Francisco: la Misericordia que "hace lío"

Francisco: la Misericordia que "hace lío"
Francisco: la Misericordia que "hace lío"

La Fiesta comienza cuando llega el hijo pródigo y es abrazado por el perdón paterno: … un escándalo para los “perfectos” como su hermano que “se portaba bien”. El mérito en el cristianismo es ir más allá del “portarse bien” y alegrarse con cada oveja perdida que es encontrada

El cristianismo es reciclador por naturaleza. Ha venido a buscar lo que estaba perdido, escoge la roca que desechan los arquitectos para construir el edificio más importante de la vida, no llama a los justos sino a los pecadores...no es para “portarse bien”, sino para “hacer el bien”, para arriesgarse (parábola de los talentos), no para resguardarse en la miedosa y perezosa seguridad aburguesada

Los cristianos somos los “cartoneros” de Dios, hurgando en aquella dignidad humana que ha sido descartada por los “perfectos” de este mundo. Hurgamos en las periferias donde han sido abandonados los excluidos del sistema, ellos son la ventana hacia Dios.

“Hacer lío”, debería ser el estado natural del que sigue a Jesús. La revolución de la misericordia que busca cambiar las reglas de juego de un mundo basado en la competencia y el beneficio sacrificial, por el Reino de Dios y su justicia hecho de cooperación y solidaridad creativas.

El tema de la misericordia ha estado siempre presente en la proclamación del Evangelio. Juan XIII convoca el Concilio Vaticano II diciendo” Hoy, en cambio, la esposa de Jesucristo prefiere emplear la medicina de la misericordia antes que levantar el arma de la severidad.” (11 octubre 1962) y todos los siguientes papas le dedicarán especial atención. Francisco da un paso más y hace de la misericordia el principio hermenéutico de las demás verdades (EG 37), para comprender adecuadamente el contenido de la doctrina y los mandamientos. Es un cambio de paradigma que prioriza el deseo de Jesús: “sed compasivos como vuestro Padre celestial es compasivo (Lc 6, 36)

El relativismo, obsesión de prelados de biblioteca, no se combate despotricando y condenando, sino consolidando este punto de partida, la roca sobre la cual construir la casa que resiste a las tormentas. Es la casa común del Pueblo de Dios, a la que convoca Francisco, es la Misericordia manifestada en Jesús y encontrable entre los pobres (Mt 25).

La “sustancia” de Dios es el Amor (1 Jn,4) y la Misericordia es como el amor de Dios se comunica con los humanos. Dios no abandona a ninguna persona, no da por perdido a nadie (EG 3). Su misericordia "desactiva" la bomba del dolor reprimido que se convierte en violencia. La mayor parte de la violencia nace de una herida que no ha sido atendida y se convierte en reivindicación más injusta aún. Allí apunta Jesús, al corazón herido, a esas periferias de nuestro ser que se convertirán en violencia y destrucción si no son atendidas con el ungüento del amor y la compasión.

Pero “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Cor 27). La Fiesta comienza cuando llega el hijo pródigo y es abrazado por el perdón paterno: “Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta” … un escándalo para los “perfectos” como su hermano que “se portaba bien”. El mérito en el cristianismo es ir más allá del “portarse bien” y alegrarse con cada oveja perdida que es encontrada (Lc 15)

La Misericordia que da sentido a las leyes

La justicia humana es necesaria, pero como todo lo humano, está herida desde su origen. Si no es humildemente consciente de esto, está destinada a convertirse muy pronto en una injusticia peor, a ser manipulada como arma arrojadiza. La llamada “lawfare” o guerra jurídica es un ejemplo actual de tal manipulación para dar apariencia de legalidad al ataque a los oponentes usando indebidamente procedimientos judiciales.

Otro ejemplo viene de la institución eclesial, donde hay también hay hijos de Adán, aunque hablen “en nombre de Dios”. Es el bodoque llamado código de derecho canónico, otro ejemplo de construcción de leyes de confección clerical muy humanas, aunque tengan párrafos del Evangelio y conceptos sobre la dignidad humana que luego no sincronizan con el resto de normas y procedimientos. Su finalidad principal es asegurar los intereses del orden jerárquico ante cualquier problema. No es extraño que delitos pandémicos como la pederastia clerical hayan zafado con este sistema legal durante mucho tiempo. El código carece mayormente de la evolución del derecho de los últimos 300 años, el cual ha procurado garantías para la víctima, recuperación para los condenados evitando la reiteración de hechos delictivos y facilitando los medios para la integración real de los penados en la sociedad, además de estudios sobre la causalidad de los actos delictivos. Un desarrollo de lo más evangélico… ¡llevado a cabo por la ilustración! Tampoco hay en el derecho canónico una distinción clara de instancias legislativas, judiciales y ejecutivas separadas y de contralor para evitar arbitrariedades del poder y asegurar una mayor objetividad.

Pero también existe un paso anterior, que es la redacción de leyes que convienen al poder, el cual busca convalidar siempre un determinado orden que lo favorezca. El “sistema que mata” de este mundo, denunciado por Francisco, es también un orden legal -injusto- para que pocos se beneficien y muchos se perjudican “colateralmente” hasta traspasar los umbrales de la dignidad humana. En ciertos casos se puede ser perfectamente “legal” y completamente inmoral y antievangélico. Y no solo las leyes civiles y económicas. Incluso se pueden cumplir exteriormente los 10 mandamientos y ser un perfecto canalla. Por allí iba la crítica de Jesús a la hipocresía de los fariseos especialistas en la ley de Dios…y en la trampa a esas leyes.

Esto no es nuevo, lo llevamos desde los orígenes (pecado original originante). La tragedia de Antígona de Sófocles (s.V a.C.), relata cómo la joven heroína desafía al tirano Creonte y la ley de las polis para poder dar sepultura a su hermano Polinices. Manifiesta sí el conflicto del orden cívico y el divino: Antígona se resiste a cumplir la ley humana por respeto a la superior ley divina y decide enterrar a Polinices. Creonte se entera de la desobediencia de Antígona y la condena a ser encerrada viva en una tumba.

La Misericordia que “recicla”

El cristianismo es reciclador por naturaleza. Ha venido a buscar lo que estaba perdido, escoge la roca que desechan los arquitectos para construir el edificio más importante de la vida, no llama a los justos sino a los pecadores (Mc 2, 17), no es para “portarse bien”, sino para “hacer el bien”, para arriesgarse (parábola de los talentos), no para resguardarse en la miedosa y perezosa seguridad... “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49).

Toda la escritura es una obra de misericordia: La parábola del hijo pródigo o del padre misericordioso (Lc 15), la del buen samaritano (Lc 10), “Dios rico en misericordia” (Ef 2), “bienaventurados los misericordiosos” (Mt 5), “Misericordia quiero, no sacrificios” (Os, 6, Mt 9), en el juicio final solo contarán las obras de misericordia (Mt 25), etc.

Dios no deja a nadie en la estacada, a todos ofrece nuevas oportunidades si existe esa disposición llamada conversión. Misericordia es la justicia de Dios que justifica, que te convierte en justo con su  Amor “excesivo”.

La Misericordia recicla al hombre, lo transforma. Aquello que la justicia de los hombres da por perdido, la misericordia recupera con paciencia y ternura. Jesús vive para buscar “lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Los cristianos somos los “cartoneros” de Dios, hurgando en aquella dignidad humana que ha sido descartada por los “perfectos” de este mundo. Hurgamos en las periferias donde han sido abandonados los excluidos del sistema, ellos son la ventana hacia Dios.

el perdón es antisistema

La Misericordia que hace lío y supera la moral burguesa

“Hagan lío y organícenlo bien –exhortó el Santo Padre–. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan”. (JMJ de Río en 2013). No hacer lío es conformismo burgués con el mundo injusto en que vivimos, porque nos beneficiamos con su injusticia para consumir salvajemente cosas, marcas, viajes, espectáculos, etc. -que no necesitamos- e impresionar a nuestros vecinos a quienes no queremos… y después echamos culpas a los políticos, a los pobres, a la iglesia, etc.

Buscamos egoístamente la tranquilidad burguesa de la seguridad económica y social mientras Jesús nos dice “'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado? Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios» (Lc 12, 13) y también “el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?» (Lc 9,22).

“Hacer lío” alude a lo que provoca confusión, desconcierto o desbarajuste. Debería ser el estado natural del que sigue a Jesús. Ser instrumento de su paz para que no haya guerras, de perdón y verdad aunque no sea "lo políticamente correcto". La revolución de la misericordia busca cambiar las reglas de juego de un mundo basado en la competencia y el beneficio sacrificial, por el Reino de Dios y su justicia hecho de cooperación y solidaridad creativas.

poliedroyperiferia@gmail.com

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