La nueva ignorancia y los negacionismos ecosociales Laudate Deum y la "retroalimentación monstruosa" del Paradigma Tecnocrático (LD 21)
Aldous Huxley fantaseaba en su distopía “Un mundo feliz” con ese tipo droga sin consecuencias que era el “soma”... Hoy existen drogas que anulan la percepción de la parte de realidad las “espiritualidades” narcisistas de autoayuda que nos evaden de la sociedad y de la realidad al ignorarlas o negarlas. Parecen más “naturales”, como si hubiera a esta altura, algo “natural” en que no tenga parte el ser humano.
Este paradigma tecnocrático vendría a ser como ..."un modo de entender la vida”, la motivación que está detrás de la actual degradación social y ecológica. Se basa en el optimismo exagerado en el progreso técnico junto con la economía especuladora que lo sustenta y que promete falsamente que solucionará todos los problemas.
No existe una salvación del planeta que no pase por la justicia social. Ecología y justicia social están intrínsecamente unidas. Sin reconocer, ayudar y acompañar al que sufre por causas humanas, como el buenos samaritanos, tampoco hay salida para una naturaleza vivible.
No existe una salvación del planeta que no pase por la justicia social. Ecología y justicia social están intrínsecamente unidas. Sin reconocer, ayudar y acompañar al que sufre por causas humanas, como el buenos samaritanos, tampoco hay salida para una naturaleza vivible.
La agresión al medio ambiente no es algo que haya empezado hace 200 años con la revolución industrial, como una "consecuencia colateral" de las nuevas tecnologías. El mal uso de la Creación y la injusticia social no son inventos actuales, como tampoco lo es el egoísmo humano y la depredación del pecado, que siempre es una ruptura con Dios, los demás y la naturaleza...una anti-naturaleza y anti-cultura.
Lo que sucede es que la potencia de fuego se ha incrementado a niveles apocalípticos con los acelerados cambios tecnológicos que vivimos. El pecado ecosocial ha adquirido dimensión estructural y no hay nada que no se vea implicado. La tecnología es una herramienta, que si la usáramos con otra mentalidad, podría ser la solución a muchos males ante los cuales nos “resignamos” que sigan haciendo daño, especialmente a los pobres, que son la mayoría del planeta y a los cuales se les suele echar la culpa de todo:
“... Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas? (Papa Francisco, Laudate Deum 9).
A Francisco no le gusta ser profeta de calamidades y apuesta siempre por proponer antes que imponer o quejarse. Por eso, Laudato Deum ha de ser visto, como todos sus documentos, desde un punto de vista propositivo, esperanzador, que nos convoca a la alegría de vivir algo más humano, una misericordia que reconoce lo bueno que la ciencia produce y “samaritanea” a los heridos del mundo que dejan sus excesos. Pero por, sobre todo, es el anuncio renovado del Evangelio de Jesús como único camino de plenitud para las personas, las sociedades y los ecosistemas.
Pero lo que no hace el Papa es ignorar las catástrofes medioambientales que vivimos y que viviremos de seguir así. De modo valiente, en vez de perderse por tangentes metafísicas, asume datos y conclusiones de la mayor parte de los científicos del mundo como base para ver la realidad, discernir desde el Evangelio y la tradición, y proponer acciones.
¿Porqué somos tan irracionales?
Renata Salecl, en su libro “Pasión por la ignorancia”, observa que existe en el ser humano la necesidad de un futuro idealizado, y que nociones fáciles como el progreso y el beneficio a corto plazo nos hacen estar más cerca de ese ideal y así terminamos procastinando las preguntas claves del conocimiento de lo real y la sabiduría de una vida con todos.
En esto se distingue el optimismo de la esperanza. El optimismo nos afirma irracionalmente que “todo saldrá bien”. La esperanza cristiana es holística, tiene en cuenta la contribución o no de la libertad, nos muestra de modo realista la muerte y la injusticia, pero nos ofrece un camino como el de Jesús y su misericordia transformadora para que demos frutos, 100% más en este mundo y para siempre (Mateo 19:27).
Pero nuestras elecciones no suelen ser muy racionales, están influidas desde nuestro inconsciente, del qué dirán los demás y fundamentalmente de nuestros intereses en juego. Por eso es común “hacer la vista gorda”, preferir no saber. Vivimos en un mundo de mucha información, de “big data”, decodificamos nuestro genoma, conocemos mucho más sobre nuestro cerebro, pero la ignorancia y los negacionismos van en aumento.
Nos decimos que, frente a la crisis económica, social y ecológica actual, algo se descubrirá y todo será igual que antes. Nada de cambios políticos y sociales en serio y menos que yo tenga que ser parte de ellos y renunciar a algo. Creemos que son otros los que tienen que actuar en vez de nosotros, que así estamos bien después de todo…aunque haya muchos que están muy mal...y que las cosas se pondrán peor.
Vivimos en una época en que no tenemos pasión por el conocimiento sino por la ignorancia. Herederos de la new age reloaded, muchos parecen que sí que saben vivir la vida porque eligen desconocer, con la posibilidad de aturdirse con entretenimientos caros, espiritualidades snobs y turismos de vanidosas selfies...aunque después recurran a mesianismos terraplanistas de mercado en el orden político. Pero sumergirse en el individualismo consumista e ignorar hacia dónde vamos en el orden social puede causar mucho daño irreparable…a todos.
Deberíamos trascender el ego domesticado para repensar las elecciones sociales. Pensamos demasiado en elegir cosas para nosotros mismos, consumismo, y poco en las elecciones en común que podemos hacer. La elección siempre está ligada al cambio. Podemos hacer elecciones individuales comprometidas con los cambios sociales necesarios. Podemos elegir cambiar nuestro ambiente y controlar las corporaciones en vez de permitirles que nos controlen. Tenemos posibilidad de hacer cambios, elegir qué tipo de sociedad queremos vivir en el futuro.
El analfabetismo "terapéutico"
En un capítulo de Los Simpson, Lisa debe hacer una presentación en la escuela sobre cómo se verá Springfield dentro de 50 años. Su investigación del cambio climático culmina en un futuro negro para la ciudad. Su presentación es tan terrorífica que sus maestros les dicen a sus padres que la manden al psiquiatra, quien le diagnostica “desesperanza en relación con el medio ambiente” y le receta “Ignorital”. Este medicamento le cambia la percepción a Lisa, quien se convierte en una persona de un optimismo insoportable. Sus padres, cansados de esto, le quitan la medicación y Lisa vuelve a la pesimista de antes.
Aldous Huxley fantaseaba en su distopía “Un mundo feliz” con ese tipo droga sin consecuencias que era el “soma”. Hoy existen drogas que anulan la percepción de la parte de realidad que no podemos soportar.
También el sistema alienta el uso de otras drogas: las “espiritualidades” narcisistas de autoayuda que nos evaden de la sociedad y de la realidad al ignorarlas o negarlas. Parecen más “naturales”, como si hubiera a esta altura, algo “natural” en que no tenga parte el ser humano. El hombre es parte de la naturaleza, también de la que parece “más natural”. Hasta el agua "natural" que tomamos es fruto de una larga tarea humana y social. Por eso dice Francisco: “estamos incluidos en la naturaleza, somos parte de ella y estamos interpenetrados, de manera que «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro». (LD 25)
No solo hay ignorancia y negación por hechos traumáticos, sino también por la infoxicación de las estructuras de poder o los mecanismos ideológicos que mantienen el orden injusto existente. En las sociedades del conocimiento, el poder de la ignorancia se ha fortalecido con este fin y se expande al ritmo de las fake news e influencers iletrados que manipulan emociones.
El modo en que nos relacionamos con el conocimiento nunca es neutro, es la pasión la que explica por qué se quiere ignorar y negar algunas cosas y se percibe como “revelaciones” otras.
La “retroalimentación monstruosa” del paradigma tecnocrático
Francisco insiste desde Laudato Si en que el paradigma tecnocrático está en la raíz de la actual crisis eco-social y que de nada sirve quedar en la descripción de los males ecológicos si no vamos a la mentalidad que los sustenta:
“No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. La raíz está en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo”. (LS 101)
Este modelo no es inocuo, detrás de la absolutización tecnocrática subyace un antropocentrismo desviado” que, disuelve al ser humano de todos sus vínculos para convertirlo en un consumidor puro.
Los paradigmas son modelos explicativos para ser seguidos y reproducidos. Se instalan culturalmente en la vida de la gente como si siempre hubieran estado. Un paradigma requiere que el modelo sea importante, rija la opinión pública e influya en toda su vida, haciendo que los pareceres, intuiciones, y conductas sean vividas como evidentes, sin necesidad de demostraciones permanentes.
Este modelo de pensamiento domina la economía y la política. Es el desarrollo tecnológico solo en función del beneficio inmediato, sin mirar consecuencias. Además, “las finanzas ahogan a la economía real y se afirma de modo dogmático que el mercado lo resolverá todo". “Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.
Mientras tanto, tenemos un «superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora” LS 109). Así, herramientas importantes como la tecnología, las finanzas y el mercado, al ser absolutizadas, se transforman en letales...con el consentimiento tácito de una población adormecida y domesticada por la ignorancia y los negacionismos de moda.
Durante los últimos años hemos podido confirmar este diagnóstico al mismo tiempo que hemos asistido a un nuevo avance de dicho paradigma. La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente. (LD 21)
Este paradigma vendría a ser como la “espiritualidad”, “un modo de entender la vida”, la motivación que está detrás de la actual degradación social y ecológica. Se basa en el optimismo exagerado en el progreso técnico junto con la economía especuladora que lo sustenta y que promete falsamente que solucionará todos los problemas que ocasione. “Es pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico». (LD 20)
Esto se funda en la falacia del “crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos» (LD 20). Un crecimiento inhumano porque se autoproclama sin techo ético, negando o minimizando las consecuencias negativas, sin compromisos sociales, buscando inmensos beneficios inmediatos para pocos y a costa de muchos y del planeta.
Francisco constata en este documento que el paradigma tecnocrático ha avanzado aún más desde su encíclica Laudato Si de hace 8 años. Se ha vuelto hegemónico.
La solución, predicada con insistencia es que “la indispensable superación de ese paradigma tan dañino y destructivo no se encontrará en una negación del ser humano, sino que incluye la interacción de los sistemas naturales «con los sistemas sociales».(LD 27).
No existe una salvación del planeta que no pase por la justicia social. Ecología y justicia social están intrínsecamente unidas. Sin reconocer, ayudar y acompañar al que sufre por causas humanas, como el buenos samaritanos, tampoco hay salida para una naturaleza vivible.
“Porque «todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» (67). Todo está relacionado.
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