'Mater dolorosa' de los refgiados

Una buen amigo me enviaba una imagen de los refugiados y me decía que parecía una Mater dolorosa. La actitud de dolor y el gesto de súplica de una madre refugiada nos lo dice todo. Se trata de un gesto universal, tanto en las tradicionales dolorosas como en la madre implorante del Guernica de Picasso como la mujer de esta imagen que acompaña este texto. Ante ese gesto no hay manera de escapar a los sentimientos de compasión por su sufrimiento, sobre todo aquellos que somos padres o madres. En nosotros se desata una rabia inmensa ante esta situación. Me decía este amigo que si viera a su hija en un lager de esos en los que los han recluido, descalza, hambrienta y dejada de la mano de Dios, crearía el infierno en Europa del que huía de Siria. Y tiene toda la razón. La ira ante esta injusticia, la santa ira que nos hablan los profetas, es la única reacción digna del ser humano ante esta aberración que llevamos contemplando más de un año.

En Occidente hemos colaborado a destruir un país y ahora nos desentendemos de los que huyen de aquel infierno. Somos cómplices de la guerra más atroz desde la guerra de Irak y no queremos asumir las consecuencias. Muchos se preguntan el motivo de que vengan a Europa con actitud cínica, como si no fuera con ellos. Y muchos de esos son reconocidos católicos que militan en medios de información dependientes de la Conferencia Episcopal Española. No sé si hace falta recordarles el texto de Mateo 25, 31 siguientes. El juicio se hará en función de lo que hicimos con los que sufren: "Venid a mí benditos de mi padre porque fui extranjero y me acogisteis". Se trata de una expresión absoluta, no condicionada. No dice que me acogisteis porque fui un extranjero bueno o limpio o rico, dice que es por ser extranjero. También les recuerda a los que no lo acogieron que se trata de no haber acogido a los extranjeros que llaman a tu puerta, en ellos está el Cristo. El Cristo de este mundo de sufrimiento y pecado son los refugiados sirios, afganos, iraquíes, subsaharianos, filipinos... El Cristo hoy para la Iglesia, como no se cansa de repetir monseñor Agreso, arzobispo de Tánger, son los pobres que se agolpan ante nuestras vallas para acceder a nuestra casa. Del trato que les demos depende el juicio que Dios mismo nos haga.

La Unión Europea, con la complicidad de España, ha firmado un acuerdo ignominioso que quedará en la historia de la infamia. La cristiana Europa ha decidido cerrar las puertas al sufrimiento de nuestros hermanos. Y no solo eso, los va a devolver al infierno del que provienen mediante un acuerdo vergonzoso con Turquía, país que no quiere a los refugiados pero que se los queda por 5000 millones de euros. Resulta penoso pensar que con ese dinero podríamos instalar a un millón de refugiados en Europa con toda tranquilidad. La mayoría de ellos tienen profesiones liberales o son titulados universitarios con muy buena formación, pues los que nada tenían se quedaron en Siria. Sería sencillo integrarlos con un buen plan para ello y daríamos al mundo un ejemplo de lo que Europa quiso ser tras la Segunda Guerra Mundial, además de ejemplificar los valores cristianos de los que muchos presumen en Europa.

Pero Europa ha optado por volver a cebar el odio y el egoísmo. Este gesto da alas a los fascismos durmientes en Europa, les da la razón y extiende el discurso del miedo y el odio a los pobres. No pensemos que esto va a quedar aquí. Tras los refugiados vendrán nuestros pobres, nuestras minorías, nuestros desahuciados, nuestros excluidos, los refugiados internos. El camino que se ha abierto es el camino de un infierno muy particular. Tras 70 años hemos dado la victoria póstuma al nazismo. Pronto la realidad volverá a imitar al arte. La Mater dolorosa de la imagen pasará a Children of Men de Alfonso Cuarón. Hoy, ser un hombre digno, ser un cristiano responsable es hacerse refugiado con los refugiados. Alzar la voz y poner las fuerzas en revertir este proceso que nos lleva a ninguna parte.
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