Crisis del mundo, no crisis en el mundo.
Pero el problema empieza en la misma configuración terminológica del problema. Los medios de comunicación, en general y como buenas correas de transmisión de la ideología de los grupos de poder y las élites sociales, machacan cada día la idea, de vieja raigambre neoliberal, de que no hay alternativas. Muerta la que hizo famosas las siglas, TINA (There is no alternatives), no parece que su legado acabe de morir y los mantras publicitarios insisten: este es el modelo social único, hay que seguir produciendo y consumiendo, hay que seguir generando beneficios, hay que aumentar la tasa de ganancia, hay que... mantener el capitalismo, palabra maldita otra vez que ha vuelto a ser protegida tras sacarla a pasear un par de años, aquellos en que iniciara la crisis. Pero ahora, tras la derrota de los modelos críticos y alternativos (sí, no me equivoco, las alternativas han sido derrotadas por la miseria que ha traído la crisis), el nombre que define el modelo, capitalismo, vuelve a ser protegido en el Olimpo de las sagradas ideas sociales. De esta manera se cierra perfectamente el discurso y solo podemos dedicarnos a ver cómo arreglar este mundo que se nos cae, sin ser capaces de atisbar otro mundo distinto que ya no sea el capitalismo. El capitalismo ha muerto, pero cual zombi, sigue devorando víctimas sin más objetivo ni sentido que seguir persistiendo, no ya existiendo.
Solo los que han leído a Marx, solo los que se han tomado en serio a Marx, gentes tan poco sospechosos como George Soros o Warren Buffet, por ejemplo, magnates ambos de las finanzas, saben que estamos ante la muerte del capitalismo. Por ese motivo están tomando todas las medidas posibles para que esa muerte se alargue tanto como sus propias vidas, les da pánica pensar en lo que vendrá después, pues sea lo que sea, supondrá la pérdida de sus fortunas y una situación, para ellos seguro, mucho peor. La rabia y el odio con los que reaccionan aquí en España contra las víctimas del moribundo capitalismo: desahuciados, parados, inmigrantes, disidentes, etc, nos da un índice muy fiel de lo poco que falta para que se hunda. Cuanto más gritan, cuanta más violencia utilizan, más cerca está la muerte del modelo. Porque el modelo capitalista tiene su base en el aumento constante de la tasa de ganancia, de ahí la necesidad de la productividad, y en la conversión de todo valor social y natural en valor económico apropiable por las élites. La tasa de ganancia lleva cayendo en picado desde finales de los años sesenta, ese, y no otro, es el motivo de la crisis del capitalismo: la muerte de su esencia. El planeta tiene límites y el capitalismo ya los ha sobrepasado.
Ahora bien, no seamos ilusos, como lo fueron tantos críticos de corte hegeliano, pensando que la muerte del capitalismo era suficiente para avanzar hacia una sociedad justa y humana. No, la muerte del capitalismo nos puede llevar también hacia una barbarie total en la que acabemos deshumanizados. Tenemos que ir construyendo, desde ahora, desde dentro del capitalismo, aquella realidad que queremos vivir cuanto antes. Como dijera Kuhn de los paradigmas, desde dentro del paradigma en extinción empieza a surgir, desde sus propias anomalías, el nuevo paradigma. Seamos esas anomalías del paradigma capitalista y creemos las condiciones para otro mundo que ya se antoja imprescindible.
*Para los profesores y alumnos del Bachillerato de Investigación del Instituto Francisco Ros Giner de Lorca, con quienes pasé un rato muy agradable hablando de estos temas.
Leer más