también eran “indios” para el General Custer, apenas siglo y medio atrás, pues que así lo proclamaban él mismo y su superior, el General Sheridan, cuando arengaban a sus tropas: "The only good Indian is a dead Indian". (El único indio bueno es el indio muerto).

Nadie me negará que colocada al lado de la política educadora y civilizadora de España, la de los héroes a lo Holywood es verdadera vergüenza de la raza humana. Debe afirmarse pues que bien lo sabemos por así estar escrito por sus mismos beneficiados. Hay ejemplos. Tocante a la masacre de Little Bighorn, Montana, en junio de 1876, última batalla organizada por el católico y valiente Toro Sentado (Sitting Bull), en la que según datos conservadores murieron dos mil indios... Aunque otros aseguran que fueron cinco mil. No fue esto por su belicosidad. Y ¿por qué, entonces? Pues digámoslo descaradamente, porque las tribus originarias defendían su razón respecto a los acuerdos que los propios anglo-americanos habían convenido, una vez que estos se los saltaban según en los territorios indios se iban confirmando importantes yacimientos de oro.

Por cierto, este gran hombre, gran jefe indio, perdón, 'nativo', al que se admira cada vez más inclusive por los actuales americanos -caucásicos, y ya no blancos, afroamericanos, y ya no negros-, murió asesinado el 15 de diciembre de 1890, cuando una de tantas veces fue detenido por la policía, a causa del enorme, enormísimo, peligro de su influencia sobre las tribus de las praderas centrales. Lo mataron a él con su hijo y otros veinte indios. Gran Jefe de jefes sioux, cheyennes, pies negros y apaches. Lo de Toro Sentado no viene, como puede suponer un ilustrado, de la tauromaquia sino de que, en sioux, Tatanka Iyotanka significa «Bisonte Macho Sentado».

Quede esto dicho para armarnos frente a la permanente mentira ponzoñosa –y, sobre todo, vil, como sus actores- que impone una historia que jamás lo fue. Y esto sin citar las toneladas defecadas desde nuestros sucesores en México -¡tan cerca de Montana y tan olvidadizos de España!- que algunos sólo saben de historia la escrita con escuadra y compás. Menos mal que basta, hoy año 2017, pasarnos por un aeropuerto o estación de la América de Río Grande para abajo, en contraste con la del norte, para discurrir quiénes amaron a los indios -defendiéndose de los belicosos, eliminando canibalismos, con legislación protectora de sus reyes, enseñando la religión más sublime, alfabetizando y civilizando-, y quiénes no amaron a los nativos reduciendo su presencia a mero suvenir turístico.
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