La Iglesia, servidora de los pobres
Esta es la Buena Noticia que queremos compartir con todos los hombres y todas las mujeres del mundo. La muerte no tiene la última palabra en nuestra vida. La muerte es la puerta a una nueva existencia sin límites. Es este paso, esta pascua de la vida terrenal a la eterna, lo que nos ayuda a replantear el esquema de valores de nuestra vida y nos libera de mi «yo» para abrirse a los demás, al «nosotros». A dar este paso, nos quiere ayudar el documento Orientaciones y propuestas para una conversión pastoral en la archidiócesis de Barcelona, que conocemos como Plan pastoral diocesano.
Salir del «yo» para abrirnos al «nosotros» es una necesidad que ya quedó patente en la consulta previa al Plan pastoral y que se concretó en una opción por los pobres, en la línea de lo que nos propone repetidamente el papa Francisco. Él inició su pontificado con aquella frase que se ha convertido también en su programa: «Como quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!».
Las respuestas a la consulta que hicimos insistían en que necesitamos descubrir las pobrezas que nos rodean, y que hay que hacerlo con el espíritu de la parábola evangélica del buen samaritano. Debemos descubrir los pobres que tenemos en nuestro entorno y especialmente hoy que abundan tantas pobrezas escondidas. Pobres no son sólo los que no tienen las necesidades básicas cubiertas, sino también los que sufren la soledad, la enfermedad, la rotura familiar o relacional, y también son pobres los que no conocen a Jesucristo.
Nuestra archidiócesis hace todo lo que puede en este ámbito. Siguiendo el modelo de acción social de Cáritas Diocesana, debemos responder con actos de amor muy concretos a estas pobrezas y, al mismo tiempo, elaborar proyectos bien diseñados para denunciarlas y combatirlas. Los obispos auxiliares y yo mismo estamos impresionados por las diversas iniciativas de solidaridad que existen en nuestra archidiócesis. Ahora bien, es necesario que la acción social ofrezca también Jesucristo y el Evangelio. Los pobres también tienen necesidad de Jesucristo. Así ´nos lo decía: «No solo de pan vive el hombre, sinó de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mat 4,4).
La prolongada y elevada tasa de desempleo, sobre todo juvenil, me hace sufrir mucho. Tenemos un gran problema social ante el cual se requiere la implicación de todas las instituciones civiles, sociales y políticas. La Iglesia quiere colaborar aportando su granito de arena. Es bueno también que toda la sociedad no se sienta indiferente y valore las iniciativas empresariales, sindicales y políticas que favorezcan la transformación de nuestra sociedad en una más justa y fraterna. Hacen falta unos sueldos dignos que aseguren una vida digna y la tan deseada paz social.
Queridos hermanos, os invito a hacer vuestra esta oración: Señor Jesús, ayúdame a no encerrarme en mí mismo y en mis problemas. Regálame, por favor, la fuerza para salir, para vivir atento a las necesidades de los que me rodean, a acompañarlos en sus sufrimientos y en sus pobrezas. Es tocando sus heridas, que te encontraré a Ti. Gracias Señor.
† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona