¿Evangelizar o adoctrinar?
| Gabriel Mª Otalora
Tenemos muchas dificultades para llevar a cabo la misión de evangelizadores, a la que Jesús nos llama siempre. Una de las más graves es confundir la evangelización con el adoctrinamiento, más frecuente de lo que pueda parecer a primera vista. Lo cristiano es anunciarel Evangelio desde las conductas de Jesús, que es bien diferente al clericalismo frecuente incluso entre el laicado.
“Lo católico no es proselitista", nos dice Francisco, porque el Anuncio de la Buena Noticia no va de convencer y ganar seguidores sino de mostrar coherencia y ejemplo a través de conductas propias de bondad indiscriminada, haciendo presente el Misterio de Dios-Amor. Sin necesidad de autosuficiencias, condenas ni demostrando nada.
Los cristianos hemos perdido presencia social y credibilidad porque nos dedicamos a "captar clientes” en lugar de tocar los corazones con verdadera vocación de servicio. Por nuestros hechos nos conocen… y a veces se espantan. Más que huella, a veces dejamos cicatrices por la actitud equivocada que estropea una buena obra para convertirse en piedra de tropiezo por nuestro dogmatismo y afán de vanagloria, pensando solo en recolectar. Lo que nos hace florecer el pobre amor que ponemos ante las debilidades ajenas: reproches, impaciencia, desconsideración, orgullo…
Cuando nos fijamos en Jesús vemos a un maestro, no aun adoctrinador ni a un reclutador de conciencias; es un compañero del camino que trabaja para iluminar la vida desde la plenitud de Dios. Evangelizar, por tanto, nos debe convertir en experiencias vivas de Dios capaces de encarar cada situaciónhaciendo de lo ordinario en nuestras vidas algo extraordinario.
¿Qué nos falta? La actitud que nos repitió Jesús: oración a la escucha para fortalecer nuestra fe. La enseñanza religiosa no puede reducirse a un mero tratado normativo, obviando que la institución eclesial parece, en muchas ocasiones, más importante que el Mensaje. El adoctrinamiento cercena la acción del Espíritu en la medida que puede convertirse en un instrumento de control y de captación de adeptos, cuestionando el concepto mismo de Buena Noticia al reducirla a un entramado doctrinal-normativo y de tradiciones.
El Evangelio reitera la necesidad de sanar la vida, sobre todo en quienes se encuentran más frágiles. Y tenemos que hacerlo con la actitud de voluntad de servicio, compasión ymisericordia, paciencia… No vale hacerlo de otra manera.
Tantos adoctrinamientos eclesiales centrados en el miedo, esconden una falta de fe en el amor. Eso les ocurrió a los discípulos mientras ellas fueron las enviadas para comunicar que Cristo ha resucitado. Nuestros ritos, entonces, se han convertido en manifestaciones de consumismo religioso, poco o nada transformador, al no apostar por la madurez espiritual que actúa no actúa con la vanidad de pensar solo en disfrutar de los resultados. De hecho, el primero que no vio los resultados fue el mismo Jesús.
Es cierto que no siempre es posible desplegar grandes responsabilidades. No importa. Lo cotidiano es una parcela de vida que podemos convertir en una extraordinaria experiencia religiosa y de encuentro pascual. Lo que recrea la vida no son las sensaciones puntuales sino el modo de actuar en el día a día, el cómo hacemos las cosas aunque "nadie" nos vea y, peor aún, sin que “nadie” se fije en nuestra acción anónima ni sea reconocida por los demás. Esa actitud interior sencilla y dispuesta a darse resulta evangelizadora por la ración de amor que conlleva. Y eso solo lo ve y lo fructifica Dios. Así actuó Jesús la mayor parte de su vida, viviendo de manera sencilla y entregada en su aldea natal fructificando de manera silenciosa. La vida callada, pero llena de amor, rebosa actitud de respuesta a la voluntad de Dios. Pero evangelizar así requiere de una actitud nueva...
Haz, Señor, que mi vida se transforme en Eucaristía,
y que contigo, como el pan en las manos,
pueda salir al encuentro de quienes han perdido la esperanza.
Que sepa llevar tu buena noticia,
tu evangelio que es palabra viva que transciende.
Que sepa ofrendar aquello que he recibido gratuitamente,
como don de tu amor.
Gilberto Sanabria Ravinovich