La religión que Jesús no quiere Los pobres, templo profanado por los mercaderes

Los pobres son el templo profanado por los mercaderes
Los pobres son el templo profanado por los mercaderes

A partir de Jesús, el lugar del encuentro con Dios ya no es el templo con sus sacerdotes y rituales, sino el pobre, su Presencia vicaria. Dios ya no se encuentra en la aparatosidad de sacralidades inventadas por los clérigos sino en la misericordia de las relaciones humanas.

Los templos no son más importantes que los seres humanos, sino que deberían ser siempre "recordatorios", símbolos y estímulo del compromiso con el otro. Cada ser humano es una piedra viva y real del santuario en el que Dios quiere ser honrado.

Jesús vino para cambiar las cosas. Ese cambio se llama Reino de Dios y su Justicia. Lo quiere llevar a cabo con nuestra participación. “El Dios que te creó sin ti no te redimirá sin ti” (S.Agustín). No se conformó con “denunciar”. Él hizo el Reino.

Él es la piedra que cualquier arquitecto desecharía y que se ha convertido en piedra angular del nuevo Templo de los Bienaventurados, los únicos que entran sin pasaporte al Cielo y a quienes hemos de apegarnos de corazón, si queremos compartir su Gloria.

La Misericordia de Jesús, “hace lío” como dice Francisco. No es nada modosita y “falsamente prudente” sino que es conflictiva, como lo demuestra su actitud tajante ante los mercaderes del templo o su enfrentamiento con los fariseos y escribas “dueños” de la religión a quienes trata como “hipócritas” o con su rey Herodes, a quien llama despectivamente “zorro”.

También cuando advierte que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los cielos o cuando no da chances al rico Epulón en el infierno y lleva consigo al pobre Lázaro al seno de Abraham. Sus parábolas ponen el dedo en la llaga, quitan la falsa seguridad del hijo "cumplidor"  que se queda con el padre, pero termina juzgando a su hermano pródigo. Jesús habla de otro tipo de Justicia, la de Dios fundada en la Misericordia y que paga lo mismo a jornaleros de diferentes momentos,  perdona setenta veces siete, tiene más esperanza en prostitutas y publicanos arrepentidos que en la gente "piadosa", etc.

Jesús marca un camino diferente al ir a las periferias en vez de los centros de poder establecidos, que es como uno imagina que se cambian las cosas y como el demonio lo tentaba en el desierto. Jesús confía en que la renovación de la vida proviene de la acción de Dios a partir de los descartados y expulsados de los sistemas. "Él vino a buscar lo que estaba perdido" (Lc 9,10)

El Hijo de Dios se hizo pueblo pobre y trabajador, de aquellos que están ausentes de la toma de decisiones de las naciones pero que desde la puerta de al lado mantienen el mundo con su trabajo y silencio. Pero también se hizo "antisistema" por no ser cómplice de templos manipulados por mercaderes, de sociedades gobernadas por corruptos y falsas meritocracias para legitimar las injusticias con otros seres humanos. 

jesús y los mercaderes del templo
jesús y los mercaderes del templo

Él es la piedra que cualquier arquitecto desecharía y que se ha convertido en piedra angular del nuevo Templo de los Bienaventurados, los únicos que entran sin pasaporte al Cielo y a quienes hemos de apegarnos de corazón, si queremos compartir su Gloria. El abrió las puertas de la Resurrección desde el aparente fracaso humano de la Cruz.

Jesús no ha venido para que nos “portemos bien” en un mundo que no funciona bien. "En un mundo injusto, el lugar del justo es la cárcel o la muerte" (Ghandi). Desestabiliza la moralina burguesa, cómoda con los beneficios producidos por las estructuras injustas de las cosas como están. Porque este mundo, creado con tanta belleza y posibilidades para todos, no funciona bien como lo demuestran las guerras millonarias que matan y pauperizan, el hambre y la falta de bienes básicos de un tercio de la humanidad, el abuso y descarte de millones de seres humanos deambulando en pateras existenciales y que “no importan” a pesar del inmenso desarrollo tecnológico actual que puede solucionar tanto dolor.

Sin embargo, unos pocos dueños de casi todo, nos hacen creer que el problema lo tienen las mayorías que son dueñas de casi nada. El irónico discurso legitimador es siempre el mismo: Democracias “formales”, con mercados “libres” que no son “entendidas” por la mayoría de países y miles de millones de personas que son “tontos” y se “empecinan” en sufrir. Hablan de un orden establecido ficticio, con grandes desigualdades, que siempre terminarán en delincuencia, guerras, revoluciones y violencia…para volver a comenzar de nuevo. 

Solo la fraternidad nacida en la Pascua, el gran derroche" de la Misericordia hecha carne, puede darnos una perspectiva histórica distinta, una Esperanza nueva, un nuevo orden de amor.

Jesús vino para cambiar las cosas. Ese cambio continuo se llama Reino de Dios y su Justicia. Lo quiere llevar a cabo con nuestra participación. “El Dios que te creó sin ti no te redimirá sin ti” (S.Agustín). No se conformó con “denunciar”. Él hizo el Reino. Asumiendo todo lo humano, recreó con su Misericordia una nueva realidad a partir de la que ya existía. Redimir es más grande que aniquilar para comenzar de cero.

Convertirse es hacer del Reino de Dios la "opción fundamental", un compromiso existencial y relacionarlo todo con su construcción. No estamos en la vida para entretenernos y pasar el tiempo, estamos llamados a una misión…que además nos irá dando la añadidura del ciento por uno de todas las cosas y relaciones en este largo caminar (Mt 19,23).

Él curó nuestras heridas, comenzó con lo que ya existe, con nuestras pobres vidas cuando admitimos su amor transformador. Un proceso llamado Historia de Salvación y que llega hasta el final de los tiempos donde habrá cielos nuevos y tierra nueva y todos, personas y civilizaciones, seremos juzgados en el amor.

El gran impedimento sigue siendo el mismo pecado original de la soberbia, no apreciar con humildad lo recibido sino pretender "ser como dioses” (Génesis, 3,5), usurpando el lugar de Dios para someter a los hermanos.

El pobre, templo de Cristo profanado por los mercaderes

Pero también el templo se mercantiliza cuando legitima poderes o ideologías, tranquiliza conciencias perversas, y justifica violencias. La religión del mercado y el poder tiene su ritual de sacrificios humanos, que nunca son suficientes para llenar las arcas de paraísos fiscales y lujos descabellados.

Antiguamente las guerras venían después de grandes sequías donde el alimento escaseaba y la gente se rebelaba. Hoy las guerras son por la acumulación y el lujo, aunque a la población le vendan discursos patrióticos e ideologías de mercado. En este punto, la religión suele ser usada como justificación de sistemas que agreden la dignidad de muchos humanos u "opio de los pueblos" que adormece conciencias.

intercambio de favores
intercambio de favores

La pregunta de este domingo es si santificamos el templo de Dios en los innumerables rostros de Jesús que tienen hambre, inocentes de las guerras, inmigrantes y refugiados, bebés por nacer, ancianos necesitados de compañía, etc. O estamos tranquilos con nuestra conciencia porque "cumplimos" con oraciones y rituales de templo aunque el otro "no nos importe". En este caso seremos cómplices de esta idolatría que todo lo reduce a beneficio económico inmediato, poder y destrucción sobre los demás, prestigio y placer a costa del dolor de la mayoría humana.

A partir de Jesús, el lugar del encuentro con Dios ya no es el templo con sus sacerdotes y rituales, sino el pobre, su Presencia vicaria. Dios ya no se encuentra en la aparatosidad de sacralidades inventadas por los clérigos sino en la misericordia de las relaciones humanas.

Los templos no son más importantes que los seres humanos, sino que deberían ser siempre "recordatorios", símbolos y estímulo del compromiso con el otro. Cada ser humano es una piedra viva y real del santuario que Dios quiere.

El criterio del único juicio que interesa es: “Cada vez que dejasteis de ayudar a uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo” (Mt 25, 45). Jesús garantiza así, digan lo que digan los mercaderes de ayer y de siempre, que el templo del encuentro con Dios es el necesitado.

poliedroyperiferia@gmail.com

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