La conversión de los lobos
En el fondo, lo que nos cuenta el profeta y la historia de Francisco de Asís es que el mal que vemos y padecemos es causado por el odio que nosotros mismos introducimos en el mundo. Cuando la justicia divina y su misericordia rigen a los hombres, el mundo entero es transformado hasta el punto de que las relaciones naturales quedan transfiguradas y ya no funciona la ley de la supervivencia, sino que la compasión se extiende por el Universo. De alguna manera, el lobo de Gubbio actuaba en respuesta a la pérdida de su hábitat natural, un hábitat invadido por la acción humana. Son muchos los casos de animales salvajes que atacan a las personas o sus animales porque estos han invadido sus territorios y les han quitado su medio natural de vida. La acción de Francisco con los animales, como con las personas, es introducir la compasión y la misericordia que la desestructuración del orden social impide. El final de la Edad Media es un tiempo de cambios radicales en el orden social que se está abriendo al mundo mercantilista y al posterior capitalismo, rompiendo los equilibrios sociales y naturales que sostenían un modelo de mundo con más de ocho siglos de historia. No es que aquél fuera un mundo justo, pero al menos se sostenía en unas relaciones personales amplias que permitían construir lo humano como comunión. La revolución introducida por las estructuras protocapitalistas romperá con aquellos equilibrios y con ese mundo donde las personas se construyen desde las relaciones sociales y personales, hasta llegar al mundo actual, donde corremos el riesgo cierto de que los seres humanos se construyan sin relaciones de tipo personal y sin vínculos comunitarios.
En la Iglesia nos sucede algo similar. Tras siglos acostumbrados a establecer un tipo de relaciones de poder y de dominio determinadas por un clericalismo milenario ya, en los últimos cincuenta años de la Iglesia ha habido un intento por mitigar esta realidad mediante una vuelta al Evangelio. Así lo hizo Juan XXIII y así lo está haciendo Francisco. Pero hoy, como ayer, los lobos de siempre continúan acechando en la noche. Francisco, como el poverello, ha elegido el camino del amansamiento, del amor fraterno que contagia bondad, pero estos lobos parecen indómitos, acostumbrados como están a la carne fresca, no se conforman con migajas y están dispuestos a morder lo que sea con tal de llevarse su parte. Algunos ha salido a campo abierto, otros están acechando y muchos siguen ocultos, esperando el tiempo propicio, atrincherados en sus guaridas clericales. Creo que la opción de Francisco es la mejor si contara con mucho tiempo, pero el tiempo apremia y los lobos deben ser puestos en un redil, para que no dañen más al rebaño, para que no hagan más estragos en todo el Monte Santo del Señor.