Visión estratégica y liderazgo Ética y técnica en la alta dirección. Cuatro paradigmas
"Una de las cuestiones que aflora en la conciencia de casi cualquier CEO, sobre todo cuando van alcanzándose edades en las que se sigue mirando hacia delante, pero también se contempla lo vivido, es la de la ética"
"Sería deseable que en las escuelas de negocios se formara de manera apropiada a los directivos. Para lograrlo, resulta imprescindible contar con docentes que hayan pilotado con éxito el timón de entidades mercantiles o financieras de una manera ética"
Desde hace tres décadas, vengo asesorando a directores generales de numerosas organizaciones públicas y privadas en más de 50 países del mundo. En cada una de esas conversaciones, aprendo de la experiencia de quienes acuden a mí para ampliar su visión estratégica, su liderazgo, su capacidad de motivar equipos de alto rendimiento u otras habilidades directivas.
Una de las cuestiones que aflora en la conciencia de casi cualquier CEO, sobre todo cuando van alcanzándose edades en las que se sigue mirando hacia delante, pero también se contempla lo vivido, es la de la ética. Como he señalado en otras ocasiones, la ética es la ciencia de la felicidad y puede resumirse en la capacidad de mirarse al espejo y poder decirnos a la cara que nos comportamos con decencia.
Esbozo cuatro paradigmas:
1.-CEOs cuya obsesión es la mejora del rendimiento económico de la estructura mercantil o financiera que les ha sido encargada. La ética es considerada como un estorbo que se obvia en pro de actuaciones que permitan incrementar los caudales. Durante largas temporadas, esta actitud suele contribuir a la consecución de mejoras en el Excel corporativo para más adelante generar reacciones de desconcierto vital.
2.-He tropezado también con altos directivos cuya principal preocupación era la ética. Algunos soslayan que el primer paso para vivir de forma moral es disponerse con rigor al desarrollo y consecución del conocimiento y habilidades reclamados para ejercer de manera técnicamente responsable. La excesiva inocencia ha conducido a algunos al abismo, dejando en la calle a quienes les habían seguido confiando en su aparente bondad. No han aplicado la irónica expresión de Ricardo García, vicepresidente europeo de una multinacional alemana del sector de la automoción con quien he trabajado algunos años:
-Estoy convencido de que los cartujos son gente buenísima, pero no desearía contar con ninguno en mi Consejo de administración.
En este perfil de aparente moralidad, pero indigencia técnica, debo incluir a dos directivos, con quienes trabajé hace muchos años, cuya arriesgada creencia en que sus presuntas buenas intenciones deberían llevarles al éxito. Sus limitaciones como directivos, fruto de haber sido ascendidos sin la preparación suficiente y sin que su jactancia les consintiera tener conciencia de su precariedad intelectual, condujo a daños irreparables en muchos. Ambos, y es mera casualidad, se llamaban Alfonso.
3.- Una tercera opción, más frecuente de lo que podría pensarse, es la existencia de directivos que carecen de preparación ética y también técnica. Su faro es el éxito y aunque conocen o al menos intuyen los pasos que deben darse -diseñar una estrategia, elaborar un plan de viabilidad, contar con profesionales preparados, etc.-, su celeridad por culminar cimas pasa por encima del sentido común técnico y de la menor sensibilidad moral. Algunos que aparecen con frecuencia en medios de comunicación por su posicionamiento en puestos de responsabilidad pública no superarían un examen mínimamente exigente sobre la formación precisa para ocupar las responsabilidades que usurpan. Así, por mencionar un solo ejemplo, una cobradora ayuna de preparación básica en cualquier ámbito acaba decidiendo sobre presupuestos millonarios. Solo la existencia de dirigentes políticos sin escrúpulos explica este tipo de calamitosas situaciones.
4.-Gracias a Dios, es frecuente encontrar a profesionales que, disponiendo de preparación técnica, alientan la preocupación de que las decisiones que toman sean éticamente aceptables. Dentro de este cuarto paradigma, me es grato mencionar a profesionales como María Victoria de Rojas, Marta Prieto, Isidro Fainé, Fernando Moroy, Juan Carlos Luna, Víctor Hugo Malagón, Rogelio Leal, Josep Capell, Ricardo Hernández García, Rodrigo Jordán, Marcos Urarte, José María López Rodríguez, etc. Debo limitar la mención a pocos, porque podría alargar estas líneas de manera dilatada.
Sería deseable que en las escuelas de negocios se formara de manera apropiada a los directivos. Para lograrlo, resulta imprescindible contar con docentes que hayan pilotado con éxito el timón de entidades mercantiles o financieras de una manera ética. Porque, la teoría sin práctica es ciega y la práctica sin teoría es rutina.
Lo vivió en carne propia un profesional, Esteban Pedrayes, durante la realización de un programa de alta dirección en una hipotética inmejorable Escuela española. Ante la agresividad irreverente de un ponente, preguntó:
-¿Usted, ha dirigido algo alguna vez?
La evidente respuesta era que no, pero el profesor siguió atizando sin ton ni son en todas direcciones en vez de reconocer su carencia.
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