Gestación subrogada o ausencia ética

La gestación subrogada es una decisión por la cual una mujer lleva el proceso de un embarazo y da a luz a un bebé para otra persona o pareja, renunciando a los derechos legales sobre la criatura en el momento del nacimiento. Cabe la posibilidad de que se realice pagando (vientres de alquiler) o de manera altruista, más allá de correr con los gastos médicos y de embarazo.

La conocida Ana García Obregón ha dejado muy claro que el objetivo que ella ha perseguido con esta decisión es no continuar sintiéndose sola, ante la difícil superación de la pérdida de su hijo natural. Como era de esperar, este proceso ha generado controversias éticas y legales, pues no deja de ser una cosificación de la madre e incluso de la criatura, convertida en posesión de la receptora del bebé de otra persona. Nótese que en este caso, si ella llega a ser octogenaria, el bebé apenas será un adolescente que verá a su “madre” como a una abuela.

Estamos ante una realidad demasiado frecuente en que el derecho propio ya no termina donde comienza el derecho de otra persona, sino que voluntariamente se anula el derecho propio a la dignidad humana. Algunos apelan a otras jurisdicciones que permiten esta barbaridad, como es el caso de Estados Unidos, Canadá, Ucrania, Rusia, Georgia, Reino Unido, Australia, Sudáfrica, Tailandia e India. Se menta a estos Estados, sin informar de la larga lista de países que lo prohíben, y en base a qué lo hacen. Nuestra legislación lo deja claro en la Ley sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida, prohibiendo la gestación por sustitución a favor del contratante o de un tercero. Queda la vía de la adopción, pero ciertamente requiere de mejoras y flexibilidades.

Lo que tampoco es de recibo, en mi opinión, es acotar el problema ético a la regulación de esta realidad solo en el caso en el cual no medie una contraprestación económica, como afirma el Partido Popular. No me parece suficiente afirmar que la “la mercantilización es absolutamente execrable”, mientras se deja fuera de foco la utilización de las personas como meros recipientes, y los derechos de estos bebés, absolutamente desconsiderados, con pago o sin él de por medio.

El caso de la gestante no es menos importante desde el punto de vista humano y ético: con el embarazo sufre un proceso de transformación físico y psicoemocional a lo largo de las 40 semanas que dura una gestación, además de someterse a un postparto sin bebé que también tiene consecuencias.  En definitiva, mujeres como un producto desechable de usar y tirar.  La gestación de pago recuerda a la prostitución de pago en que es esta variante de cosificar y utilizar a la persona sin consideración alguna a su dignidad humana. Pero difiere en que alquilarse a cambio de sexo no está regulado, es alegal, mientras que la gestación subrogada está penada de manera expresa: además de venderse el cuerpo de la mujer como incubadora, se paga por una vida humana.

Dicho lo anterior, no faltan voces que justifican y defienden esta manera de hacerse con un bebé. Utilizan el mantra de la libertad de hacer lo que uno quiera sin pararse en mayores consideraciones morales, aunque una de ellas sea que la gestación subrogada nos lleva a la aceptación de que toda persona tiene un precio o, peor aún, es disponible a conveniencia si la otra parte así lo quiere convertido el argumento en una caspa trufada de un cinismo irresponsable que acepta el egoísmo como un derecho intocable, precisamente en aras a la verdadera libertad, cada vez más irreconocible.  José Antonio Marina desmaquilla lo injustificable cuando escribe sobre la existencia de esclavos felices. Se refiere a los esclavos que pertenecieron a Nepomuceno Cárdenas, el dueño que quiso devolverles la libertad, pero ellos montaron un plebiscito y se negaron votando por el mantenimiento de su esclavitud. Y Cárdenas se convirtió en el primer dueño de esclavos elegido por sufragio universal.

Es peligrosa que la reflexión ética unida a conductas concretas dependa de los apremios del presente y de consignas económicas, y no de los valores que guían el comportamiento humano hacia la verdadera libertad -en responsabilidad- y la justicia. No en mi nombre. Cristo es un buen modelo también en esto.

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