¿Marta y María, o María y Marta?
| Gabriel Mª Otalora
Si tengo que decir solo dos razones para señalar como causas de la pérdida de influencia cristiana, al menos en la sociedad occidental, me decanto por una externa y otra interna. La externa es el consumismo materialista por el efecto pernicioso que está dejando en forma de insolidaridad egoísta y de superficialidad vital que envuelve hasta deshumanizar la sociedad. La segunda, interna, es la mediocridad con la que vivimos el mensaje, seguramente por haber dejado de lado la oración rezando poco y mal.
Jesús destaca la llamada a la oración con su ejemplo, en la sinagoga y madrugando en la montaña a solas con el Padre, en una relación de “yo-tu” de comunicación amorosa que hoy hemos arrinconado por el frenesí de la acción o por la indiferencia. Los evangelios sinópticos recalcan esta actividad de Jesús como prioritaria, por aquello de que “sin mí, no podéis hacer nada”. Y el evangelio de Juan podríamos llamarlo el de la contemplación espiritual. Cierto es que orar y profetizar la Buena Noticia (Palabra y ejemplo) se complementan y refuerzan mutuamente. Pero lo primero tiene cierta prioridad, va por delante:
Jesús se revela a su amiga María como pura gratuidad, “y no se le quitará la mejor parte”, porque es en la escucha donde se manifiesta la actitud y conducta ejemplares desde las que cada cual debe ser profeta. La oración a la escucha en el silencio, o pidiendo luz y fuerza para construir el Reino. María primero para ser la mejor Marta.
Hoy ocurre incluso algunos pueden interpretar el texto de Lucas (Lc 10, 38) como una contraposición entre dos actitudes (ser Marta o María), en lugar de verlo como una invitación a lo que significa realmente ser cristiano. Lo cierto es que son dos aspectos esenciales en el seguidor de Jesús; orar y trabajar, aspectos que nunca se han de separar, sino conjugar para vivir nuestra fe en profunda unidad y armonía con nuestros semejantes. Marta recibe la crítica cariñosa de su amigo Jesús, porque estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas que había que hacer sin importar demasiado desde dónde (Cristo) y cómo (actitud) hay que hacerlas.
Jesús afirma también que “la mejor parte” de María “no le será arrebatada”, lo que nos lleva a deducir que el frenesí de Marta puede perderse en su hiperqactividad. Que sin escucha orante, es posible acabar abandonando la fe y hasta la acción. Dios nos encomienda cada día una tarea como la de los sarmientos respecto a la vid. Que el servicio a la obra del Señor no nos haga olvidarnos del Señor de la obra. Escuchar a Dios es para servir. En caso contrario, el resultado puede ser escándalo para tantas personas de bien que buscan a Cristo y no lo encuentran entre tanta norma rígida clericalista, tanta falta de caridad, tanta vanagloria. Por eso mismo, las eucaristías no son celebrativas, alegres. Vengo de un retiro sobre la vulnerabilidad como fortaleza donde he palpado ese espíritu goxzoso comunitario tan cristiano, y a la vez ajenoa muchas liturgias cristians.
Sin la humildad a la escucha, como sigue proponiendo el Papa en la sinodalidad que ha sido ninguneada por tantos, lo lógico es quedarnos embarrados en las preocupaciones de la vida sin atender a las prioridades esenciales de conducta que nos marca Jesús para dar el mejor fruto.
La elección incorrecta que hizo Marta no fue que estuviera sirviendo bien, sino que se centrara en sí misma criticando a María en lugar de hacer lo que Jesús le estaba enseñando en ese momento. Le faltó darse cuenta de que la inactividad de María es sólo aparente. Y que su queja contra María le alcanza también al mismo Jesús. La gran lección resumida es que Marta debe trabajar, sí, pero con una actitud distinta: la que tiene su hermana María ante Jesús como el único Centro. No menos importante es la continuación de este bello relato evangélico, cuando muere Lázaro, el hermano de ambas, y se aprecia la transformación de Marta (Jn, 11).
Creo que estamos desperdiciando los talentos de la fe, la esperanza y la experiencia del amor extremo de Cristo, mientras otras personas ansían tener la mitad de fe, de esperanza y experimentar al menos un pelín del amor que Dios les tiene. Escandaloso, ciertamente escandaloso, y así es como menguamos, porque nadie compra consejos ni vivencias de “unos motores gripados”. Tiempo de Adviento…