El goteo que no cesa
El capital es una parte de los ingresos de los más ricos, pero no lo es todo. Otra parte de su riqueza es el patrimonio, que en España alcanza los 2 billones de euros para el 10% de la población. Un verdadero impuesto sobre el patrimonio debería tener una intención redistributiva de la riqueza y suponer una moderación del proceso de desigualdad. Sin embargo, desde hace veinte años, desde que se acelera el proceso neoliberal, el impuesto del patrimonio y sucesiones se ha visto reducido significativamente, hasta el punto de que en muchas comunidades autónomas es nulo, pues la normativa estatal es que están exentos los dos primeros millones de euros y en algunas comunidades se bonifica el 100% de la cuota. Esto les interesa mucho a los ricos porque el patrimonio es algo que por definición no se pueden llevar fácilmente a otro lugar, como hacen con el capital. De esta forma, los ricos apenas pagan nada por su capital y casi nada por su patrimonio.
Estos son los dos medios fiscales que pretenden conseguir aumentar la riqueza de los ricos para que inviertan y creen riqueza para el resto. Pero hay otros medios para aumentar su riqueza. Por fuerza, el capital debe invertirse en empresas para que se reproduzca. En esa inversión el capital debe compartir los beneficios con el factor trabajo, de modo que cuanto más cueste este menos se lleva el capital. Desde hace veinte años, curiosamente, se está dando un proceso progresivo y paulatino de disminución de las rentas del trabajo y de aumento del excedente de explotación, que es como llaman a la plusvalía los economistas. Es fácil de entender, si una empresa produce 100, cuanto más parte va a las rentas del trabajo menos va al excedente de explotación. Desde hace veinte años hemos pasado de un reparto de la riqueza de 50% para salarios, 40% para excedente de explotación y 10 para impuestos a 40% para salarios, 50 para excedente y 10 para impuestos. Se le ha dado la vuelta. Ahora los ricos son más ricos, pero no les basta con esto. Además de quedarse con más parte del beneficio, el Estado no para de darles subvenciones por cualquier motivo: desgravaciones por contratar, reducciones de cuotas a la seguridad social, reducción de impuestos por no contaminar, etc.
Y todo esto para que creen riqueza, ¿pero, la crean? No, evidentemente no. Solo la reproducen para ellos. Los datos de Cáritas y de Oxfam demuestran que en los últimos ocho años los pobres han aumentado, la desigualdad es superior, los salarios han disminuido y la precariedad es superior. ¿Se ha conseguido lo que se pretendía? Sí, porque se pretendía hacer más ricos a los ricos, no menos pobres a los pobres y eso se ha conseguido. Lo que no puedo entender es que aceptemos esta falacia como una verdad económica, cuando no es más que una estratagema para seguir enriqueciendo a la élite social. La nuda verdad es que cuanto más ricos son los ricos, más ricos son, y nada más. Lo ha dicho así el Papa Francisco en Evangelii Gaudium y lo ha demostrado con datos Thomas Piketty. Lo que me intriga y me indigna es que seamos tan estúpidos como para creérnoslo.