El Adviento inspirado por la carta de Francisco sobre el estudio de la Historia Adviento es la "llama de una memoria colectiva"

Adviento es la llama de una memoria colectiva
Adviento es la llama de una memoria colectiva

Las multitudes actuales, esclavizadas por el individualismo consumista y las inmensas desigualdades evitables, necesitamos una liberación, un sueño colectivo de trascendencia y solidaridad. No un refugio para almas selectas que cultivan misticismos a la carta para pocos, ni “odiadores” con rosarios en las manos (card. Cobo)

Dios, en vez de quedarse en su mundo sagrado y separado de lo profano, se ha arremangado, ha salido a la calle y se ha hecho cargo del pecado y la miseria de los otros. No ha venido al mundo para reclamar la medalla al mérito que se concede en los templos de los "virtuosos".

Si la Iglesia no vuelve a convertirse en experiencia de un Pueblo que hace historia, es solo una secta residual en manos de una casta clerical.  Por eso el intento de la sinodalidad de Francisco para que todos participemos. Por eso el Espíritu Santo seguirá suscitando molestos profetas entre los descartados de las instituciones.

Existe una historia de la Iglesia escrita por eclesiásticos...Es la concepción de la historia del clericalismo: “hechos alternativos” y leyendas angelicales, para perpetuar un sistema de dominación de los hombres “consagrados” por la "disciplina" del celibato.

Hay que "...sacar a la luz en la medida de lo posible el rostro popular de los últimos y reconstruir la historia de sus derrotas y opresiones sufridas, pero también la de sus riquezas humanas y espirituales, ofreciendo herramientas para comprender los actuales fenómenos de marginalidad y exclusión..." (Francisco)

Adviento: la historia de salvación en la carne de la humanidad

La humanidad espera mientras camina en la historia. Espera como pueblo ya que “De lo contrario, permanece sólo la memoria personal de los hechos ligados al propio interés o a las propias emociones…”. (Papa Francisco, sobre el estudio de la historia, 21/11/2024)

El cristianismo es el cultivo de una “sensibilidad histórica” que nos ayuda a percibir la Misericordia de Dios que penetra por las heridas de la condición humana. Y solo se aprecia en el tiempo y tomando conciencia con el tiempo.

Como los discípulos de Emaús, vamos en este caminar de la vida, tristes y apesadumbrados mientras el Resucitado, al que nuestros sesgos y pecados ocultan, nos va mostrando el nexo entre la palabra de Dios y los acontecimientos de la existencia. Hacen falta el cansancio común de la larga jornada y el compartir el pan para darse cuenta del sentido, la presencia y la espera.

Esta reflexión intenta encontrar el nexo entre la reflexión del Papa sobre el estudio de la historia y el sentido del Adviento, momento histórico de la humanidad, que transitamos.

Ningún otro tiempo litúrgico es tan abierto al peso histórico de la condición humana. Todo es historia, todo es adviento en el ser humano: memoria colectiva de lo acontecido y esperanza activa en su desenlace final. Ven, Señor Jesús.

El Adviento nos recuerda que no hay que evadirse para encontrar a Dios, sino que la historia de la salvación ha penetrado en la carne de la humanidad. Está en la puerta de al lado, en los ciegos que ven, en los cojos que andan, en los leprosos que son limpiados, en los sordos que oyen, en los muertos que resucitan, y en los pobres a quienes se les anuncia el evangelio (Mt 11,5).

Dios, en vez de quedarse en su mundo sagrado y separado de lo profano, se ha arremangado, ha salido a la calle y se ha hecho cargo del pecado y la miseria de los otros. No ha venido al mundo para reclamar la medalla al mérito que se concede en los templos de los virtuosos. Éstos lo han clavado en la cruz, fuera de las murallas de la ciudad sagrada. Extra muros lo hemos puesto, junto con esa chusma de delincuentes, para que no “contamine” ni se cargue el sistema de injusticia de este mundo, en que los buenos samaritanos son rarezas peligrosas.

Nadie-amor-grande
Nadie-amor-grande

No hay mayor amor que dar la vida.Jn 15, 13.

Las multitudes actuales, esclavizadas por el individualismo consumista y las inmensas desigualdades evitables, necesitamos una liberación, un sueño colectivo de trascendencia y solidaridad. No un refugio para almas selectas que cultivan misticismos a la carta, ni “odiadores” con rosarios en las manos (card. Cobo); versiones de religiones que excluyen, condenan, estigmatizan.

Si la Iglesia no vuelve a convertirse en experiencia de un Pueblo que hace historia, es solo una secta residual en manos de una casta clerical.  Por eso el intento de la sinodalidad de Francisco para que todos participemos. Por eso el Espíritu Santo seguirá suscitando molestos profetas entre los descartados de las instituciones: piedras rechazadas por los constructores de este mundo y rocas angulares del Reino de los Cielos.

La negación y manipulación de la Historia que nos congrega

Francisco insiste en la importancia del estudio de la historia en una cultura que la descarta, como si todo empezara de cero y no se le debe nada a nadie: «se alienta también una pérdida del sentido de la historia… la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos». Esto significa “una pérdida de riqueza espiritual y humana transmitida por generaciones”. (Francisco, oc)

Pero no solo Francisco advierte este vacío contemporáneo. Es tal su dimensión que numerosos pensadores lo estudian: “Al igual que la ignorancia de la política, la ignorancia de la historia se ha convertido en objeto de estudio.” (P. Burke Ignorancia: Una historia global, 2023).

A esta negación sistémica y desinterés nada inocente sigue a la ignorancia selectiva, también estudiada por este autor: “Ignorancia selectiva, sobre todo la comprensión de que la historia la han escrito casi siempre las élites, sobre las élites y para las élites. La historia romana la escribieron senadores para que la leyeran senadores; la historia china, mandarines para mandarines; y la historia europea medieval, al menos por un tiempo, monjes para monjes. La historia de las otras clases se ha rechazado como irrelevante, por lo general de manera implícita, pero a veces con todas las letras;” (Burke, oc)

A esto habría que agregar una historia de la Iglesia escrita por eclesiásticos, una historia angélica y triunfalista “llena de relatos falsos, artificiales y una ausencia de historia y de conciencia histórica en la sociedad y nuestras comunidades.  Historias cuidadosa y secretamente prefabricadas que sirven para construir relatos ad hoc, relatos de identidad y relatos de exclusión”.

Es la concepción de la historia del clericalismo: “hechos alternativos” y leyendas angelicales, para perpetuar el sistema de dominación de los hombres “consagrados” por la "disciplina" celibato.

El clericalismo tiene un desinterés visceral por la historia y solo le interesa su manipulación con la interpretación sesgada de ciertos acontecimientos para su única finalidad: la exaltación de su poder clerical. Pero el necesario papel del clero es subordinado, "ordenado" al Pueblo sacerdotal, puente de la Misericordia de Dios a la humanidad. Su "sacerdocio" no es autónomo, ni su celibato "ontológico", ni es la cumbre del cristianismo, tal como inculca infantilizadoramente.

Es la falsa historia, la del “monofisismo eclesiológico” que Francisco denuncia en el documento: la “de una Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas”. Pero “La historia de la Iglesia nos ayuda a ver la Iglesia real, para poder amar a la que verdaderamente existe, y que ha aprendido y continúa aprendiendo de sus errores y de sus caídas”.

Un estudio histórico asumido con pasión evangélica puede cambiar las cosas porque contribuye a la “comprensión de la complejidad” que supera las deformaciones y simplificaciones ideológicas, también de la ideología del clericalismo, el peor enemigo dentro de la Iglesia.

Dice Francisco que «No podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido, esa memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno». Pero ha de ser una memoria completa, de santos y pecadores. Una memoria humilde para tener una esperanza activa que pida perdón, rectifique de fondo sus contradicciones e incluya a todos.

El valor del documento del papa, consiste en reconocer que la iglesia no es perfecta en todas y cada una de sus decisiones a lo largo del tiempo. Esto no ha disminuir nuestro amor y pertenencia a un Pueblo que es más grande que cualquier pecado estructural.

Hace falta “cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro …e intentar una nueva síntesis para el bien de todos».

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pintada-los-nadies GUILLERMO

Adviento es la historia que comienza con “los de abajo”

Uno de los aspectos más importantes para Francisco en el estudio de la historia se refiere a la eliminación de las huellas de quienes no han podido hacer oír su voz a lo largo de los siglos, hecho que dificulta una reconstrucción histórica fiel. Para eso es necesario:

"...sacar a la luz en la medida de lo posible el rostro popular de los últimos y reconstruir la historia de sus derrotas y opresiones sufridas, pero también la de sus riquezas humanas y espirituales, ofreciendo herramientas para comprender los actuales fenómenos de marginalidad y exclusión..." (Francisco)

Vivir el Adviento es caminar y compartir con los nadies amados por Jesús. Incluye en primer lugar el reconocimiento, como María, que "el Señor ha mirado con bondad mi pequeñez". Tener presente nuestra propia pobreza: somos necesitados de Dios y de los demás. Al reconocer nuestra vulnerabilidad, nos abrimos a recibir la gracia de Dios y a ser más compasivos con quienes sufren.

En segundo lugar es escuchar el clamor de los pobres: El Adviento es un tiempo para poner atención a los gritos de los pobres y los marginados, como hizo el buen samaritano. Es un tiempo para salir de nuestra comodidad y ponernos en los zapatos de aquellos que viven en la la exclusión y enriquecernos a su vez con sus dones que nos humanizan. 

También es compartir nuestros bienes, sabiendo que son talentos dados por Dios para reproducirlos y ponerlos al servicio del Bien Común. Jesús nos ha explicado que ése será el criterio del Juicio, qué hicimos con nuestros talentos, si los hemos usado para servirlo en los necesitados o nos hemos hecho los distraídos.

Pero todo esto es anécdota si no se hace Pueblo que camina, si no enciende una "llama colectiva de misericordia" que transforme la historia y sus estructuras sociales injustas que generan pobreza y desigualdad. Estamos en Adviento, en un tiempo para comprometernos con la construcción de un mundo más justo y fraterno mientras sentimos nuestro corazón arder con las palabras de Jesús en el camino (Lc 24,23).

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