El sexo sin sexo

En la sociedad postmoderna se ha generado toda una ideología justificadora de la sociedad global con el nombre de multiculturalismo. Básicamente se trata de la aceptación de todas las culturas, las tradiciones y las creencias como iguales e intercambiables. No hay ninguna superior a la otra, ni ningún tipo de criterio que pueda abarcar a todas ellas, cada una tiene un valor propio e incomparable. Por tanto, lo que se debe hacer es aceptar todas las culturas de forma acrítica sin intentar cambiar nada en ellas, todo intento de crítica es a su vez descalificado como prepotencia ideológica y exclusora. Nadie puede arrogarse, según esta nueva ideología, la posibilidad de juzgar las culturas, ni mucho menos de descalificarlas. Lo que se puede y se debe hacer es aceptarlas tal como son sin intentar ningún tipo de juicio sobre ellas.

Esta nueva ideología, como toda ideología, es peligrosa por lo que intenta ocultar, no por lo que manifiesta. Los intereses económicos y políticos que encubren son los que la convierten en un frente interesante de estudio. Como toda la Postmodernidad intenta encubrir una situación de injusticia global so capa de tolerancia y respeto al otro. El otro se ha convertido en un referente hueco, en un reflejo del yo que desea encontrarse a sí mismo mirándose en el espejo del rostro del otro vaciado de su otredad. El otro es una imagen creada y proyectada del yo solipsista postmoderno. La imagen más real del otro es Benetton, la marca de ropa italiana. En su publicidad aparecen jóvenes de distintas razas, culturas y religiones pero todos con el mismo aspecto, el aspecto Benetton. Bajo la apariencia de diferencia, todos son lo mismo, todos son el mismo yo consumidor postmoderno, sin ningún atributo real que les diferencie, sólo pura fachada.

En el mercado postmoderno se encuentran toda una serie de productos privados de sus propiedades dañinas, productos que son los mismos externamente: en color, sabor, olor… pero se les ha eliminado aquello que les hace potencialmente peligrosos para la salud. El café sin cafeína, la cerveza sin alcohol o la crema sin grasa, son algunos de los productos más conocidos. Estos productos son los mismos que los otros a los que no se ha privado de su propiedad esencial, pero no son lo mismo. ¿Qué es el café una vez eliminada la cafeína?, probablemente no pueda seguir siendo nombrado igual porque la cafeína es lo que hace que el café sea tal, de modo que nos venden un producto que no es lo que es, es decir, que no es en absoluto. Esta es la esencia de la Postmodernidad: mantener la apariencia y eliminar la esencia.
Con las culturas sucede lo mismo, se mantiene la apariencia de ser diferente pero se anula su efectiva otredad, lo que hace que sea otra cultura y no la mía. Al calor de los productos vacíos que hemos visto también podemos extender el proceso a las situaciones sociales. El sexo se ha vaciado de su esencial relación personal a través de la red de redes y ha quedado en sexo virtual, sexo sin sexo; la guerra, por mor de los mass media, se resuelve en un video juego extendido, una guerra sin guerra, sin consecuencias para nosotros; también la experiencia de la alteridad multicultural que acepta al otro sin su otredad, sin lo que le hace ser otro, es la cultura sin cultura, es decir, el envoltorio folclórico sin el proceso de cultivo que supone toda cultura –cultus, cultivo–. Se arranca toda la tradición que hay tras una cultura y se la utiliza para extender el dominio global. Las culturas son utilizadas así como caballos de Troya para la invasión de los pueblos.

El multiculturalismo actúa como ideología que justifica la supuesta intangibilidad de las culturas, pero en el fondo lo que hace es vaciarlas de contenido antes de asumirlas. Las culturas que se nos presentan han sido convenientemente vaciadas de sus contenidos diferenciadores y asépticamente integradas en nuestra civilización postmoderna. El ejemplo más claro puede ser la Gran Manzana, donde se puede encontrar de todo tipo de culturas, creencias e ideas diferentes, pero todas integradas en un mercado único. Usted puede comer en un restaurante japonés, vestir el traje típico indio y beber Coca-Cola mientras invierte en la bolsa a través de su móvil de última generación. Todo es posible si se acepta el modelo de vida postmoderno, cualquier cultura puede integrarse sin ser juzgada, pero, eso sí, convenientemente castrada.

Para seguir leyendo en la página 235 de No podéis servir a dos amos. Crisis del mundo, crisis en la Iglesia, Herder 2013.

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