"Libros para enfrentar el 'tenaz recuerdo de las injurias'" Frente al maniqueísmo y al fanatismo, rigor y estudio
"Mentir es una perversidad, porque el trapacero quiebra la confianza en él e indirectamente en la sociedad"
Uno de los objetivos de chismear y enmarañar es lanzar a unos contra otros para que el sátrapa se mantenga en la cúspide, en inestable equilibrio, víctima de su desaforada e incontrolada pasión por el poder
"Algunos zurcen heridas -Nelson Mandela, Angela Merkel, Karol Wojtyla…- otros azuzan aborrecimientos: Pol-Pot, Putin, Maduro, Himmler, los hermanos Castro y tantos más"
"Frente al afán por enfrentar, se yergue como esencial desentrañar la verdad. Recomiendo dos libros recientemente aparecidos que rescatan con objetividad eventos de nuestro país en la segunda mitad de la década de los treinta del siglo XX"
"Algunos zurcen heridas -Nelson Mandela, Angela Merkel, Karol Wojtyla…- otros azuzan aborrecimientos: Pol-Pot, Putin, Maduro, Himmler, los hermanos Castro y tantos más"
"Frente al afán por enfrentar, se yergue como esencial desentrañar la verdad. Recomiendo dos libros recientemente aparecidos que rescatan con objetividad eventos de nuestro país en la segunda mitad de la década de los treinta del siglo XX"
Mentir es una perversidad, porque el trapacero quiebra la confianza en él e indirectamente en la sociedad. Cuando alguien formula una falsedad detrás de otra y no tiene la decencia de rectificar, puede creerse cardinal, pero solo lo será, y temporalmente, para la turba que carece de preparación intelectual.
Julio César, uno de los mayores genocidas de la historia, falseó la guerra de las Galias en sus Comentarios, dictados por él mismo en tercera persona, para transformar sus desmanes en sublimes decisiones (“Roma, escuela de directivos”, LID). Napoleón, ahíto de estúpida protervia, no llegaba a entender que solo engañaba a los menos preparados. Hitler y Stalin, competidores a las medallas de bronce y plata de mayores asesinos de la humanidad -la de oro le corresponde a Mao- timaron a sus seguidores desde el primer al último día. He dedicado a la cuestión miles de horas, materializadas en tres libros: “Entrevista a Stalin” (Kolima), “El management del III Reich” (LID) y “¡Camaradas! De Lenin a hoy” (LID).
Uno de los objetivos de chismear y enmarañar es lanzar a unos contra otrospara que el sátrapa se mantenga en la cúspide, en inestable equilibrio, víctima de su desaforada e incontrolada pasión por el poder. Esa vileza ha sido practicada inveteradamente y a cualquier nivel. Los autócratas que en el mundo han sido han erigido monigotes ridículos contra los que engatusar al vulgo que le apoya. En algunos casos son externos, en otros, reitero, se arroja a hermanos contra hermanos.
Algunos zurcen heridas -Nelson Mandela, Angela Merkel, Karol Wojtyla…- otros azuzan aborrecimientos: Pol-Pot, Putin, Maduro, Himmler, los hermanos Castro y tantos más.
Muy cerca de nosotros, patéticos dirigentes falsean el pasado para de ese modo encubrir sus carencias. Sucesos acaecidos hace casi un siglo son desenterrados en beneficio de esos turbadores arrogantes. Frente al afán por enfrentar, se yergue como esencial desentrañar la verdad. Recomiendo dos libros recientemente aparecidos que rescatan con objetividad eventos de nuestro país en la segunda mitad de la década de los treinta del siglo XX.
El primero es “Inspirados por Satanás” (Ediciones San Román), de Jorge López Teulón. Ese texto muestra con pruebas exhaustivas que el marxismo-leninismo infiltrado en el Frente Popular se propuso aniquilar a la Iglesia católica en España. Más de diez mil personas asesinadas por odio a la fe desvelan la perversidad de los perseguidores, que también desvalijaron iglesias, despedazando un patrimonio cultural dos veces milenario. López Teulón es uno de los más profundos conocedores de esa canallesca y gubernamental persecución. Baste recordar estas infrahumanas expresiones de Juan Peiró, anarquista catalán: “la destrucción de la Iglesia es un acto de Justicia. Matar a Dios si existiese, y al calor de la revolución, cuando el pueblo, inflamado por el odio justo se desborda, es una medida muy natural y humana”. Y cómo no mencionar al atroz Andrés Nin, responsable del partido obrero de unificación marxista, que se gloriaba el 8 de agosto de 1936: “el problema de la Iglesia nosotros lo hemos resuelto yendo a la raíz. Hemos suprimido a sus sacerdotes, las iglesias y el culto”.
El segundo texto es “Vecinos de sangre: Historias de héroes, villanos y víctimas en el Madrid de la Guerra Civil. 1936-1939” (La Esfera de los libros), de Pedro Corral. Sus páginas recorren la práctica totalidad de la geografía de Madrid sellada por el temor y el crimen. Sin olvidar la valentía de un porcentaje de españoles de ambos bandos que no se dejaron involucrar por el odio republicano. Ofrece un cumplido testimonio de la generación que sufrió la contienda. Muchos supieron olvidar y perdonar aquellas sangrientas laceraciones con magnanimidad. Otros siguen empeñados en dañar a sus contemporáneos proyectando rencores. ¡Bastardos cultivadores de enconos!
Acabo de la mano de Séneca: “¡Frágil es el recuerdo de los beneficios; tenaz del de las injurias!” y de Ortega y Gasset: la gran revolución en España sería que cada uno hablase de lo que sabe. Escasos políticos practican esa sana costumbre. Sus innumerables espoliques les imitan.