A propósito de San Martín de Tours y los obispos
| Gabriel Mª Otalora
Esta semana propongo el ejemplo de humildad de San Martín de Tours que se lo trabajó hasta convertirse en servidor de todos, en el gran referente también de todos. Les vendría muy bien reflexionar en serio a no pocos obispos, sobre las actitudes de este gran santo, si pretenden alcanzar la credibilidad que no logran y la compasión que sus atribulados fieles les demandan. No pocos obispos, son bastantes obispos…
Martín, que luego se convertiría en San Martín de Tours, estando de campaña militar (s. IV) se encontró por el camino con un pobre hombre que tiritaba de frío y a medio vestir. Se compadeció de él, y como no llevaba nada de sobra para arroparle, dividió su capa militar en dos partes, y le dio la mitad al mendigo aterido de frío[1].
En el año 371, Martín ya era considerado como un cristiano ejemplar. Fue invitado a la ciudad de Tours con el pretexto de que Le llamaba un enfermo grave, pero la razón era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas pisó la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir el cargo, lo obligaron a aceptar. En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad fue inagotable con los necesitados.
El santoral está tan abigarrado de personas ejemplares, que se nos escapa el ejemplo de muchos hombres y mujeres para nuestro tiempo. Pero el recordatorio de San Martín el 11 de noviembre, puede ayudarnos a reflexionar nuestra actitud:
1) Tuvo que ser verdaderamente ejemplar viniendo de la milicia en tiempos de conflicto, ya que una mayoría popular quiso que fuera su pastor, su obispo. Y lo lograron por aclamación. Entonces las leyes canónicas parece que primaban el ejemplo por encima de otras consideraciones.
2) No se equivocaron, pues los casi tres décadas de obispo dejó un recuerdo extraordinario, al liderar su comunidad desde el servicio.
3) Por tanto, su vida fue Buena Noticia para quienes vivieron en aquél difícil siglo IV en lo que hoy es Francia, siendo él extranjero. Martín se hizo uno más entre su comunidad por amor radical dándole un sentido liberador y sanador a la existencia. Y desde ahí puede enseñarnos hoy a vivir en plenitud, codo con codo, en común-unión sin privilegios, y desde una actitud ejemplar compasiva, algo que anhelan muchas personas desnortadas y necesitadas. Es decir, un verdadero liderazgo cristiano.
Este abajamiento inaudito de un militar -y después el mismo abajamiento como obispo- visualiza la fuerza de lo débil desde el amor que fortalece y transforma la existencia. Para ser aclamado por aquellas gentes, tuvo que comportarse sacramentando lo profano y dándose allí donde había exclusión.
Solo el cristianismo vive la fe en un Dios que se hizo humano por amor hasta las últimas consecuencias. Si Jesús hubiera rebajado el nivel del mensaje y de su ejemplo, seguro que sus días hubiesen acabado rodeado de honores como un santón más. Pero con esa componenda, no reconoceríamos su liderazgo de servicio, revolucionario por lo transformador, convertido en Buena Noticia universal para todos, especialmente para los más débiles, enfermos y fracasados, precisamente por su precariedad.
A pesar de los pesares, decía Pedro Casaldáliga, nosotros los cristianos somos soldados derrotados de una causa invencible. Esta es la gran noticia, que no estamos hechos para morir, sino para colmar nuestra ansia de amor para siempre. Desde este tesoro regalado (Mt 13,44) hemos de implicarnos en transmitir esta Buena Noticia a todos (evangelizar). Por eso los textos bíblicos exhortan a estar alegres y compartirlo todo, a nuestro alrededor y más allá, a confiar por encima de la realidad puntual que nos aflige. Y como toda buena noticia sentida, debe impulsar las ganas de expandirla y comunicarla, viviéndola desde el ejemplo que mejore la vida de quienes comparten nuestro caminar vital.
Esto es algo que choca, y mucho, con quienes no aceptan el Mensaje desde dentro cuando estropea los intereses egoístas e injustos. Pero el Evangelio no se impone, se propone con el ejemplo; es mucho más que un tratado ético de mínimos para convivir. Es un mensaje para ser ofertado siendo libres de aceptar vivirlo a fondo, sin conformarnos con conocerlo culturalmente.
Son tiempos de sinodalidad en los que la vivencia debe pretender la con-vivencia. Amén.
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[1] La media capa o capilla: leo que años después, la gente acabó diciendo: "Vamos a orar donde está la capilla expuesta del santo". Y de ahí viene el nombre de capilla como reciento pequeño para orar.