"La vida se compone de continuos presentes" Para una vida con sentido (VI): La gestión del tiempo
"El momento actual es la única realidad que se encuentra en nuestras manos. Podemos usarla bien o mal, sacar fruto, o desaprovecharla estérilmente"
"El futuro -clama el hoy- depende de lo que hagáis conmigo"
"Las consecuencias de vivir el presente son muchas, porque reclama continuos vencimientos de la holganza. Trabajar hoy y ahora es tan contrario a la precipitación como a la dejadez. Exige fortaleza, reciedumbre, sentido común, etc."
"Existe, además, un presente radical, al que todos llegaremos … Pasar la vida en el ahora, viviendo en el hoy, es el modo mejor de no dejarse engañar por tiempos que nos son extraños"
La vida se compone de continuos presentes. Acumulados suman la totalidad del tiempo que Dios ha reservado a cada uno. El momento actual no es el mero intermedio entre lo que ya sucedió y el porvenir, sino la única realidad que se encuentra en nuestras manos. Podemos usarla bien o mal, sacar fruto, o desaprovecharla estérilmente.
Hacerrendir al máximo el momentopresentees el gran desafío de la existencia humana. El creador nos espera en el minuto que ahora transcurre. Del pasado podemos y debemos aprovechar la experiencia, pero sin deambular en sus mil recovecos. Esa holganza nos alejaría de la realidad y restaría eficacia a la tarea actual. Escribió Guitton: “la memoria es la profundidad del presente; ella anuncia, con una misteriosa unidad, a la vez, el porvenir y la eternidad”. Sin añoranzas -porque no es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor-, aprendemos de lo sucedido para evitar errores. Triste sería lamentarse por lo que ya no tiene remedio. Lo expreso poéticamente Saint-Exupéry en Ciudadela: “¡loco aquel que se roe los dientes contra el pasado, que es bloque de granito, cosa concluida!”.
El futuro es retoy estímulo, porque en gran parte será lo que ahora procuremos, sin la ingenuidad de considerar que el simple transcurrir del reloj lo arregla todo. El esfuerzo por llevar adelante lo que tenemos entre manos resulta más llevadero si fomentamos los grandes ideales que deben orientar nuestra vida. Mediante el don de la libertad, la persona es capaz de proyectarse hacia el futuro, donde encuentra la razón de sus ocupaciones. Superar las dificultades es más sencillo cuando consideramos la grandeza de la tarea que tenemos por delante. Si el hombre estuviese solo atento a realidades contemporáneas, dejaría de actuar como persona en su más profundo sentido, porque carecería de la esencial capacidad proyectiva.
El futuro -clama el hoy- depende de lo que hagáis conmigo. El mañana es fruto de mí, de lo que en ese éter mágico de los segundos que acontecen estéis ahora realizando.
¡No os olvidéis de mí!, y sus agudos gritos parecen ocultarse en el ruido de los nuevos presentes.
El pasado ya ocurrió. El futuro no es, solo yo soy, afirma orgulloso el nuevo presente. De estos segundos, de estos minutos, de hoy depende lo que mañana sea, porque le avisaré con mi agonía lo que hiciste. Será en mi territorio donde te juegues el porvenir que se aproxima y que para llegar solo exige que yo no exista más. Y expira de nuevo el presente. Sobrevive poco.
La petrificación del pasado no impide a la imaginación que lo agite con frivolidad. Aquel fracaso, reitera, no fue tal, simplemente se trató de una falta de perspectiva. Aquel éxito, por pequeño que fuera, lo engrandece con sueños de gigante. Así, entre sueños y pesadillas deja agonizar a un nuevo presente que se acumula a la descomunal bancarrota.
Las consecuencias de vivir el presente son muchas, porque reclama continuos vencimientos de la holganza. Trabajar hoy y ahora es tan contrario a la precipitación como a la dejadez. Exige fortaleza, reciedumbre, sentido común, etc.
"La hora presente es creadora, creativa, de una intensidad inaudita"
Vivir el presente es más que realizar con perfección la tarea que tenemos por delante. Significa calar en la inefable verdad de la actuación de dios, en medio de las criaturas, descubrir el querer divino. Así lo expresó Le Corbusier: todo, a cada hora, es solamente la obra del tiempo presente. La hora presente es creadora, creativa, de una intensidad inaudita.
Existe, además, un presente radical, al que todos llegaremos. Cuenta la leyenda napolitana que un noble marqués se levantó de la tumba, ofendido, porque a su lado se habían atrevido a enterrar a un pobre barrendero. Se entabló la conversación. Cada uno expuso sus razones.
El marqués vivía en el pasado, soñaba todavía con sus grandezas. El barrendero era más consciente de su presente, y por eso respondió con objetividad que la muerte todo lo iguala. En ella no hay marqueses ni barrenderos, obispos, ni sacristanes, ni jueces, ni reos. El presente, el definitivo, el de verdad, está ahí; llega ineluctable y enriquecedor.
Es bueno echar de vez en cuando una mirada a esa verdadera verdad que todos habremos de desvelar. Recordar ese definitivo presente, si Dios quiere y nos lo merecemos, que nos hará eternamente presentes. Es un buen modo de espolearnos para rendir en el momento actual. La consideración de los novísimos, que debe proporcionarnos paz, es fructífera. Pasar la vida en el ahora, viviendo en el hoy, el que dejara la huella para el interminable hoy que empezará con la muerte, es el modo mejor de no dejarse engañar por tiempos que nos son extraños.
Apunto hoy con honda tristeza que muchos, no solo en Francia, celebran con atolondrado regodeo la conversión de un asesinato en derecho constitucional. El peor crimen, por cierto: el de seres inocentes, consentido por sus madres y ejecutado por presuntos discípulos de Hipócrates. Clamaba el sabio griego en su inmortal juramento: “¡Velar con el máximo respeto por la vida humana desde su comienzo, aun bajo amenaza!”.
Llegarán tiempos mejores. La humanidad no puede permanecer tan ciega al derecho natural y al sentido común. El tamo que deposita el anhelo de placer sin límites será alguna vez sacudido.
Continuará…