El Bautismo orienta nuestra vida

Entre los muchos cuadros de pintura religiosa dedicados al Bautismo de Jesucristo, hay dos de artistas de referencia de la escuela española: uno del Greco, en el Museo del Prado, y otro de Murillo, en la Catedral de Sevilla. Este domingo celebramos la festividad del Bautismo del Señor, y deseo iniciar este comentario fijándome en estas obras de arte.

La del Greco es un cuadro de más de tres metros de altura, dimensiones propias no tanto para sus figuras estilizadas, sino para una doble composición: en la mitad inferior se representa a Jesús siendo bautizado por Juan en el Jordán y en la superior, a Dios Padre rodeado de la corte angélica contemplando la escena, con el Espíritu Santo en forma de paloma entre las dos mitades.

En el de Murillo, impera la sobriedad: Jesús aparece en actitud humilde, bajando la cabeza, ante un Juan sorprendido que no se encuentra digno. En efecto, Juan dirá que su bautismo es de agua, pero que «otro vendrá que es más poderoso que yo; él os bautizará en el fuego y el Espíritu Santo.»

Cada vez que he administrado o presenciado un bautismo pienso que el Cielo se conmueve al hacerse realidad la recepción de este primer sacramento. La Iglesia lo administra en nombre de la Santísima Trinidad como abriendo la puerta al camino que Dios mismo nos marcó para alcanzar la felicidad en la tierra y luego la vida eterna.

El Papa Francisco ha querido que valoremos este sacramento que muchos recibimos de pequeños. Nos invita a preguntar a nuestros padres el día que lo recibimos, y si no es posible establecer así el dato, inquirirlo en los archivos parroquiales. Es un día muy importante en nuestra vida, porque nos orientó hacia el futuro.

Como señala también el Papa, esta orientación tiene algún parentesco con el hecho de que durante muchos siglos las iglesias estaban orientadas hacia el este. Se entraba en los templos por la fachada que miraba a poniente, y allí se encontraban los catecúmenos; una vez recibidos, con el bautismo, entraban en el templo y avanzaban hacia el altar en dirección a oriente. El significado de esta orientación es claro: en poniente se da el ocaso, momento del día en que la luz deja paso a las tinieblas, mientras que en oriente amanece la aurora del nuevo día, la luz de nuestra vida.

Recordemos el bautismo, nuestra orientación hacia Jesucristo y, si alguna vez hemos perdido el camino, volvamos hacia él, hacia esta luz definitiva.


† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
Volver arriba